El éxodo del campo a la ciudad aumenta cada año y uno de los factores que inciden es el poco desarrollo cultural en las comunidades rurales. Masificar allí las opciones para disfrutar de las diferentes manifestaciones artísticas es el objetivo principal de proyectos como la Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa, el evento de acción comunitaria más importante que se realiza en Cuba.
Desde hace 33 años y durante 34 días, compañías de teatro de diferentes provincias del país e invitados internacionales trasladan las artes escénicas desde la ciudad cabecera a las comunidades más montañosas de los municipios Manuel Tames, Imías, Yateras, San Antonio del Sur, Maisí y Baracoa
En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero… En otro rincón de esta isla, allá al Oriente, en la “tierra entre ríos”, muchos hidalgos titiriteros, actores, magos y teatristas llevan su arte a los parajes más recónditos en un periplo itinerante de 34 días.
Formar parte de esa travesía me permitió conocer por primera vez la villa del Guaso, la natal aldea de Regino Eladio Boti, la cuna del cacao, el changüí y el nengón.
La caravana de la Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa nos adentró a lugares ensueños de la geografía en ese extremo del caimán, pero también o, sobre todo, a aquellos otros en donde el progreso ha tardado en llegar: cientos de comunidades intrincadas y zonas de silencio en las cuales la gente es tan humilde como encantadora.
Justamente por y para esos habitantes, más desfavorecidos socialmente, surgió hace 33 años lo que se ha convertido en el proyecto cultural de acción comunitaria más importante que se realiza en Cuba.
El 28 de enero de 1991, en homenaje al Apóstol, un grupo de actores salió desde la ciudad rumbo a la montaña para llevar el teatro a quienes nunca antes lo habían visto.
Parecía entonces quijotesca la pretensión de llegar hasta el lomerío guantanamero en medio del Período Especial, sin transportación, ni lugar fijo para acampar, dormir o alimentarse. Muchos les tildaron de locos e ilusos, como solían calificar al personaje de Cervantes; sin embargo, demostraron de lo que es capaz el hombre cuando tiene ideas y convicciones profundas.
Desde entonces, siempre en enero, artistas de todo el país e invitados extranjeros salen desde el Parque José Martí en la cabecera provincial hacia los seis municipios montañosos del este de Guantánamo: Manuel Tames, Yateras, San Antonio del Sur, Imías, Maisí y Baracoa. Durante el recorrido visitan más de 200 comunidades y miles de espectadores disfrutan de sus propuestas escénicas.
Gracias al apoyo de instituciones de la Cultura y el Gobierno en el territorio, las condiciones para el trayecto son muy diferentes a las de las primeras ediciones. Muchos de sus integrantes coinciden en que ofrecer esa especie de teatro ambulante continúa siendo agotador, mas es al mismo tiempo lo más mágico de la aventura.
Érase una vez, una cruzada
En sus Palabras a los Intelectuales Fidel Castro convocaba a los artistas a poner el máximo esfuerzo en favor del pueblo. Es la máxima que han seguido los miembros de las brigadas artísticas y cruzadas teatrales y literarias que ya se han hecho tradición en el país.
Ejemplo es la Cruzada Artística-Literaria de la Asociación Hermanos Saíz que recorre las provincias Cienfuegos y Villa Clara; el Festival de Teatro en la Montaña en varias comunidades del macizo de Guamuhaya o el proyecto sociocultural Guerrilla de Teatreros que lleva su arte a las comunidades campesinas de difícil acceso del Plan Turquino en la Sierra Maestra.
Desde finales de la década del 80 el general de ejército Raúl Castro impulsó también la creación de los llamados Conjuntos Artísticos Integrales de Montaña para garantizar el acceso a la cultura, en sus diferentes manifestaciones, de los habitantes de esas zonas de difícil acceso. En la actualidad existen cinco en todo el país.
Hoy la Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa busca influir en el gusto estético de los lugareños.
