Baches en el asfalto y la visión

La chapucería, la falta de control sobre el uso de recursos y de exigencia por la calidad en lo que se ejecuta, mantienen preocupante huella sobre las carreteras, con un saldo que, dudo, alguien pueda precisar con exactitud


Si una imagen –como se afirma desde tiempos inimaginables– puede expresar, en sí misma, más que mil palabras, también una foto puede ofrecernos la posibilidad de adentrarnos en uno de esos asuntos que, a punta lente y de realidad, preocupan a miles de personas y no siempre ocupan a quienes corresponde.

He vuelto a comprobarlo observando esta imagen, tomada a la llanta del neumático trasero izquierdo de mi propio auto. Es obvio que ha dejado de ser exacta o impecablemente circular.

Les cuento que esa abolladura o deformación no fue intencional y mucho menos casual. De ella me percaté al regresar de mi anterior viaje procedente de Las Tunas, en el oriente cubano.

No fue, sin embargo, en asfalto de esa provincia donde mi pobre llanta perdió su “esfericidad”, sino en territorio de Camagüey: en mi opinión la geografía donde en peor estado se encuentra hoy –en verdad desde hace tiempo– la Carretera Central.

Tanto en carreteras como en vías urbanas, debe prevalecer, inobjetablemente, la calidad.

Tramos como el muy próximo a la división con Las Tunas (Guáimaro), el acceso por el este al pueblo de Sibanicú o algunos entre Florida y Ciego de Ávila (por solo citar ejemplos) son un verdadero reto a la suerte y permanente peligro para llantas, amortiguadores, rótulas, parrillas, carrocería, tornillería, barras estabilizadoras, en fin vehículos, viajeros, vidas…

No es esta la primera vez que, inevitablemente, trato el tema. En varios medios de prensa he visto referencias al asunto que, puede tener usted la más completa seguridad, continúa preocupando a miles de conductores estatales y privados.

Me gustaría saber si alguien conoce la cantidad de gastos que –más allá de las molestias– ha provocado el pésimo estado de las carreteras, tanto para empresas, organismos y entidades del Estado (claro, todo eso lo paga Liborio en formato de economía) como para los propietarios de medios de transporte particulares, no menos desfavorecidos por esta coyuntura que tiende a agravarse más y más en el orden material o de disponibilidades de recursos.

No dormiría tranquilo si dejo de consignar –repetir– algo que no necesita una investigación científica para su validación: la mala calidad y la chapucería que, como norma, han prevalecido durante décadas en labores de bacheo, mantenimiento y reparación de viales (especialmente en nuestra vieja, noble e incondicional Carretera Central).

No se sabe si han sido mejores los remedios o remiendos que las enfermedades, con un saldo, por demás, en gasto de dinero y de recursos que tampoco sé si alguien tenga con exactitud financiera.

La causa pudo ser exceso de velocidad, no prestar debida atención a la conducción, etcétera, etcétera, pero también un infernal cráter en el asfalto.

No haber hecho oportuna y correctamente lo adecuado, cuando el problema estaba nonato (término muy bien empleado por nuestro general de ejército Raúl Castro Ruz) y cuando se disponía de determinados recursos –a veces muy mal empleados o no controlados– nos lega una constelación de costurones, huecos e irregularidades aptos para desajustarles no solo hasta los más seguros tornillos al transporte, sino también los más seguros empastes dentales a choferes y viajeros.

¿Pesimismo? Ni asomo de él. Confío en que un día seremos capaces de ser menos indolentes, más sensibles, más inteligentes en el uso de los recursos, más controladores de hasta el último centavo asignado a favor de nuestras vías… y podamos circular por ellas sin el sobresalto de caer en uno de esos infernales baches, desbaratar el carro o peor aún: engrosar la relación de fallecidos “en lamentable accidente de tránsito”.

Y, si ustedes, amigos lectores, me lo permiten, les propongo concluir como suelen comenzar algunas cartas o documentos oficiales: A quien pueda interesar…

Comparte en redes sociales:

2 comentarios

  1. amigo esto es una falta de respeto total, no hay auto, moto o bicicleta que aguante su buen funcionamiento con tanto mal rsta de las calles, lo mas preocupante he indolente es que las propias empresas estatales rompen las calles y dejan los huecos sin reparar como es aguas de la habana

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Te Recomendamos