Por segunda vez, en los últimos ocho meses, se encontraron. Esta vez fue en el Despacho Oval de la Casa Blanca, y no más entrar, el anfitrión le dijo: “No sugiero que no tengamos problemas, porque sí los tenemos. Lo que hay es que tener paciencia”. Y es que Joe Biden conoce de las osadías del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien no tiene pelos en la lengua ni anda con medias tintas a la hora de cantarles las verdades a los poderosos. De hecho, al propio estadounidense, ya le ha dicho unas cuantas.
El Presidente mexicano ya había estado en Washington en noviembre pasado, con motivo de la reunión de mandatarios de América del Norte. El último encuentro, que duró aproximadamente media hora, es el primero después de la negativa de López Obrador a acudir a la IX Cumbre de las Américas, en protesta por la exclusión del evento de Cuba, Venezuela y Nicaragua. La Administración de Biden se esforzó en hacer parecer que la más reciente cita era algo parecido a un desagravio por lo acontecido entre ambos, previamente y durante la cita continental. “Esta es una reunión para reafirmar nuestro compromiso de trabajar juntos en beneficio de nuestros pueblos. Ese es el propósito”, había anunciado el presidente mexicano antes del encuentro.
El tema migratorio, que dio mucho de qué hablar después de la Cumbre de las Américas, centró los debates de ambos mandatarios. En la cumbre de Los Ángeles, en junio pasado, Washington lanzó una propuesta que puso en las manos vacías de las naciones centroamericanas emisoras de indocumentados la responsabilidad de otorgarles trabajos temporales para desalentar los viajes a EE.UU. Un detalle para recordar: no participó ninguno de los países que más aportan migrantes en busca del sueño americano.
Al respecto, y en un marco más reducido esta vez, López Obrador le preguntó a Biden si cree que esas naciones pobres puedan asumir algo semejante, en medio de tanta crisis económica y desigualdades. En cambio, le propuso que se otorguen visas temporales de trabajo a aspirantes capacitados, obreros, profesionales y técnicos que pueden aportar a la lacerada economía estadounidense.
Además, pidió regularizar de una vez a los millones de indocumentados que hace años viven bajo la amenaza latente de la deportación porque no pueden legalizar su vida en el país norteño y tener esos tan añorados “papeles”. En ese sentido, el mexicano le recordó también su compromiso pendiente de impulsar la reforma migratoria, que está estancada en el Congreso. «Lo digo de manera sincera y respetuosa. Es indispensable para nosotros regularizar y dar certeza a los migrantes que durante años han vivido y trabajado de manera muy honesta y también están contribuyendo al desarrollo de esta gran nación”, manifestó López Obrador.
Asimismo, le recordó la medida que, instaurada en 2019 por Donald Trump, obligó a México –so pena de sufrir el aumento de los aranceles a sus productos que van al vecino mercado– a retener y albergar a los indocumentados que detenían, mientras las autoridades migratorias de EE. UU. procesaban sus papeles. Por ese trance se calcula que pasaron miles de viajeros ilegales y solo a unas pocas decenas les fueron abiertas las puertas del norte.
Ya antes de la cita AMLO-Biden los tribunales estadounidenses derogaron los llamados Protocolos de Protección al Migrante (PPM) instaurados por Trump, más conocidos como el programa “Quédate en México”.
Según dijo el mandatario a su regreso, EE. UU. otorgará más visas laborales para Centroamérica y México, aunque en el comunicado conjunto final quedaran solo las promesas de Washington para analizar el tema, y declaraciones de principios que sí apuntan a una visión menos agresiva y violenta del asunto en comparación con la política de Trump. De este modo el presidente mexicano no se quedó callado y expuso a su colega las demandas que, por ausencia, no fueron dichas durante la ya conocida como Cumbre de las exclusiones o del fracaso.
También con un ofrecimiento humilde, pero sincero, AMLO le recordó a Biden que cualquiera puede ser vulnerable y le propuso incrementar el abasto a sus gasolineras para que más consumidores estadounidenses puedan comprar el combustible del lado mexicano de la frontera, donde cuesta un poco más barato que en territorio estadounidense, que vive una crisis energética desatada por las restricciones al petróleo y el gas de Rusia.
Eso sí, tampoco perdió la oportunidad de dejarle entre líneas la visión necesaria, para dependientes y poderosos, de una integración real.
Estados Unidos, con pocas soluciones
Ante las exigencias mexicanas, el presidente Biden calificó el fenómeno de la migración como un “desafío hemisférico” y reiteró que su país “está liderando el camino para crear oportunidades de vías legales”. Anunció la emisión de 300 000 visados para trabajadores mexicanos durante 2022 y, con el objetivo de frenar la migración irregular, se comprometió a “duplicar” las visas temporales para los centroamericanos durante el próximo año fiscal.
Para luchar contra el tráfico de personas, el mandatario estadounidense recordó que fueron destinados 3 400 millones de dólares a fortalecer la frontera, mejorar la infraestructura de los pasos fronterizos y frenar el contrabando de drogas. México, por su parte, aportará 1.5 mil millones de dólares hasta 2024, fecha en que concluye el mandato de Obrador.
Esos “proyectos de modernización de cruces fronterizos crearán empleos locales bien pagados, incrementarán la seguridad y harán la economía más resiliente […], al mismo tiempo que servirán como modelos de sustentabilidad e innovación”, se especificó en la declaración final del encuentro.
AMLO y Biden, sin embargo, no tocaron el caso Julian Assange, que sigue levantando polémica tras el apoyo explícito del presidente mexicano y su ofrecimiento público a acogerlo en su país.
No obstante, el anfitrión tuvo palabras de elogio para el encuentro y destacó las buenas relaciones bilaterales. Dijo que, a pesar de los “titulares exagerados” de los medios de comunicación, las dos naciones continúan manteniendo una relación “fuerte y productiva”.