Ruta de la muerte

Miles de personas cruzan el mar Mediterráneo desde África buscando mejores oportunidades en Europa


Elfallah, un pescador egipcio de 45 años que intentó emigrar irregularmente a Europa, necesitará varias vidas para cumplir una condena de 4 760 años que le imputaron las autoridades griegas por su supuesta implicación en el contrabando de personas. La justicia helena finalmente redujo la pena a “solo” 280 años, en un proceso judicial que algunos califican de ridículo y otros de botón de muestra de las maneras que emplea el Viejo Continente para lidiar con la crisis migratoria que desde 2013 experimenta una ola de aumentos sin precedentes.

En el barco en el que viajaba Elfallah venían casi 500 individuos, quienes habían zarpado de Libia días antes con destino a Italia; ante el mal tiempo solicitaron auxilio a las autoridades griegas, que finalmente los condujeron al puerto cretense de Paleochora. Según la ONG Borderline-Europe, Elfallah y otros siete inmigrantes se hicieron cargo de la embarcación frente al peligro de que zozobrar, pero no tienen relación alguna con la organización de tráfico de personas que organizó el viaje.

A pesar del giro judicial de esta historia, su desenlace ha sido positivo, toda vez que el Mediterráneo es la ruta migratoria más mortífera del mundo. Según las cifras registradas por Missing migrants, 22 941 migrantes han desaparecido en este espejo de agua desde el 2014 y más de 21 000 muertes han sido por ahogamiento.

El pasado año, el primero pospandémico, las cifras volvieron a crecer. Un informe de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados, publicado en 22 de noviembre de 2022, expone que el número de refugiados en Europa se duplicó en ese año y que el número de desplazados internos aumentó a casi nueve millones, condicionados sobre todo por el conflicto en Ucrania. En África, durante ese período el deterioro de la seguridad, los conflictos y los factores climáticos impulsaron los desplazamientos transfronterizos en la región del Sahel y en el Este, y el Cuerno del continente.

Otro documento revela la magnitud de la oleada. Una publicación de la Comisión Europea sobre migración y asilo en 2022 concluyó que la ruta del Mediterráneo Central sigue siendo la más utilizada, porque casi todas las llegadas se reportaron en Italia, con Malta que tuvo una disminución sustancial. Además, los arribos irregulares a lo largo de la ruta del Mediterráneo oriental se doblaron en comparación con 2021, principalmente debido a la mayor presión migratoria a Chipre, que representa aproximadamente el 60 por ciento de los arribos.

La agencia de fronteras de la UE (Frontex), por su parte, detectó unos 330 000 cruces irregulares el año pasado, lo que supone un aumento de 64 por ciento respecto a 2021 y la cifra más alta desde 2016. Conforme al documento, los mayores incrementos se registraron en las rutas de los Balcanes Occidentales y el Mediterráneo Oriental, con un aumento del 136 y el 108 por ciento, respectivamente. La peligrosa ruta del Mediterráneo central representó casi un tercio de todas las llegadas.

En Europa muchos creen que los gobiernos tienen el deber de gestionar la emigración irregular de manera humanitaria. / coordinadoraongd.org

Desde 2013 Europa se enfrenta a una ola migratoria sin precedentes, sobre todo de sujetos provenientes de África, quienes huyen de crisis humanitarias provocadas por desastres ambientales y conflictos, muchas veces originados por intereses económicos y geopolíticos de los gobiernos europeos. En marzo del 2018, coincidiendo con las elecciones en Italia, la situación comenzó a agudizarse cuando la Guardia Costera Italiana no solo dejó de coordinar los barcos humanitarios, sino que renunció a informar de las llamadas de emergencia que recibía y de sus posiciones en alta mar.

Otros países imitaron la medida y comenzaron los puertos cerrados, las persecuciones y los acuerdos con las milicias libias, mal llamadas guardacostas, porque no pertenecen a un cuerpo organizado, luego de que la guerra azuzada por la Unión Europea y Estados Unidos convirtiera a esa nación en un estado fallido y cada lugar de la costa tiene su grupo armado y su barco. Según expertos y organizaciones internacionales, estos grupos colaboran con el tráfico de individuos, los retienen, encarcelan, violan y extorsionan a quienes interceptan en el mar. Además, estas milicias controlan la ayuda humanitaria y en los centros a los que son devueltos los inmigrantes irregulares se vuelve inviable la verificación de su uso, debido a la ausencia de un registro formal de datos, por lo que una vez que las personas llegan a los refugios no hay forma de saber qué sucede con ellas.