Cuentan sus fundadores que en los primeros años el desconocimiento del arte teatral era tal, que algunos niños se asustaban al ver un títere salirse del retablo.
De ahí la anécdota sobre el campesino de Patana, municipio Maisí, que mientras disfrutaba de la obra La calle de los fantasmas, interpretada por el Guiñol de Guantánamo en 1997, expresó: “A mí nadie me jode, a ese muñequito lo están moviendo por atrás”.
A través de 33 ediciones varias generaciones de actores se han ido sumando a la Cruzada. Gertrudis Campo, o Tula, como todos la conocen, es una de sus fundadoras. Solo la maternidad le hizo distanciarse durante algún tiempo.
“Supe que estaba embarazada en una cruzada. Me pasé tres años y medio sin venir en el proceso, pero ya, enseguida me incorporé y traje a María José conmigo. Cuando ella creció empezó a venir con sus poemas, algunas obras de títeres sencillas y ya hoy tiene su propio espectáculo nocturno”, comenta.
Hoy esa niña tiene 14 años y es la actriz más joven que integra la Cruzada. Anima títeres, tiene sus propias narraciones, declama estampas de Luis Carbonell y forma parte del espectáculo Suite Cubanísima.
Su padre, Emilio Vizcaíno, también actor titiritero y director general de la Cruzada, asegura que su mayor compromiso es justamente lograr que los más jóvenes se sientan identificados con el proyecto.
“No todos están comprometidos, porque hay quien piensa en el teatro de ciudad, en la obra que no se puede llevar a la montaña porque se deteriora; hay otros que sí se arriesgan y sí quieren mantener esto que estamos haciendo”, afirma.
Lázaro Rojas es otros de esos jóvenes actores que llegó por primera vez al evento en su edición 32, como integrante de la compañía Total Teatro de las Tunas. Asegura haberse enamorado del evento y de su esencia.
“Es cierto que cuando uno se gradúa sueña en hacer cine o televisión, alcanzar la fama, actuar en grandes teatros y tener grandes puestas en escena, pero el hecho de llegar hasta estas zonas, ver cómo la gente nos espera, disfruta de lo que haces, te pide volver el año próximo y te brinda lo poco que tiene, eso te cambia por completo la visión de hacer arte, de hacer teatro”, declara.
“La diversión del campesino prácticamente era el ron, la música, los bailes, por lo que cuando llegó el teatro descubrieron otra manera de disfrutar y eso ha hecho que realmente en estas comunidades nos reciban hoy los niños con representaciones o que ya en los grupos de teatro profesionales de la provincia existan otros que tuvieron como referente a la cruzada. Eso nos llena de regocijo y compromiso para continuar viniendo”, agrega.
Son tantos los artistas que han subido y bajado aquellas lomas que sería comprensible para los lugareños desdibujar sus rostros. Mas hay otros como Ury Rodríguez o Eldys Cuba que no pasan inadvertidos, o bien por las tantas cruzadas que llevan en sus costillas o por los recuerdos que han dejado sus personajes en aquellos lares.
Ury es también Miseria, el Chino, Heliotropo o Macario, y Eldys es el Diablo, Opalín y el Panadero.
Ury no ha fallado una cruzada desde el 92 y Eldystampoco ha dejado de subir y bajar lomas con títeres y retablo a cuestas, aunque tenga que cargar también con una faja a la cintura para evitar los dolores de su vértebra comprimida
“Quisimos en principio cambiar el concepto de las Santas Cruzadas (serie de guerras religiosas que dejaron muerte y desolación entre los siglos XI y XIII) por el de las cruzadas teatrales. El nombre responde al hecho de cruzar por todos los municipios ciento por ciento montañosos. Hoy las zonas de silencio tienen otra connotación. En la actualidad pueden ser las que no tienen cobertura telefónica o redes de internet, pero en aquel tiempo había muchas a donde no llegaba siquiera la radio, muchos menos la televisión, o no estaban electrificados. A esos lugares había que ir, porque esas personas no tenían contacto con un mundo artístico foráneo, a no ser el que ellos mismos producían”, recuerda.
