Sacudida sísmica electoral en Guatemala

Un nombre esperado, otro que resultó ser toda una sorpresa, votos nulos y baja participación marcaron la primera vuelta de las elecciones presidenciales


Dos asuntos clave marcaron la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Guatemala. Una “sacudida sísmica”, como alegan algunos expertos, constituyó el hecho de que un candidato, cuya campaña se centró en erradicar la corrupción, obtuvo suficientes votos para forzar un balotaje cuando ninguna encuesta lo previó.

El otro punto impactante y, para muchos, el gran ganador de la contienda, fue el voto nulo. Un demoledor 17.4 por ciento de los guatemaltecos rechazó la boleta, y siete por ciento la dejó en blanco.

La remontada del progresista Bernardo Arévalo, un legislador y catedrático de 64 años, con títulos en Filosofía y Antropología, asestó un golpe impactante a la clase política dominante del país.

La otra contendiente, Sandra Torres, de 67 años, ex primera dama y abanderada del conservadurismo, lideró con casi el 16 por ciento de los sufragios.

Ambos van a la segunda vuelta, del 20 de agosto próximo, con esos bajísimos porcentajes, increíblemente superados por un 24 por ciento del electorado que dejó su papeleta en blanco o la vició con las palabras “nulo”, “ladrones”, “corruptos” y otros insultos, como una forma de demostrar su desconfianza.

Y si a eso le sumamos que 40 por ciento de los más de nueve millones de guatemaltecos convocados no participó en las elecciones, significa que casi dos terceras partes del país eligieron desestimar a cualquier candidato. Clarísimo mensaje del hartazgo hacia un sistema político que no logra mejorar las condiciones de vida de una población con elevadísimos niveles de pobreza y que genera solo liderazgos autoritarios y marcados por la corrupción.

Quien gane dentro de dos meses recibirá el próximo 14 de enero la banda presidencial de manos de Alejandro Giammattei, un mandatario con bajísimos niveles de popularidad, inferiores a 20 por ciento y sumido en múltiples escándalos durante sus cuatro años de gestión.

Su gobierno es cuestionado por sus tácticas cada vez más autoritarias, dirigidas contra los medios de comunicación y autoridades judiciales especializadas en investigar tramas de corrupción.

Hacia el 20 de agosto

Sandra Torres y Bernardo Arévalo estarán en la segunda vuelta, del próximo 20 de agosto. / bbc. om

Sandra Torres llegó a esta elección con el antecedente de escandalosas campañas presidenciales previas. En 2011, para poder postularse por primera vez, se divorció de su esposo, el entonces presidente Álvaro Colom, para “cumplir” con la ley guatemalteca que prohíbe la candidatura de familiares del mandatario de turno. La maniobra fue tan evidente que su registro quedó anulado.

Cuatro años más tarde, logró competir y quedó en segundo lugar, pero el expresidente Jimmy Morales la derrotó en el balotaje. Lo mismo ocurrió en su tercer intento, de 2019, cuando Giammattei la sometió en la contienda definitiva. En septiembre de ese año, apenas un mes después de los comicios, la detuvieron y acusaron de financiación electoral y asociación ilícitas.

A finales de 2020, una jueza cerró el proceso por falta de elementos para enjuiciarla. El fallo le permitió volver a postularse este año y repetir la aventura, llevando como bandera la decisión de reproducir en Guatemala la política de “mano dura” del presidente de El Salvador, Nayib Bukele, contra la delincuencia en su país.

Bernardo Arévalo, por su parte, es un sociólogo de 64 años que intenta continuar el legado de su padre, Juan José Arévalo, primer presidente elegido por el voto popular en 1944, después de la revolución que derrocó al general Juan Federico Ponce.

Al igual que su progenitor, Bernando –a menudo apodado Tío Bernie–, tiene una larga carrera como diplomático y ocupó ya el cargo de viceministro de Relaciones Exteriores, asesor de Naciones Unidas y embajador de Guatemala en España, entre otros.

En 2017 fue cofundador del Movimiento Semilla, que intentó postular sin éxito a un candidato a la presidencia. Lo que sí logró el nuevo partido fue ganar una curul para Arévalo en el Congreso, desde donde saltó hacia la candidatura presidencial actual, que lo terminó de posicionar como una de las figuras políticas más importantes de Guatemala.

Su partido está conformado en su mayoría por profesionales urbanos, profesores universitarios, ingenieros y dueños de pequeñas empresas.

Caracterizándose como un socialdemócrata progresista, Arévalo llevó la atención en su campaña hacia el legado de su padre, recordado con cariño por la clase guatemalteca, porque creó el sistema de seguridad social, en la década de 1940, promovió la libertad de expresión y de prensa y alentó a los trabajadores organizados a desempeñar un papel político en el país.

Arévalo nació en Montevideo, Uruguay, donde vivía su familia mientras su padre estaba en el exilio, luego de que su sucesor en la presidencia fuera derrocado en un golpe de Estado, en 1954. Creció en distintas partes de América del Sur hasta los 15 años, cuando la familia regresó a Guatemala.

A pesar de su inesperado desempeño, enfrenta una carrera cuesta arriba contra Torres en las próximas semanas. Ella tiene más reconocimiento y se apoya en su experiencia como primera dama y rostro de programas populares contra la pobreza, entre ellos las ayudas alimentarias y las transferencias de efectivo para las familias desfavorecidas.

Torres también puede contar con el apoyo de una clase dirigente poco dispuesta a alterar el statu quo, representado hoy por Alejandro Giammattei, a quien la ley prohíbe presentarse a la reelección para un segundo mandato.

Pero Arévalo también montó con habilidad su campaña, que centró en la mejora de los servicios de salud pública y la lucha anticorrupción. En repetidas ocasiones reitera que contrataría a fiscales y jueces que se habían visto obligados a salir de Guatemala como asesores para que le ayuden a combatir la corrupción.

Los vaticinios de cara al 20 de agosto estarían signados por el hecho de que Torres nunca ganó en segunda vuelta y para Arévalo sería difícil establecer alianzas con otros partidos, pues ninguno es afín a Semilla.

No obstante, el voto a Semilla del 23 de junio y las tantas papeletas nulas o en blanco demostraron un claro rechazo al sistema político en Guatemala, que llevó a la población a buscar en las urnas algo diferente. Por tanto, no es para nada descartable un escenario similar para dentro de dos meses.

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