Vidas detrás del muro

Vidas detrás del muro.
Foto /Jorge Luis Sánchez Rivera.

   “Y las ideas saldrán a luz”

                                                                 José Martí

Desde el Callejón de los Protestantes, en La Timba, se avistan dimensiones distintas del espacio y del tiempo. El muro del Cementerio Colón marca los límites. Del lado de allá, descansan los muertos; del lado de acá, batallan los vivos. Unos han tenido suerte y muestran sus casas a punto de terminar. Otros siguen a la espera, morando bajo techos ruinosos.

La familia de Sandra Cartaya Anaya es de las afortunadas. “Mi casa era pequeña, estaba en pésimas condiciones, y se derrumbó un día. De eso hace más de un año. Cuando empezó aquí el movimiento constructivo, a mediados de octubre del pasado año, el Estado nos hizo esta casa. Estamos muy agradecidas con el Gobierno. Pusieron unos albañiles que trabajaron con mucha motivación y entusiasmo”, reconoce Sandra.

Ni ella, ni sus dos hijas, Yusleydis y Mairelys, tienen una sola queja de la calidad de la obra. Sin embargo, han tenido que afrontar un serio problema. Al realizar la construcción, les independizaron la instalación sanitaria. “Entonces no tenemos donde desaguar la fosa. El registro queda a unos metros de la casa, y los albañiles no pueden romper la calle para hacer la conexión. Eso le corresponde a Aguas de La Habana.

“Pero esa empresa no acaba de ponerse de acuerdo con la Dirección Municipal de la Vivienda (DMV) de Plaza de la Revolución, que es la entidad inversionista. Están en el peloteo pa’ aquí y pa’ allá”. Lo preocupante es que la fosa la tienen casi en la puerta de entrada, y allí convive su nieta María Paula, una beba que apenas acaba de abrir los ojos al mundo.

Vidas detrás del muro.
Sandra Cartaya y sus dos hijas agradecen la ayuda del Gobierno, pero les preocupa la fosa en la entrada de la casa. /Jorge Luis Sánchez Rivera.

Regla Herrera Ramírez ya cumplió 53 años, y siente orgullo de vivir en La Timba. “Aquí nací y aquí moriré. Me enterrarán del otro lado de ese muro”, afirma convencida. Ella nos cuenta que los vecinos estaban esperanzados porque comenzaron a arreglar las viviendas que en pésimo estado constructivo. Mas, de repente y sin explicación alguna, a principios de año sacaron a los constructores para el Pasaje de la Caridad, una ciudadela cercana. Quedamos sorprendidos, porque la prioridad eran las casitas más deterioradas. Cuando se fueron los albañiles, detrás dejaron una escombrera en la calle y muchos sueños rotos”, lamenta Regla.

Pendientes

En el único cuarto de Raimundo Pérez Mesa hay una cama vieja con sábanas desaliñadas. Ante la desolación, Raimundo ha hecho la costumbre de poner trocitos de pan a gorriones que entran por la única ventana del arruinado inmueble. Acostumbrados a lo que constituye un manjar, los pajaritos son la única compañía del anciano. Ante la presencia de extraños, vuelan en estampida y se refugian en los árboles cercanos.

Después de dos isquemias cerebrales, a Raimundo casi no se le entienden las palabras. Despacito, nos va diciendo: “Los constructores empezaron a trabajar en el techo, pero no terminaron. Se fueron para otro lugar. Y lo que hicieron no sirve. Cuando llueve toda la placa se filtra”.

Según el anciano, los albañiles dijeron que no iban a demoler el techo porque la cubierta era reparable, a pesar de estar en pésimas condiciones. Algunas de las pertenencias domésticas aún están en el portal, esperando por el retorno de los obreros. La inseguridad e indefensión están dibujados en su rostro.

Vidas detrás del muro.
Ante el peligro de derrumbe, Nilda Toledo Ramírez, tuvo que mandar a demoler la placa. /Jorge Luis Sánchez Rivera.

Cojeando, con unas hojas de caisimón en las manos, Nilda Toledo Ramírez llega a su casa. Ella también vive sola. “Deja ver si estas plantas me bajan la hinchazón, hace unos días me caí, y así no puedo ni trabajar”, cuchichea.

Refiere que vive allí hace una década, tuvo que derrumbar la placa del techo ante el peligro de derrumbe. Desde entonces se las agencia en un cuartico trasero de la casa, donde tiene apiladas y protegidas sus pertenencias. “Todavía tengo esperanzas en que me ayudarán a reconstruir mi vivienda”, sueña, mientras amarra precavida a sus dos perros, inquietos ante la presencia de foráneos.

La cienfueguera Dayanis Cabrera Mesa llegó a la barriada cuando tenía 12 años, y ya cumplió los 45. Su familia la forman dos hijos (hembra y varón), y Suyen Samanta, la nietecita que le ha robado el corazón.