En tanto Geordanys Carcasés Obana, director de la compañía Teatro de la Totalidad, reseña que cuando inició el teatro europeo la práctica era que los actores iban de pueblo en pueblo con todos sus elementos para armar historias en diferentes comunidades. En su opinión, la “cruzada teatral es parte de ese ethos que continúa en las montañas.
“La experiencia es extraordinaria en el sentido total de la palabra, a nivel artístico y a nivel humano. Aquí el teatro recupera su sensibilidad con el público, que es lo que hace que el arte teatral tenga un sentido social, profundo, directo”, añade.
Vivir en campaña
Pocos conocen cómo es la vida interna de los cruzados esos 34 días. ¿Dónde duermen? ¿Cómo comen? ¿Cómo llegan hasta un sitio u otro? Una vez le cuente, de seguro también dirá: están locos. Sin embargo, hay que formar parte de la experiencia para entender que es una locura que repetirías una y mil veces en la vida.
Escuelas, campamentos de pioneros, casas de cultura, salas de video, tiendas de campaña o las casas de los propios pobladores sirven como albergue a quienes duermen sobre una colchoneta que se le entrega al inicio del viaje y con la cual cargan durante todo el trayecto.
En las noches es común compartir espacio, no solo con el resto de personas, sino también con los mosquitos, ranas, arañas o cuanta cosa rara le dé por asomarse en aquellos lares.
Las casas de los campesinos o los baños escolares esconden los cuerpos semidesnudos a la hora del aseo, aunque, en realidad, muchas veces se acude a los ríos.
Un sonido de silbato anuncia las comidas. No importa donde estén en ese momento los cruzados, cuando Ramón Paniagua, el productor, hace sonar el pito y grita: ¡Qué rico!, todos aparecen con sus platos o pozuelos para coger el alimento que se traslada en el mismo camión que carga las maletas, escenografía y colchones, y que cocinan algunas mujeres de los pueblos sobre carbón y al aire libre.
Todos los días, antes de las ocho de la mañana, se parte rumbo a un nuevo asentamiento. La rutina de recoger, montar al camión, bajar y otra vez adaptarte a un nuevo lugar, es agotadora. Solo en algunas ocasiones permanecen hasta tres jornadas seguidas en un mismo punto y los cruzados lo agradecen. Es esa la oportunidad para lavar, organizar un poco, recargar energías y disfrutar con más tiempo del espacio y la naturaleza circundante.
En las mañanas los artistas se reparten como hormiguitas para cada poblado de los municipios para cubrir la mayor cantidad de zonas posibles y en la noche se ofrece una única función a cargo de una o varias compañías en específico.
El día transcurre sobre el camión Kamaz, lo mismo bajo el sol intenso del oriente, que con la lluvia y el temporal de sus zonas húmedas. De la destreza al timón de esos choferes depende tu vida en muchas ocasiones por lo agreste de ciertos caminos. A otros puntos, aún más inaccesibles, se llega andando, en carreta de bueyes o tractores.
A veces, al llegar a una comunidad muy lejana esperan solo 4 niños y un maestro de una escuela multigrado; no importa, para ellos se da la función con la misma energía, cual si fueran 100 espectadores.
En otras comunidades más concurridas les recibe un jolgorio tremendo; niños que corren por el camino cuando ven a los cruzados acercarse o que agitan sus pañoletas desde el borde del camino.
En un escenario improvisado todos ríen y disfrutan de los títeres: desde los infantes, hasta sus maestros, el campesino, la señora mayor o el promotor cultural de la zona.
Siempre están los recelosos que no se acercan; miran desde lo alto de la loma.
Al terminar la función, una mesa cubana ofrece los manjares de esa parte de la sierra: guineo maduro, albaricoques, bacán, agua de coco, turrón de almendra u otro dulce casero, frutas y refrescos… Unas veces la mesa está más llena que otra, pero eso a los cruzados les es indiferente, solo con el buche de café (que sí no falta) les basta.
