Mañana de azul

M de puntas abiertas, tan así que conseguía abrazarlos a todos en estrecho espacio. Día de júbilo y puertas abiertas. La hilera de niños perfectamente uniformados esbozó una M mayúscula, mágica, simbólica… quería decir Moncadistas, pero también pudo leerse Martí, Maestra, Mamá, Meñiques, Memorable, Mañana… y mucho más.

Martes 10 de enero. En la formación, vivaces y ordenados, con sus pañoletas colgadas en el brazo izquierdo flexionado, y ya germinado en ese mismo hombro el nuevo distintivo, parecían espiguitas en medio de un jardín de ensueños.

A todas luces eso es la escuela primaria Frank País García, en Plaza de la Revolución, escogida como sede del acto municipal de ingreso a la Organización de Pioneros José Martí (OPJM). Esta vez recibieron la congratulación más de 1 100 alumnos de primer grado en el territorio, y 21 180 en la capital en general; afirmó Javier de la Caridad Mantilla, miembro del Buró de la UJC y presidente de la OPJM en el municipio. Como ha sido tradición en todo el país, este representa quizás el acontecimiento más bonito o recordado de dicha etapa de enseñanza.

Estaban derechitos, pulcros, “siempre listos”… porque así prometen ser desde el inicio los pioneros. Eso sí, quienes poco podían contener sus nervios, lágrimas, palpitaciones y celulares paparazis fueron los padres. Y hasta cuentan algunos ojos divertidos, que a más de un papá con talante de soldado de plomo se le vio tomar fotos en puntillas de pies cual bailarina del Cascanueces.

La mañana tuvo alma azul. El color del cielo y el mar de Cuba; además que alude a sensaciones de serenidad, lealtad, confianza, productividad y creatividad. ¡Cuántos matices y significados se anudaron en el pecho de nuestros peques con esa aditamento textil que reviste futuro! «Educar es dar al hombre las llaves del mundo, que son la independencia y el amor, y prepararle las fuerzas para que lo recorra por sí, con el paso alegre de los hombres naturales y libres», sentenció el Apóstol, allí presente en busto como en enero.

Con sus voces diminutas supieron cantar el himno, evocar a los héroes, recitar poemas y compromisos de grandes. Es la fe de que han crecido: en tamaño, anhelos, deberes y voluntad. Y que nada los detendrá en ese camino de ascensión constante.

Bien lo percibió la familia en ese minuto irrepetible y sublime cuando le colocó el atributo sobre el pechito tierno. Uniforme completo. Ahora sí que tienen pinta de pioneros. Son pequeños gigantes. Por eso, se fundieron a sus retoños en abrazos extasiados, conmovedores, expresión de que por encima de todo prevalece el amor; y les depositaron su orgullo y afecto en la mejilla o en la frente. Allí, donde cada pequeñín guarda su propia estrella, invisible, de cara al Mañana… sí, con M mayúscula.


CRÉDITO

Foto. / Jorge Luis Sánchez Rivera

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