Bancarización: crónica de un desgaste

Foto. / Lilian Knight Álvarez.

El inicio adelantado del espacio aquel 14 de agosto anunciaba un tema medular, de esos que hacen poner una pausa en la rutina o, cuando menos, agudizar el oído en medio de los quehaceres. Ya varios colegas lo habían advertido en las redes, el tema de la Mesa Redonda sería la bancarización, un término un tanto desconocido por la población hasta entonces, pero que de seguro tenía que ver con la difícil faena que la mayoría vivía en los cajeros y bancos en los últimos meses. 

El propio título del programa me generó escozor: “Nuevas medidas de bancarización para reordenar –con toda la carga semántica que para los cubanos tiene la palabra– los flujos monetarios”.

En esencia, se hablaría sobre las implicaciones para los diferentes actores económicos y personas naturales de este proceso, catalizado por la Resolución 111 del 2023 del Banco Central de Cuba (BCC), publicada en la Gaceta Oficial el pasado 2 de agosto y puesta en vigor el sábado siguiente.

La norma, como diría el propio ministro presidente del BCC, Joaquín Alonso Vázquez, concreta un empeño en el que se viene trabajando desde hace años para potenciar los flujos monetarios de manera virtual en detrimento del uso de efectivo, y sus indicaciones van dirigidas a los sectores económicos más que a la población.

Una de las gráficas mostradas en el programa evidenciaba que en el año 2022 la circulación virtual llegó a ser 46 por ciento mayor que la de 2019, una tendencia que se contrajo en el presente período. ¿Qué ha pasado este 2023 para que la bancarización disminuyera? Primera interrogante sin respuesta.

Más adelante, Alonso Vázquez insistiría en que las nuevas medidas iban a empoderar a la población, dándole más opciones de pago; que no eran una camisa de fuerza; que implicaban la creación de mayores y mejores condiciones, y que debían ser graduales, basadas en incentivos. 

“Hay una parte de la población que no paga por Transfermóvil –u otra pasarela electrónica–, y hay que ir creando capacidades para que todos se beneficien de los descuentos”, añadiría más adelante.

¿Por qué las personas no querrían beneficiarse de descuentos e incentivos?, es otra pregunta para pensar no solo en la barrera generacional que limita la comprensión de la tecnología digital, sino también en que parte de estas pasarelas de pago implica telefonía móvil y/o conectividad a internet, requerimientos que aún son muy caros.

Por otro lado están los cajeros automáticos, están presentes en solo 68 de los 168 municipios del país. Son un canal electrónico de pago más, pero al ser dependientes de financiamiento en divisa para su importación, la disponibilidad es baja, similar a las terminales de punto de venta (POS), agregó Alberto Quiñones Betancourt, vicepresidente del BCC, también invitado a la Mesa.

Aun así, los cajeros no están destinados a ser el centro de este proceso, pues se basan en la expedición de billetes hechos igualmente con materias primas importadas. Y entonces pensé: en tiempos donde se paga tanto por lo poco, ¿por qué no priorizar la impresión de billetes de mayor denominación?

Ambos directivos insistieron en que el proceso de bancarización es una necesidad. “Todo el efectivo que se queda fuera de sistema no ayuda a la economía… Bancarizar implica control, genera trazabilidad y por ende hace a todas las empresas y negocios auditables, transparentes”, refirió Alonso Vázquez.

De las informaciones dadas, unas sí quedaron en mi retentiva: la limitación de las extracciones a 5 000 pesos había sido una malinterpretación de la norma, la atención de los actores económicos no debía interrumpir el flujo por caja de la población y el tiempo de atención disminuiría, sobre todo si los custodios del fondo operativo en bóveda, al terminar sus funciones, apoyaban ese tipo de labores.

Las intensas colas en bancos y cajeros autmáticos para la extracción del efectivo ponen a prueba la paciencia de todos.

***

El mediodía del 15 de agosto, el siguiente después de aquella Mesa Redonda, parecía buen momento para ir al agro. Había adelantado gran parte del contenido de trabajo y el horario de almuerzo me permitiría adquirir lo mínimo, sin tanta cola en el mercado del EJT de Tulipán. Llevaba solo 200 y pico de pesos en la cartera porque de los cajeros cercanos a casa uno estaba roto y el otro sin dinero. El tercero, no tan próximo, siempre tenía una fila interminable.

Para lo que normalmente tiene ese agro, a esa hora, como me dijeron varias compañeras de trabajo, alcanzaba; o al menos eso pensaba. Tulipán sorprendió con guayabas a once pesos la libra –una suerte de milagro para estos tiempos–, aguacates, mangos y -sobre todo- unos plátanos machos grandes que encandilaban la vista y concentraban la poca gente que quedaba en el lugar.