El mejor regalo es la alegría y el cariño con que los reciben quienes los llevan esperando durante todo un año. Es por eso que muchas veces les piden quedarse un poco más de lo previsto; lo que eran solo cuatro cuentos se convierten en ocho, y quien iba solo a contar la historia de La culebra, como Yamisela en Chafarina, termina inventado trabalenguas y adivinanzas.
Justo ahí uno comprende por qué esa gente vuelve cada año pese a las adversidades y lo complicado del camino. Es justo en ese momento cuando te arropa la magia de la que te hablaban antes de subir y deduces por qué sigue viva la tradición desde 1991.
En las noches los más jóvenes y algunos veteranos aprovechan para reunirse en el ranchón o cualquier punto del campamento para hablar de sus propias vidas, bailar con el ritmo que salga de los teléfonos y desconectar de la jornada.
Al otro día, justo a las siete de la mañana, el silbato que anuncia el desayuno señala también que es hora de retomar el ciclo, esta vez en un nuevo pueblo, con nuevos caminos, nuevas personas y nuevos horizontes.
Comunidades, realidad adentro
Manuel Tames es el primer municipio del trayecto. Desde el 28 hasta el 30 de enero se visitan poblados como La Tagua, Potosí o Argeo Martínez, nombre del único central que continúa funcionando en todo Guantánamo.
Según comenta la teatróloga y escritora Isabel Cristina en su libro A Baracoa me voy,
cuando visitó Potosí en el año 2018 el pueblito tenía apenas 46 habitantes y los siete niños de la única escuela de allí les recibieron amontonados en una esquina ante el asombro de los muñecos y el teatro.
Esa misma experiencia se repite en comunidades de Yateras como Monte Verde o Vega del Toro, lugar en el que solo existían entonces tres casas, una escuela y un camino solitario.
Quizás en cinco años el panorama ya sea muy diferente. No estuve en esos territorios para corroborarlo. Si en Boca de Jauco, por ejemplo, por donde primero azotó el huracán Matthew y en donde de un año a otro se recuperó el servicio de telefonía móvil y conexión por datos.
Otros como Puriales de Caujerí, La Tinta, La Mula, La Máquina, Yumurí, Baracoa, El Guárano o La Punta están algo más desarrollados.
Allí se nota con más fuerza la colonización cultural y la aprehensión de elementos externos, aun así, por aquellas tierras la Cruzada sigue estando arraigada en sus tradiciones y es casi el acontecimiento del año.
Una de las últimas comunidades que visitan es Palma Clara, un pueblito ubicado en un extremo del viaducto La Farola que aún se recupera de los efectos del huracán Matthew en 2016. La promotora cultural de la localidad desde 1999, Esmérida Matos Santana, siempre que habla frente a ellos se emociona y los artistas le retribuyen con las mismas lágrimas.
Esmérida siempre les agradece por haber sido el primer grupo que subió y estuvo al lado de su pueblo tras el desastre, y por ser inspiración para fomentar el arte en niños y jóvenes de la localidad con el proyecto La Flor del Café, creado en el año 2002.
No pierde la fe en que la Cruzada vuelva a pernoctar en Palma Clara antes de emprender su vuelta a la ciudad de Guantánamo, como mismo aspira a que ese pueblo, en esencia agrícola, se levante y alcance el desarrollo al que cualquier comunidad montañosa del país aspira.
“Estamos necesitados cada día de lo principal, que es el recurso humano. Los pobladores están emigrando para otros lugares y nos estamos quedando casi sin jóvenes, sin niños. Tenemos muy pocos trabajadores en la agricultura y la nueva generación no ve un futuro en esa rama”, lamenta.
¿Qué necesita Palma Clara para que sus jóvenes no se vayan?, pregunto, “oportunidades, porque el deseo de permanecer existe”, me responde.