La postura que han adoptado varias naciones europeas es consecuencia del Reglamento de Dublín, una ley de la Unión que establece desde 2013 los criterios para determinar qué país es responsable del examen de una solicitud de protección internacional, de acuerdo con la Convención de Ginebra, y que deposita la responsabilidad en los países costeros a los que arriban los refugiados. Este sistema ha sido ampliamente criticado tanto por los gobiernos como por las organizaciones de la sociedad civil, porque supone una carga desproporcionada para las naciones que se encuentran en primera línea, como las del Mediterráneo. Mas, la puesta a salvo de los migrantes que quedan a la deriva en alta mar es una obligación no solo de los capitanes, también de los estados. Los expertos coinciden en que, tarde o temprano estas actuaciones terminarán en el Tribunal de Hamburgo (órgano judicial establecido en la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar).

Expertos y defensores de los derechos humanos denuncian que la actitud de los gobiernos del bloque comunitario convertirá la crisis migratoria en una crisis humanitaria. No obstante, varias ONG se esfuerzan por brindar asistencia a quienes se arriesgan a cruzar las oscuras aguas del Mediterráneo, aunque no falten escollos burocráticos en su misión. El fundador y director de la ONU barcelonesa Proactiva Open Arms, Óscar Camps, dijo a la prensa que su iniciativa de ayuda humanitaria, y otras similares, son objeto de una persecución administrativa y política porque incomodan y denuncian lo que está ocurriendo. “No ha sido fácil hacer nuestro trabajo, –denunció. Nunca es fácil, hay que seguir a pesar de todas las dificultades a las que nos someten, porque lo que hacemos es salvar vidas, tender nuestros brazos y sacar a la gente del agua. No hay nada más grande que pueda hacer un ser humano por otro que salvarle la vida”.

Sin embargo, la visión de Camps y sus colegas se contempla en el Nuevo Pacto sobre Migración y Asilo, en el que avanzan por buen camino instituciones de la UE y que el pasado año recibió el apoyo de las Presidencias del Consejo y el Parlamento Europeo. El acuerdo se enfoca en defender las fronteras marítimas europeas e impedir la entrada de migrantes irregulares. Para ello se plantea, entre otras medidas, otorgar mayor apoyo a las autoridades libias, las que no están vinculadas con organizaciones pertenecientes  a redes de tráfico de seres humanos.

El debate europeo sobre la migración se produce en medio de una ola conservadora en los gabinetes gubernamentales del continente. Austria pide fondos para construir una valla fronteriza entre Bulgaria y Turquía, e Italia quiere limitar el trabajo de las ONG que rescatan a personas en el mar. La mayor familia política del continente, el Partido Popular Europeo, ha iniciado una fuerte campaña sobre la migración.

   La investigadora de la organización Human Rights Watch Giulia Tranchina escribió recientemente en The Conversation que este plan recicla medidas represivas que ya demostraron ser ineficaces en evitar que las personas entren en Europa por el aumento de la financiación y el apoyo a menudo abusivo de los gobiernos en el Norte de África. La experta denunció que la nueva propuesta ignora las recomendaciones para reintroducir a los migrantes, a ser más proactivos en las operaciones de búsqueda y rescate bajo los auspicios de la UE, y a establecer un mecanismo claro para la predicción del desembarco. Tranchina apunta que el plan también puede incorporar un proceso de reubicación de la población en otros países de la UE para compartir la responsabilidad y aliviar la presión sobre los países receptores de desembarcos.

Las medidas que se proponen desde Europa buscan un impacto cuantitativo inmediato y de seguro habrá un descenso de los números y también crecerá la cantidad de gente que muera en el mar. La ruta que llevan los inmigrantes no es segura y la que siguen los decisores de Bruselas no aporta mucho para evitarlo, porque no están haciendo nada para abordar algunas de las causas subyacentes mucho más profundas de este complejo fenómeno.


CRÉDITO PORTADA

Los barcos que rescatan a migrantes en el Mediterráneo deben enfrentarse a obstáculos burocráticos que complejizan su labor. / themigrationroute.com

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Un comentario

  1. El buscar mejores condiciones vida es una constante desde que el mundo es mundo. Lo visualizo, dentro de un siglo, África será el continente cón mayor crecimiento mundial en todo orden. En un verdadoro diamente en bruto.

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