El Jagüey Ciudadano

Texto original por Marcelo Salinas
Foto del texto original por José Luis López
Publicado el 18 de noviembre de 1928, No. 45.

En la vieja calle de Lamparilla, ennoblecida ahora por el nombre de Pedro Pérez, pero aferrada a su antigua denominación con la tenacidad de cuatro siglos, bajo el desconchado alero de una vieja casa ha nacido, y crece, lozano, un jagüey.

Las raíces hundidas en las paredes amarillas, el tronco adherido a las deslustradas losas de la zabaleta, avanza su ramillete de verde y lúcido follaje, irguiéndose a la luz y al viento, a la lluvia, a los pájaros y al sol. Y sobre la estrecha vía, es un airón de júbilo nuevo, un grito salvaje de triunfante primitivismo: canto de retorno, saudade maravillosa, de las vírgenes selvas.

¿Cómo pudiste nacer aquí en medio al bullicio loco de la ciudad afanosa, tú, amigo de los peñascales abruptos, pirata de los bosques tupidos?

Quizá, un gorrión inquieto trajo la semilla que te dio origen, entre las pajuelas con que construyó su nido; quizá el diminuto germen vino revuelto con la argamasa que forma el muro, y el débil tallo se abrió paso por entre las grietas, pacientemente, en el loco anhelo de la vida y de la luz…

Hoy cantas la divina canción del monte firme, sobre la insignificancia urbana; hoy lanzas tu montuna criolla por encima del “claxon” americano, yergues tu cimera como un perdón de esperanza… ¡Ay! No durará mucho tu gloria, ni será tu júbilo mucho; pequeño eres adorno y se te consciente; cuando crezcas un poco más serás peligro, y las manos impías del propietario, sabrán desgarrarte, destrozando el verde ramillete de tus hojas arrogantes, la blanca pulpa de tu orgulloso tronco.

Y serás arrojado, intruso anarquista que atentas contra el bien ajeno, al carro de los desperdicios.

Naciste muy pronto, atrevido jagüey ciudadano. Hubieras esperado, esperado… dos, tres siglos… esperado, entero y potente como el trigo de los Faraones. Entonces, sobre las ruinas de tus fuertes ramas habrían ofrecido sombra grata a las iguanas, dulce asilo a las aves.

Vive tu corta vida con entera ufanía, jagüey amigo; tu triste destino, no empequeñece la belleza de tu gesto, ni la gallardía de tu insolencia.

¡Jagüey ciudadano, montuno, apretado entre la levita de la rua, saudade y retorno, añoranza de los bosques milenarios, de los pedreros majestuosos!

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