A pesar de que se ha avanzado desde el 2016, en Palma Clara aún hay viviendas que no se han levantado tras el paso de Matthew, sin contar los serios problemas con el abastecimiento de agua.
Lourdes Rojas Rivera, secretaria del núcleo del Partido y delegada de la circunscripción 50, en el Consejo Popular Sabanilla, al cual pertenece la comunidad, reconoce que hace seis años esa era una comunidad muy poblada y llena de dinamismo.
“Luego del ciclón y tras el paso de la covid-19 muchos compañeros se fueron a vivir hacia otros lugares, a algunos les dieron casa en otros municipios. Palma Clara se ha ido quedando sola. Nos afecta, sobre todo, la falta de agua. Ya se han instalado dos tanques que Acueducto nos hizo llegar, pero eso no resuelve el problema, necesitamos una turbina”, explica.
Lourdes desconoce si existe alguna estrategia cercana de recuperación o reanimación para Palma Clara a corto plazo. Tampoco sabe cuándo finalmente llegará la anhelada turbina que resuelva uno de sus problemas. Quizás cuando se publiquen estas líneas el panorama en Palma Clara haya cambiado. Ojalá así sea. Ella espera y confía en la solución de las autoridades competentes. Otros se han cansado de esperar y se marchan.
Iruán Cordero Rodríguez es actor de la compañía cienfueguera Teatro de Los Elementos. Recuerda su primera visita a Palma Clara en el año 2017.
“Hacía meses que había pasado el ciclón Matthew y cuando llegamos acá lo único que nos encontramos fue la escuela, la salita de video y una casa que tenía un árbol atravesado en la cocina. Dentro de esas tres instalaciones vivía toda la localidad. Nunca voy a olvidar las palabras de una de sus habitantes, Nora Cautín, cuando nos dijo que ella sabía que la Revolución estaba ayudando a los pueblos, pero que el desastre había sido grande y que siempre alguien tenía que ser el último. Regresamos tres años después y el panorama había cambiado un poco. Ahora en 2023 mucho más. Palma Clara está dando sus pequeños pasos, se levanta como una semilla, como un árbol que va creciendo en busca de la luz”, recuerda.
Ojalá a Palma Clara y a otras tantas comunidades montañosas e intrincadas del país no les falte quien las riegue asiduamente para que se conviertan en ese árbol robusto que vislumbra Iruán.
En la recién finalizada Sesión de la X Legislatura del Poder Popular, varios diputados y diputadas llamaban justamente a prestar especial atención a las comunidades rurales, a atender de manera diferenciada sus necesidades y masificar allí la cultura y las opciones sanas de recreación, y uso del tiempo libre, no en épocas específicas, sino durante todo el año.
En esas zonas son muy pocas las ofertas culturales. Habría que analizar entonces ¿cómo se manifiesta el consumo cultural en esos lugares?, ¿qué alternativas tienen, más allá de ver televisión o películas (en algunos casos), leer o consumir la música de moda?
¿En qué medida llegan a ellos otras manifestaciones como la danza o la plástica? ¿Con qué frecuencia tienen acceso a una biblioteca, o a un museo?
Estos territorios por lo general cuentan con grandes valores históricos, tradicionales, paisajísticos, atractivos turísticos y productivos, mas es necesario concebirlos y divulgarlos como proyectos socioculturales.
Se han levantado allí escuelitas, consultorios médicos, círculos, bodegas y otros espacios para el beneficio de su población; por qué no pensar también en acercar a ellos los teatros, cines o una sala de concierto, por ejemplo. De esa suerte se podría impulsar el trabajo que realizan los instructores de arte y los proyectos e iniciativas comunitarias que sí emergen por doquier en cada pueblito serrano.
A Baracoa me voy…
En la Villa Primada de Cuba la Cruzada Teatral pone fin a su recorrido, con un carnaval que se despliega a lo largo del boulevard baracoense.
Desde el Monumento Nacional Playitas de Cajobabo se convoca a una nueva edición del evento, que ha generado un movimiento importante en torno al arte, el teatro y sus diferentes corrientes estéticas y conceptuales en la montaña.
