Un rato con “torcidos” de secundaria
Un rato con “torcidos” de secundaria

Un rato con “torcidos” de secundaria

Un “imprevisto” encuentro revela que la enseñanza media no es tan fiera como la pintan. ¿Dónde está el problema, dentro o fuera de los alumnos? Buena tarea para aula, oficina y casa.


Desde hace años oigo decir que la secundaria básica es el eslabón perdido (algunos opinan que la oveja negra) de la educación cubana. Puede ser.

Para muchos es un verdadero reto a la magia encontrar el modo de encauzar actividades y programas docentes de manera que los muchachos no pierdan –como suele suceder– candidez, disciplina, comportamiento, interés y motivaciones, todo lo cual distinguió su “primaria”, determinantes, por demás, para el sendero ulterior: preuniversitario, universidad, vida laboral y social.

Pareciera que al adentrarse en la enseñanza media se tornan de qué malcriada manera o irreverentemente rebeldes e ingobernables.

Aun cuando sé que nadar fuera del agua es más fácil, me pregunto –y no entiendo– por qué ese giro.

Casi medio siglo atrás, cuando le dije adiós a la divina escuela primaria Panchito Gómez Toro, de Sancti Spíritus, cargado de expectativas, dudas, sueños y hasta temores por pasar a otro nivel, ni remotamente sucedían tales problemas de conducta y mucho menos de aprendizaje.

Como no soy experto en el tema, ni he incursionado en la investigación, opto por no sumergirme en si la culpa está en la calidad de los actuales claustros docentes, o en el pálido rol de la familia, o en la complejidad de programas que han cambiado con cierta recurrencia…

Lo que sí puedo afirmar es que, por mucho que hayan mutado los tiempos (Ohh modernidad) y por muy complejas que sea esa edad (adolescencia), no me parece imposible lograr lo que sin mucho esfuerzo –sí con probada profesionalidad, rigor y a la vez pasión– se alcanzaba en mis años de estudios secundarios y durante un buen tiempo más acá.

Si alguien discrepa o tiene duda, lo invito a que visite ahora mismo la escuela mixta Ángel del Castillo, ubicada en la zona rural Lázaro López, de Ciego de Ávila: impecable en disciplina y resultados docentes, la que más estudiantes aporta en la provincia a carreras pedagógicas, centro donde estudiaron ocho de los 10 presidentes de CDR que tiene la zona; además posee un museo que envidiarían muchos municipios cubanos.

Pero no hay que ir tan lejos ni a tan selecto colectivo.

Un rato con “torcidos” de secundaria
Daniela (a la izquierda) y Sheila: artífices espontáneas del encuentro a propósito de un libro que confirma sed de lectura.

Para demostrar mi optimista punto de vista me voy imaginariamente al Parque Maceo, 5 de diciembre de 2022, a punto de despegar la peregrinación de pueblo en honor a los mártires internacionalistas. Un hombre bajito, entrado en años, me dice que sus estudiantes quieren saludarme porque tienen un libro mío, de humor, titulado Entre col y colegas

Zarandeado por la sorpresa, lo sigo. Ahí están, hembras y varones, con rostro de admiración y de alegría. Es la más clara expresión de que “no todo está perdido” y de que tienen avidez de lectura, de contacto, de aprendizaje…

—Tenemos un ejemplar que compró ella en una tertulia (un dedo índice apunta hacia una alumna de blanca tez, más bien delgada y pelo castaño). Ayy, si usted pudiera hacernos una dedicatoria en él…

—Por supuesto que sí, mañana mismo, si lo desean.

(Y se arma la algarabía de mis tiempos)

Me lanzo de pie en las aguas de un aula de noveno grado 24 horas después. Mientras decenas de voces, en otros locales, devienen un coro de silencio de redoblante “estrepitancia”. (¿Y son estos los indisciplinados de hoy día?)

—Ese libro existe porque siempre fui tan “chivador” como van a seguir siendo también ustedes cuando tengan mi edad y se antojen de escribir o de seguir escribiendo libros o poemas o cuentos –les comento.

(Ojos que se abren un poco más de lo orbital)

Como no todos han podido leer las anécdotas que ahí aparecen les contaré la del colega que una vez…

(Y al final, ninguno pide permiso para largar la carcajada casi coral)

No sé cómo, pero saben que alguna vez anduve por Angola, durante la guerra y me piden que les cuente algo.

(¿Y de verdad son estos los muchachos de hoy, carentes de motivaciones?)

Entonces, en un abrir y cerrar de ojos, vienen por el umbral de mis recuerdos y entran a través de la puerta colectiva de la imaginación, combatientes cubanos vestidos de camuflaje, no disparando ni matando a alguien, sino compartiendo su ración de comida con niños angolanos hambrientos, o construyéndoles parquecitos infantiles con materiales desechables, o fabricando juguetes rústicos en los refugios de Cuito Cuanavale mientras por encima silban o detonan los proyectiles enemigos.

(Por el modo en que me miran debo ser un marciano)

—Creo que les estoy robando mucho tiempo, solo vine a firmarles un librito y…

—Noooo, siga, siga –reclaman colectivamente.

(Moviendo afirmativamente la cabeza, el joven guía-base parece tener también 13 o 14 años… si acaso)

Y llegan, en caravana, otros relatos, algunos de ellos curiosos y hasta cómicos, calzados por un grupo de fotos que, coincidentemente, traigo en mi inseparable “carpeta de campaña”.

—No saben lo bien que me he sentido; quisiera seguir aquí, pero tengo varias cosas y compromisos pendientes…

— ¿Pero va a volver otro día, verdad? –me interrogan.

—Por supuesto.

— ¿Y va a hablarles a todos los alumnos de noveno grado?

— ¡Ahh no; eso sí no me lo pidan! Tengo miedo… miedo escénico. Bueno en verdad padezco de terror escénico.

(Y las mismas risas y carcajadas resuenan)

— ¿Una fotico colectiva? –me piden.

—Claro que sí… la estamos tomando ya.

Un rato con “torcidos” de secundaria
Las imágenes de Angola y la huella humana dejada por Cuba en esa nación, conmovieron a los adolescentes de noveno grado.

Debo irme. No faltan el abrazo de Daniela y Sheila, el choque de palmadas a que invita un gordito con cara de pícaro y corazón de ángel, el acompañamiento hasta el pasillo…

Los tiempos cambian sí, pero las esencias no. Hace alrededor de 20 años escribí un trabajo titulado Los malos de película, basado en la errónea percepción adulta que había en torno a cuatro o cinco muchachos del Instituto Preuniversitario en el Campo José Peña Fernández, de Las Tunas. ¡Vaya fama –inmerecida– la que les cargaban! Uno de ellos, muy joven todavía hoy, es Coordinador Municipal de los CDR y uno de los tuneros más preparados en temas de historia y marxismo…

Los tiempos, repito, avanzan, cambian, pero las esencias no. Merecida o inmerecida, la secundaria básica tiene una “fama” que puede llegar a espantar. Despertemos. Esos aproximadamente 40 minutos en un aula de la ESBU René Ramos, eximen a “los malos de la película” de un final desagradable. Son buenísimos. Solo hay que llegarles un poco más adentro y, con la sensibilidad que merecen, sin una fusta en la mano, tocarles la cúspide o el fondo de los sentimientos y cambiarles lo que –al menos ligeramente– deba ser cambiado dentro de ellos.


CRÉDITO

Fotos: Pastor Batista

Comparte en redes sociales:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Te Recomendamos