Debido a la crítica situación de su morada, y ante el peligro de los ciclones tropicales, en agosto de 2021 las autoridades del municipio le recomendaron albergarse en casa de algún familiar o vecino. “Pero han pasado siete meses y ya sentía vergüenza con la persona que me ofreció su hospitalidad aquí mismo en el barrio. Por otra parte, tuve que regresar porque en mi casa no han puesto ni un solo ladrillo. Y cómo verá las paredes, el techo, el piso, todo está en pésimas condiciones”, advierte Dayanis.

Debido al estado constructivo de la vivienda, a este núcleo le aprobaron una obra nueva. “Sin embargo, relata, el proyecto que hizo la DMV tenía errores en el cálculo de la altura e incorrecta colocación de puertas y ventanas. Por ese mal trabajo, todavía estamos en las mismas. Las autoridades de Vivienda y Planificación Física quedaron en venir hace seis meses, pero nada. Es bla, bla, bla… Si tuviéramos solvencia económica ya hubiéramos construido la casa por esfuerzo propio; pero no tenemos posibilidades”.

Con anterioridad tampoco le aprobaron a Dayanis una ayuda financiera para emprender la reparación de su inmueble. “Yo no soy propietaria, esto es un usufructo gratuito. Y ahí es donde está el problema. Porque al no tener propiedad, no se nos aprueba una licencia de obra para pedir un subsidio”.

Vidas detrás del muro.
Uno se pregunta cómo la familia de Dayanis Cabrera Mesa puede vivir prácticamente en ruinas. /Jorge Luis Sánchez Rivera.

Insólito

Del lado de acá del muro perimetral del cementerio también vive José Luis Perera Díaz, presidente del CDR No. 5 Frank País. A su juicio, “ha faltado comunicación con los vecinos. En el callejón pararon la recuperación de las viviendas, y nadie sabe a ciencia cierta por qué. Además, resulta insólito que a los propietarios, como es mi caso, solo nos repararán la fachada y no el interior de la casa, aun cuando tengamos filtraciones y humedad dentro de los hogares. Ni siquiera, poniendo los vecinos una parte de los materiales”.

Muy preocupada, y sin saber qué hacer, anda igual Dayana Martínez González. La titularidad del usufructo donde residen ella y sus tres hijos es de su exesposo. “A Playa, la casa de mi abuela donde nací, no puedo regresar porque allí hay más de 20 personas. En La Timba vivo hace 14 años, este cuartico se nos ha hecho chiquito, está en malas condiciones, y es del padre de los niños. He acudido a las autoridades municipales a ver si, como madre de tres menores, puedo acogerme al programa que anunció Díaz-Canel. Pero nada hasta el momento. Aquí, en Plaza de la Revolución me mandan para Playa, y viceversa”.

Además de los tejes y manejes para conseguir un techo propio, Dayana presenta un desgaste en la cadera que le impide incorporarse al trabajo socialmente útil. Ella tiene centradas sus esperanzas en una operación quirúrgica que le restablezca el caminar sin cojera. “El mayor de los niños tiene 13 años, el otro siete, y el más pequeño tres. Ellos necesitan de mis cuidados y protección. Estoy segura que el Estado no nos dejará desamparados”.

Participar

Vidas detrás del muro.
Del ajetreo constructivo depende una mejor cara para la comunidad.

A la salida del Callejón de los Protestantes –hacia la calle 35– las cosas parecen ser distintas. Es evidente otro ambiente, mucho más constructivo. Desde que comenzaron a arreglar la ciudadela donde vive, Yoandry Puey Mena se despidió eventualmente de sus labores como cuentapropista, y vistió los atuendos de constructor.

“Como tenía algunos materiales comprados, el jefe de la obra dio su consentimiento para usarlos. Las cosas han ido muy rápido, a pesar de que derrumbamos el viejo techo de madera y tejas, y modificamos las paredes”, explica Yoandry.

Después de tres meses de arduo trabajo, solo faltaban detalles por terminar. La casa tiene portal, sala-comedor, baño, cocina con doble meseta, un cuarto y closet empotrado en la pared. A cuenta propia, Yoandry estaba hasta enchapando parte de la sala. Dentro de poco, al hogar regresarán los dos hijos y la esposa del joven.

Junto a la del capitalino, se remozaban en calle 35, entre 6 y Loma, otras cinco moradas. Dejar a punto la acera es la tarea final de los constructores.

A unas cuadras de allí, en 31 y 2, en el albergue de tránsito, igual se baten duro albañiles y ayudantes para levantar cuatro viviendas de tres cuartos. “La idea es mover a las familias albergadas más numerosas para esas edificaciones nuevas, y ampliar las otras a quienes queden viviendo en ellas”, comenta Néstor Mesa López, delegado de la circunscripción 27.