Recurro a Isabel Cristina nuevamente cuando dijo que “después de 30 años llevando obras de diferentes géneros y estilos, quizás un campesino de Barrancadero, o Tribilín haya visto más teatro que un muchacho de La Habana”.
Como bien ella reconoce y los cruzados testifican, muchos niños que vieron la cruzada durante su infancia luego estudiaron en escuelas de arte o lideran proyectos socioculturales en las comunidades más alejadas. De ahí que, mientras los cruzados pasan una vez al año, en La Clarita se quede el Teatro Campesino Monteverde; en Chafarinas el Proyecto Arcoíris, en Yateras el Amor toca a tu puerta y en Palma Clara la Flor del Café.
Estoy segura que la ruta de los cruzados no se detendrá mientras exista en cada rincón de Guantánamo un público que los espera, y, precisamente por haber formado parte de la experiencia en dos ediciones, también sé que hace falta más que voluntad y afición para llevar a cabo un evento de esa magnitud.
Es necesario equipar las obras con los recursos técnicos requeridos para que ganen en calidad y rigor, de forma tal que puedan exhibirse también montajes concebidos inicialmente para salas de teatro. Asimismo, ha de apoyarse aún más desde el punto de vista logístico.
Siendo realistas, sí, sabemos que es difícil, sobre todo en medio de la compleja situación económica por la que atraviesa el país, pero como expresó el propio Eldys Cuba hace unos años atrás: “se trata de una necesidad social si tenemos en cuenta que el éxodo del campo a la ciudad aumenta cada año y uno de los factores que inciden es precisamente el poco o nulo desarrollo cultural que las instituciones competentes dan a los habitantes de la serranía”.
La Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa es uno de los mejores ejemplos, en la práctica, de la política cultural de la Revolución Cubana en lo que a democratización y masificación de la cultura se refiere. No por gusto recibió desde el año 1999 el Premio Nacional de Cultura Comunitaria.
Ramón Paniagua, especialista del Consejo Provincial de las Artes Escénicas en Guantánamo y productor del evento, no duda en decir que es el proyecto teatral más altruista con que cuenta Cuba.
“Todo artista o amante del teatro debería, al menos una vez en su vida, participar en la Cruzada. Una vez te casas con ella, más nunca te divorcias”, bromea. Al mismo tiempo recalca que se trata de una obra humanista, de fe, un verdadero homenaje a José Martí y a su concepto de “con todos y para el bien de todos”.
Decía el propio Héroe Nacional que subir lomas hermana hombres y entre la serranía guantanamera se ha gestado una familia que obra cada año por la utilidad de la virtud, cual quijotes de montaña.
33 cruces de caminos
Compartimos en imágenes momentos de la trigésimo tercera edición de la Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa, que tuvo lugar, como cada año, del 28 de enero al 3 de marzo. Más de tres décadas llevan actores de diferentes provincias del país y otras naciones del mundo atravesando los caminos intrincados de las montañas guantanameras y el corazón de sus pobladores.
Fotos. / Olaph Johe Quiala
2 comentarios
Gracias, Nailey, por compartir tan fabulosa experiencia. Y hacerlo de manera que nos recuerda los clásicos reportajes de la Bohemia de antaño.
Michas gracias mi flaqui de verdad que es una maravilla leer porque a la vez uno se traslada en el tiempo como sivestuviera en el lugar GRACIAS GRACIAS mi flaqui a veces me daba tremendo miedo verte encima de ese camion pero al ver los reportes de la cruzada decia esa es mi flaqui recuerdo tu primera cruzada la cual fuistes sin saber q ibas a encontrar y mas orgulloso me senti al ver al regresar el brillo en tus ojos por la experiencia la cual volvistes a repetir con mucho orgullo el cual siento por leer y poder apreciar tu gran labor exitos mi flaqui a seguir guarachando mientras el tiempo va pasando jjjjjjjjj.