Ser mamá, lejos de los cuentos de hadas

La mayoría de las mujeres crece bajo la pauta de centrar la realización de su proyecto de vida en la maternidad, con una idea edulcorada de la gestación, obviando que también se puede vivir feliz sin ser madre


Sus ojos se llenaron de lágrimas. Agarró el teléfono móvil y llamó a su madre. Hacía unos minutos un test de embarazo había marcado dos rayas bien rojas, inequívocas de un resultado positivo.

Mas sus suspiros no eran de felicidad, como había visto o leído en historias de cine y literatura. Miedo, eso fue lo primero que sintió. Miedo a una interrupción médica peligrosa de la vida que empezaba a crecer; miedo porque no era el momento de cuidar a un bebé totalmente dependiente. Cuidarse y costear su vida ya le estaba siendo difícil.

Recordó entonces aquellas ficciones idílicas de la felicidad suprema ante la noticia de un hijo; esa madre que dijo: “es lo mejor que le pasa a una mujer”. Pero aquella tirilla en sus manos era una aplanadora encima de las construcciones sociales.

Detrás de las sonrisas siempre habrá dolor, cansancio y temores –muchos–, más si es la primera vez, le habían contado las amigas más sinceras. Pero esto era diferente, no se trataba de imaginar o pensar si quería la maternidad para su vida, como se había preguntado muchas veces, sino de asumirla o no en ese momento.

Aunque procrear resulte lo más normal que podamos apreciar a lo largo de nuestra existencia, en familias que se extienden y personitas que vienen a ser nuestros sucesores en este mundo, se suele idealizar el proceso. El cuerpo de la gestante ya no será el mismo: los senos duelen desde las primeras semanas, las demandas de proteínas, vitaminas y minerales aumentan como nunca antes, unas hormonas se desatan causando sensaciones desconocidas, a veces molestas; la piel se agrietará, la columna dolerá de tanto peso y los órganos tendrán que acomodarse cuando el huésped del útero empiece a crecer.

Pocas veces se narran las incertidumbres en torno a cómo ser mamá. De seguro, nadie nace sabiéndolo. Y el proceso en sí no es sinónimo, necesariamente, de fuegos artificiales.

Aunque se anhele ese amor, descrito como inigualable, demanda responsabilidad y compromiso para toda la vida; apoyo y fuerza para afrontar todo lo que la maternidad contempla. A veces lo que corresponde es superar las emociones y las dudas, porque el tiempo no se detendrá.

Ahora un feto germinaba en su vientre. Al menos tenía el consuelo de decidirse, consciente de lo que estaba por venir. Si asumía ser madre, no lo haría encaramada en una nube donde ser una mamá siempre feliz. Ser madre, sin negar lo hermoso, tierno e importante que tiene en sí el proceso, está muy lejos de los cuentos de hadas.

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