Y la urna vino a María Leonor

Lo peor que sentía María Leonor García Ortega cuando amaneció este domingo no era ese malestar físico ni los síntomas que llevaron a tomar la determinación de ingresarla de forma preventiva en el hospital Doctor Antonio Luaces Iraola, de Ciego de Ávila.

Lo que en verdad la tenía muy mal era que, por causa del mencionado ingreso, no podía estar al frente de su colegio electoral y, por supuesto, votar allá en el rural poblado de Jicotea, donde acumula un cuarto de siglo en ajetreo de urnas, elecciones y otros momentos similares.

Su rostro, sin embargo, cambió súbitamente cuando vio que a la sala entraban un doctor y dos compañeras, con boletas, documentos y una pequeña urna en las manos.

De manera que miró con el rabillo del ojo a Leonel Argüelles Lahera, su esposo, y no hizo falta ni una sola palabra. Ella había tenido total razón la víspera cuando le comentó: “En este hospital tienen que crear condiciones para que nosotros los pacientes también podamos votar”.

Por eso, con juvenil ímpetu, se sentó en la cama, tomó boleta y lapicero, hizo una cuidadosa cruz en la casilla de… “Eso es secreto, mijo, no te lo puedo decir, jejeje”, dobló la hoja y la depositó en la urna.

“Ahora me siento mucho mejor. Allá en Jicotea el doctor Roberto Carlos se hizo cargo del colegio y todo marcha viento en popa, mientras acá me dan una boleta para que ejerza mi derecho”, afirma.

“Solo te diré que hice esa crucecita por mis tres hijos, por mis cuatro nietos, por mi familia, por el futuro y por Cuba, porque es un Código que defiende a todo el mundo, desde los niños recién nacidos hasta los ancianos de más avanzada edad. No hace falta entonces decir cuál fue mi decisión. A buen entendedor, con pocas palabras basta.”


Texto y fotos: Pastor Batista

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