Aprender a querer “vivir” el arte

Iba sin remedio camino a la obesidad, cuando mi madre vio los cielos abiertos tras el anuncio de que en mi escuela primaria se iban a dar clases de ballet; que ya se tenían las barras y algunos espejos. Solo faltaba que los padres contribuyeran con los leotardos para niñas y mallas para niños, pues se pretendía que los “machitos” también asistieran. Además, iban a comenzar nuevas asignaturas: Apreciación musical –transmitida en la radio– y otra sobre artes visuales. Tales sucesos se dieron en una época de mayor bonanza, gracias al aporte de la Unión Soviética y los países socialistas del CAME.

Con esa experiencia no logré bajar demasiado de peso; sin embargo, a los nueve años aprendí a distinguir las posturas y los giros de una de las especialidades artísticas más depuradas, y conmigo, mis compañeros masculinos de clases. También comenzamos a valorar en toda su dimensión los in crescendo de “El Bolero”, del francés Maurice Ravel, creado en 1928, o las sosegadas aguas del primer danzón reconocido en Cuba, “Las alturas de Simpson”, compuesto en 1879 por el matancero Miguel Faílde. Soy sin dudas de una generación “cultivada”, la misma que hoy en día colma los teatros pero que asiste sin la compañía de sus hijos o nietos.

El Conjunto Folklórico Nacional de Cuba (CFNC) se destaca también por su actividad pedagógico-comunitaria, desarrollada a través del Laboratorio Internacional de Folclor “Folkcuba”. (lahabanaenclavedesol.blogspot.com)
El Conjunto Folklórico Nacional de Cuba (CFNC) se destaca también por su actividad pedagógico-comunitaria, desarrollada a través del Laboratorio Internacional de Folclor “Folkcuba”. (lahabanaenclavedesol.blogspot.com)

Aquellos recuerdos llegaron a mí de golpe luego de una linda y reciente experiencia asociada a la puesta en escena de “Aquel amor brujo”, del maestro Eduardo Veitía, inspirada en la obra del español Manuel de Falla. Entonces eché en falta un público más joven. Es cierto que los gustos cambian, pero Fidel siempre estuvo bien encaminado cuando insistió en la salvaguarda de la cultura como concepto de vida. Así nacieron los contingentes de instructores de arte, no para formar artistas, sino para agrandar la mirada de un pueblo que sabe lo que es belleza.

Debemos retomar ideas y hacerlas perdurables, envolverlas de placer y pasión por lo autóctono y por lo universal. Muchos padres  pagan un dineral por clases de arte particulares. ¿Por qué no revitalizar las potencialidades escolares? La nueva serie televisiva “Calendario” enfatiza ese aspecto, por intermedio de una profesora de literatura de la enseñanza secundaria. A mi juicio, un gran reto para vencer, por las complejidades de esa etapa etaria. Sabido es que al salir de la niñez uno se cree, y se siente, desafiante y desafiado. Es una especie de nado a contracorriente de hábitos y costumbres, una inmersión en evasiones de tareas domésticas y el cuestionamiento total de casi cualquier norma. Es cierto que dadas las condiciones actuales no siempre es posible contar con un aparato radiofónico, pero las nuevas tecnologías y los proyectos comunitarios desde los barrios pueden sacar la cara a favor de educar la sensibilidad, el llamado buen gusto, que perfectamente puede coexistir con los hobbies adolescentes.

Entre las asignaturas de la escuela primaria cubana se hallan Educación musical y plástica. Después, ya de adolescente, aquel que fue niño, niña, entra en una especie de vacío, al perder de manera sistemática el contacto con el arte, a no ser que matricule en escuelas especializadas. Pienso que es una verdadera lástima. La profe Amalia de la serie “Calendario” parece ser excepción. Claro, se trata de una ficción, amparada en una conocida realidad nacional. Pero su excepcionalidad bien puede convertirse en regla si se estimula más el trabajo pedagógico. Los buenos maestros existen aquí como diamantes en bruto.

La Uneac, las empresas de la música, unidas a los institutos artísticos y literarios, mucho pueden aportar a ciertas adecuaciones y ajustes de los actuales programas educativos, en función de crear un público adolescente y joven ávido de arte. Aclaro: la escuela cubana de conjunto es una de las mejores de América Latina. Incluso con covid-19 el Informe Mundial para el Seguimiento de la Educación 2020 (Informe GEM 2020 de la UNESCO) resaltó las políticas de Cuba para garantizar una educación inclusiva y de calidad y el ciento por ciento de cobertura preescolar, así como la flexibilidad de nuestro sistema educativo, que permite reconocer la diversidad y la satisfacción de las variadas necesidades de los educandos.

Lo cual no resta validez a mi preocupación, similar a los de otros cincuentones. Sabemos que la tendencia natural de los jóvenes y adolescentes es andar en otra “onda”, pero es posible inculcarles que los gustos estéticos no están reñidos entre sí. Y así, entre montar patineta, o descargar juegos por la wifi, se puede planificar, alguna que otra vez, la visita a un teatro o a una galería de arte. El apetito por lo bello también se forma, y no necesariamente a través de una clase presencial de ballet. Basta que se enseñe a apreciarlo y a querer “vivirlo” con cada función.

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Un comentario

  1. Qué bien pensado y escrito siento este comentario de María Victoria, tal vez porque pone en texto y contexto un sentimiento que comparto. Enseguida me trajo a la mente la reflexión profunda, como todas las suyas, de un académico con pensamiento certero y afilado, a propósito del reciente y lamentable desfile kisch (https://lapupilainsomne.wordpress.com/2022/02/20/las-cosas-tienen-que-llegar-al-extremo-para-que-sean-evidentes-por-ernesto-estevez-rams/). Nadie debe entender estas inconformidades como plañideras lamentaciones, sino todo lo contrario. Hay que asumirlas como expresión de la voluntad transformadora, expresada en la certeza de que sí se puede, si de verdad le ponemos el corazón a la obra de todos por la mejor sociedad que nos merecemos tras el inmenso sacrificio, que no cesa, por lograrla.

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