―¿Cuánto cuestan?, pregunté inmediatamente.

―Muchacha, marca primero y pregunta después, que como quiera va a salir más barato que en la calle, atinó a sugerirme un señor que era el último en la cola.

―Tiene razón, aunque creo que no me da, pensé. Pero la libra de plátano macho a 31 pesos es una oportunidad que no se deja pasar. Después de un rato toca mi turno y en efecto, no me da.

―Y ustedes no aceptan transferencia, indaga la señora que me sigue en la fila y que evidentemente vivía el mismo problema, mira que lo dijeron ayer y hay que estar a tono con lo que necesita el país.

―Señora, ¿cuántos agros usted ha visto que cobren por transferencia?, responde el vendedor, en tanto todos en la cola asienten con pesar.

 Ruego, imploro y el vendedor comprensivo accede a guardarme una buena mano.

―No se preocupe, voy al cajero y enseguida regreso a pagarle, le dije ilusamente, y el vendedor me respondió con una sonrisa, que hoy creo más irónica que amable.

La primera parada del periplo fueron los cajeros del propio agro, recién reubicados en un lugar más cómodo para no obstaculizar el tránsito de peatones en la acera, como sucedía antes.

―Esos cajeros, ¡no hombre no! Te doy un premio si tienen dinero, me dice un trabajador del propio mercado. En efecto, el recurrente cartel de “Tenemos dificultades para expedir efectivo” lo comprobaba.

Pero no me desanimo, es una zona privilegiada donde en apenas dos manzanas se ubican dos bancos con sus respectivos cajeros, uno asociado al Ministerio de Transporte y otro al de la Agricultura.

Una mujer me ve apurada tarjeta en mano y me alerta:

―¿Cajero?, el de la Agricultura, porque el de Transporte no tiene conexión.

Doy media vuelta, con fe y la mente fija en aquellos plátanos. Camino las pocas cuadras y… Se han muerto todas mis ilusiones, como dice la canción. Una multitud en el lugar esperaba pasar por caja, en tanto otra daba tiempo a que pusieran dinero al cajero.

Con la desilusión, unas pocas guayabas y aguacates a cuestas, salí a calle Boyeros resignada a no comer chicharritas o tostones. Y entonces alguien comenta:

―Ya regresó la conexión en el Banco de Transporte.

La esperanza renació en mí y apreté el paso convencida de que ese día sí freiría. El Banco ubicado en la planta baja del edificio ministerial, aunque estrenaba conexión, ya tenía una línea para pasar por el cajero y unas 12 personas esperaban ser atendidos por caja. Para ese entonces era la una menos tanto.

Ambas colas avanzaban más lento de lo esperado y como es lógico, la gente marcaba en ambas para ver en cuál le llegaba el turno primero.

Un señor se traba en el cajero, no entiende qué pasa, quiere sacar 3 000 pesos y la máquina no para de indicarle una falla.

―Pruebe a sacar de mil en mil, sugiere alguien desde el fondo. La solución retrasó el paso de cada cliente y se sintió más cuando una madre y su hija llegaron dispuestas a sacar 10 000 pesos.

Unos minutos después, el cajero sin dinero. Un trabajador del banco anuncia que van a poner más, pero hay que esperar.

Las personas que aguardan para pasar dentro del banco sufrían otro tanto: solo dos cajas estaban en operación y una de ellas manejaba un trámite, al parecer, un tanto complicado. Setenta minutos después y solo cuatro personas han entrado por una de las cajas.

Todos están desesperados: la gente en la cola se incómoda y pregunta qué co… cosa está haciendo esa cliente para requerir más de una hora en caja. La cajera suda, aún no es horario de encender el aire acondicionado, la cliente estira las piernas agotada.

Son las 2:20 de la tarde. Ya me toca entrar y sentarme al menos; no estoy segura de que queden plátanos pero lo que sí sé es que sacaré mi salario completo. No tengo tiempo para perder dos y tres horas cada vez que demande efectivo, y entre taxis gacelas y agros esa es una necesidad frecuente.

Finalmente aquella cliente se despide pidiendo la compasión de todos con un gesto. Yo intrigada, no me podía quedar con la duda sobre qué tipo de operación requiere tanto.

―Un cierre de cuentas con cobro de intereses, me aclara uno de los trabajadores, aunque en cuanto a caja hay otras gestiones que también demoran: grandes extracciones, pagos de declaración juradas, de fianzas…

Y los depósitos, como el que hacía ahora una trabajadora del sector no estatal que ocupaba la caja que antes tenía mayor movilidad.

