Foto./ Leyva Benítez.
Foto./ Leyva Benítez.

Swing, gozo y sandunga

Infinitos redescubrimientos, satisfacciones, ingenios y saberes, despliega la edición 39 del Festival Internacional Jazz Plaza durante los homenajes al maestro Joaquín Betancourt y, al unísono, abre puertas en beneficio del buen gusto de las mayorías


Al parecer, es posible contar la vida, o una buena parte de ella, mediante las músicas, sí, en plural. Hacerlo sin distancias ni estancamientos alerta ante misterios subyacentes en universos desconocidos y nutren el raro deseo de concebir cierto fin preciado, tal vez inalcanzable: la perfección.

Así lo patentizó el homenaje al maestro Joaquín Betancourt en la sala Covarrubias del habanero Teatro Nacional donde la edición 39 del Festival Internacional Jazz Plaza se despliega con un esplendor fiel a tradiciones, nuevos componentes estructurales, y visiones perceptuales que conforman y definen el género de vanguardia.

El difícil reto de condensar en poco más de dos horas sus 50 años de vida artística, y los 15 de la jazz band que dirige, requirió del maestro síntesis provocadoras. Trajo al escenario, mediante el título Amada música, su espíritu fundacional y la irrupción de la percusión y de los metales que alternaron con los “diálogos” de violines. Todo otorgó una tónica improvisatoria, que evidencia su cabal dominio de la polirritmia afrocubana, y la fórmula llamado-respuesta tan característica de nuestro son montuno.

Por su parte, la orquesta de cuerdas del Conservatorio Amadeo Roldán enriqueció las relaciones intertextuales en el discurso musical. En más de una ocasión el espectáculo hizo recordar al poeta Paul Valéry: “Toda creación es un retomar algo o un rechazar algo que una vez ya fue creado. O repite lo mismo en otra tonalidad, depura, amplía, simplifica, completa, pero aun así supone una existencia y la aprovecha imperceptible”.

Es preciso estudiar, dar rienda suelta a las ideas y al pensamiento para conciliar en un tributo relatos disímiles. La sensibilidad de Zunilda Remigio, el fraseo de Michel Herrera, la pasión de Dagoberto González, el potente dinamismo afín al versátil Alain Pérez, la contundente inspiración recreada por representantes de Oralitura Habana, el aporte indispensable del maestro Jorge Reyes y la “explosión” habitual de Mandy Cantero.

Zunilda Remigio comunica mediante su raigal sensibilidad. / Leyva Benítez.

Sublime fue la confrontación y el diálogo, sí, al unísono, de la cantante estadounidense Theonita Valentine y del armonicista brasileño Pablo Fagundes. Al establecer una relación altamente emotiva lograron la estructura melódico-armónico-rítmica más seductora de la presentación o, por lo menos, un pasaje difícil de olvidar debido a su Groove (onda o atmósfera de ambos).

Un momento sublime propiciaron Theonita Valentine y Pablo Fagundes. / Leyva Benítez.

Sin duda, reconfortó otro acto de justicia. El magma estilístico del maestro Joaquín Betancourt fue reconocido con el Premio Internacional Thomas Schipper que otorga la Academia de Autores y Compositores Italianos y la Unión Europea.

Emocionado el maestro Joaquín Betancourt recibió el Premio Internacional Thomas Schipper otorgado por la Academia de Autores y Compositores Italianos y la Unión Europea. / Leyva Benítez.

El Festival abrió sus telones con un concepto esencial: demos diversidad para escoger unidad. Y también tiene presente que la cultura artística se mueve en el tiempo por ciclos en espiral ascendente. Swing, gozo y sandunga de ningún modo han sido pensados y concebidos por azar.

Queda mucho por ver, descubrir, re-conocer. Nuestro pueblo disfruta la musicalidad apreciativa. Suele degustar diferentes estilos, géneros y obras. Presentarlos propicia distinguir las raigambres y las novedades del presente fieles a tradiciones inmemoriales, los mundos particulares de quienes demuestran interiorizar influencias renovadas, conceptos teóricos, disciplinas formativas desarrolladas en ámbitos sonoro y rítmico.

¿Quién no recuerda acontecimientos culturales de notable impacto social, entre ellos, conciertos, presentaciones de discos esperados o clases magistrales impartidas por figuras relevantes?

Pensemos, de ningún modo puede faltar en la estética de los espectáculos musicales la prioridad reconocida por el semiólogo Göran Sonesson: “Nuestra sociedad de información es una sociedad de imágenes, pero también la combinación sería más ilustrativa si se invierte: la sociedad de imágenes es, por primera vez en la historia, una sociedad de información”.

Por lo tanto, privilegiar detalles de las ejecuciones de los intérpretes propicia captar el sentido de actuaciones únicas, sencillamente irrepetibles, pues el ejecutante virtuoso deslumbra al hacer del instante un hecho artístico infinito. En sus gestos transmite emociones, lo aprehendido durante la carrera profesional, incluso la calidez mediada por cada instrumento.

Desde la recepción ocurren dos procesos importantes: los públicos aprenden a ver y construyen su particular mirada. Ambos logran un notable hecho cultural en un plano de valor narrativo que debe realzar la expresividad individual de ambos intérpretes.

Descubrir las músicas y a quienes las crean demanda una actitud intelectiva por parte de las personas. Ciertamente, la cultura no es solo conocimiento, es una manera de vivir una existencia más plena con la incorporación de nuevos saberes. Y estos, nunca se agotan.

Los contextos son el marco de referencia donde los mensajes les otorgan significados al producto comunicativo; connotaciones a códigos y signos, todo establece asociaciones, juicios de valor, interpretaciones.

Tampoco pasemos por alto en el festival la valía del sonido, no es “algo” agregado a la imagen, sino que la multiplica. Atmósferas, efectos sonoros, varios elementos forman parte de los conjuntos sonoro, rítmico y visual, repercuten en la estética diseñada en beneficio de las mayorías. Los sentidos del arte requieren la complicidad del ser humano sin límites de fronteras, idiomas u otros lenguajes. El jazz, las culturas, lo ratifican. Precisamos aprehenderlos y disfrutarlos a manera de abrazo largo.

Técnica y arte coinciden en el quehacer del joven Michel Herrera. / Leyva Benítez.
Intenso siempre, el maestro Dagoberto González. / Leyva Benítez.
Alain Pérez desplegó su versatilidad. / Leyva Benítez.
Poéticas sugerentes caracterizan la labor creativa de Oralitura Habana. / Leyva Benítez.
El maestro Jorge Reyes es una cátedra de la música cubana. / Leyva Benítez.

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