Por el volumen constructivo y la situación que tiene el país, valora Néstor, las obras en La Timba se terminarán poco a poco. “Lo importante es que estamos en el foco de atención del Gobierno, y los vecinos se han sumado con fervor. Algunos cargan materiales y ejecutan como si fueran constructores. Otros apoyan con la merienda, el agua fría, el café. Se nota la alegría, están contentos, porque están participando. La comunidad necesitaba de este cambio”.

Tensiones

Vidas detrás del muro.
Para Leira Sánchez Valdivia, primera secretaria del Partido en Plaza de la Revolución, la construcción de viviendas es el programa más tenso en La Timba. /Yasset Llerena Alfonso.

En la entrada del Centro Cultural La Plaza, ubicado también en 31 y 2, barriada de La Timba, BOHEMIA dialoga con Leira Sánchez Valdivia, primera secretaria del Comité Municipal del Partido. A raíz de la instrumentación de los acuerdos del 8vo Congreso del Partido, “existe una dirección sobre el trabajo integral en comunidades vulnerables, y el territorio de Plaza de la Revolución decide generar estos espacios de transformación en La Timba.

“Dentro de los elementos más complejos que tiene el barrio están los asociados a la vivienda, con más de 75 ciudadelas; y una alta concentración de edificios construidos por la obra de la Revolución, los cuales requieren mantenimiento”, sostiene Leira.

La Timba cuenta con cinco circunscripciones, viven alrededor de 4 000 personas, y la población flotante se estima en unas 2 000.

Según Sánchez Valdivia, el 22 de julio comenzó en el barrio una descripción del estado de las familias y personas en condiciones de vulnerabilidad. A tenor con los datos obtenidos, “se concibió –en una primera etapa– trabajar los casos críticos, erradicar la comunidad de tránsito de 31 y 2, y una de las ciudadelas donde había ocurrido un derrumbe.

“Después del primer mes de trabajo, por el impacto que generaba el problema de la vivienda, se decidió ampliar las acciones constructivas en la zona. Y esa es la razón por la cual, desde finales de agosto e inicios de septiembre, se concibe un proyecto para transformar 53 ciudadelas de las más de 75 que tiene el barrio”.

Además, se han realizado acciones de conservación y mantenimiento en más de medio centenar de edificios, cinco consultorios médicos de la familia, escuelas, círculo infantil, bodegas, mercados y parques para los más pequeños. Trabajaron en el rescate de los proyectos comunitarios Todas las Manos y Entimbalao.

Vidas detrás del muro.
Uno de los edificios remozados en el barrio de La Timba en beneficio de múltiples familias. /Jorge Luis Sánchez Rivera.

“¿En qué fase estamos en este minuto? Bueno, primero trabajamos en la sostenibilidad del grupo de atención social. Sobre todo, porque esa no es una tarea finita a corto plazo. En esa dirección se han hecho entregas de colchones, sábanas y literas para los casos críticos; evaluados por el grupo de atención, con el involucramiento de los delegados del Poder Popular, la presidenta del Consejo y los trabajadores sociales.

“Para el primer trimestre del actual año deberá terminarse la recuperación y reparación de todas las bodegas y mercados agropecuarios. Fueron objetos de obra que no pudieron culminarse al cerrar el 2021.

“Lo más complejo realmente va quedando en La Timba tiene que ver exactamente con la construcción de viviendas. Es el programa más tenso por su magnitud. Para 2023 nos pueden quedar tareas asociadas al mismo. En el barrio contamos con más de 13 cooperativas no agropecuarias, y cada una de estas con varias brigadas. Realmente es una fuerza constructora muy importante”.

Comparte en redes sociales:

2 comentarios

  1. Porque hacen sufrir a esas personas con el problema de la vivienda ,una cosa tan indispensable para vivir ,años llevan en esa situación esos cubanos ,se ha tenido tiempo más que suficiente para haberles terminado una casa modesta ellos no quieren un palacio,por favor son seres humanos

  2. Un panorama todavía sombrío y angustioso, pero esperanzador. Situaciones en extremo apremiantes. Dejar a medio hacer para acudir a otro lugar y arreglar solo la fachada son viejos y perniciosos vicios que, como cabezas de hidra, restan mérito a esfuerzos bien encaminados y encomiables. Hace muy bien Delia en poner los puntos sobre esas punzantes íes. Alentador mensaje el de las cosas bien hechas, y la secretaria del Partido que se mueve sobre ese escenario de batalla priorizada y ofrece una perspectiva con soluciones. Prueba al canto de que los periodistas no fueron a La Timba solo para el Festival, y que la Prensa Pública no tiene contemplaciones para cortar cabezas de hidra.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Te Recomendamos