Tres menos cuarto. Llega mi turno.

―Buenas tardes, cuánto puedo extraer, le pregunto esperando encontrar respuesta alineada con las declaraciones del BCC… pero no.

―Cinco mil pesos, responde. Y solo tengo billetes de 10 y de 20.

Ni siquiera tengo fuerzas para rebatir y, además, mi salario no es mucho más. Con el último aliento regreso al agro, casi que para no quedarme con la duda, más que con esperanza y… ¡Sorpresa! El dependiente del agro sí que me guardó mi mano de plátanos. Incluso quedan otros ya no tan grandes ni llamativos pero que valen la pena después de semejante vuelta.

Me doy por satisfecha. Regreso a BOHEMIA y al llegar hambrienta, deshidratada y con el sol bien marcado en la cara mis compañeras se unen para preguntar:

―¿Pero todavía tú estabas en el agro? ¿Y traes ese monedero repleto (de billetes más que de dinero así en la mano? A ver si te asaltan.

Mira tú, yo ni eso atiné a pensar.

***

Una semana después del suceso, las brechas de la bancarización vuelven a incidir en la cotidianidad. A BOHEMIA, como entidad, le era imposible transferirle el pago a una colaboradora de Granma porque su tarjeta era de Banco de Crédito y Comercio.

―No podemos pagar a una cuenta que no sea de Metropolitano (que son en esencia las de la capital), me aclaran las de contabilidad.

―Y qué solución hay, pregunto preocupada.

―Ella te tiene que hacer un autorizo para que tú se lo cobres y luego se lo transfieras y ya nos anunciaron que para el mes próximo no podemos tener nada de efectivo aquí. Ni siquiera sé cómo van a cobrar los trabajadores que aún no tienen tarjeta, agregan.

Si las pasarelas bancarias están integradas desde hace años, ¿por qué BOHEMIA como entidad no puede hacer lo mismo que una persona natural hace desde su cuenta en Transfermóvil? ¿Y qué pasó con la supuesta gradualidad?

Como han denunciado otros medios de prensa cubanos y prueban varias publicaciones de grupos de compra-venta de Facebook, un nuevo flujo monetario corre hacia el mercado negro y se aprovecha de los necesitados de efectivo.

***

Respecto al programa televisivo del pasado 14 de agosto, la página web del BCC declara: “El servicio del Sistema Bancario tiene hoy una situación crítica, porque no dispone del efectivo necesario para cubrir toda la demanda de la población y de los actores económicos. La bancarización no es culpable de la situación actual, son otras las causas en cuyo diagnóstico y solución paulatina se trabaja”.

Todo esto es cierto; quizás lo que no acertó a prevenir el sector bancario es que una medida como esta, a veces mal aplicada, a veces mal interpretada, generaría miedo y por ende una afluencia mayor a la que ya se vivía en bancos y cajeros.

La inflación, por demás,  hace que la gente requiera más dinero para pagar lo mismo; no tiene sentido dejar en el banco lo que más temprano que tarde se necesitará. Al final, toda la población seguirá demandando efectivo en mayor o menor medida; no me imagino a los clientes en un taxi pagándole al chofer por Transfermóvil, en medio del tráfico o el sube y baja de tantas personas.

Por otra parte sigue siendo recurrente que se dicten las normas y se capacite después, sin que el personal encargado de ejecutarlo esté preparado o las estructuras estén creadas.

El sector aún tiene brechas pendientes a solucionar como es el caso de la integración bancaria y el estímulo a los créditos, como refiere el trabajo de la colega Delia Reyes respecto a las irregularidades en préstamos y seguros a campesinos.

Los actores  económicos no estatales, por su lado, tienen un cúmulo de operaciones que prefieren dejar fuera de la deseada trazabilidad, unos por evadir impuestos, otros porque implican movimientos ilegales necesarios para la compraventa de las divisas, que el sistema bancario no puede ofrecer a los volúmenes deseados.

Las personas naturales en general, salvo aquellos a los que el desconocimiento o la limitante monetaria o estructural se lo impidan, no tienen oposición a la bancarización –si en aquel agro aceptaran transferencia otra hubiera sido la historia–, sino que reconocen que es un proceso al que no es posible llevar aún todas las operaciones de la vida diaria.

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8 comentarios

  1. Muy de acuerdo con la necesidad de imprimir billetes de alta denominación para aliviar de inmediato el impacto de la bancarrota de los bancos; la población no tiene por qué pagar ahora la consecuencia de la falta de previsión del banco al no dictar oportunamente la normativa sobre la limitación del dinero efectivo para las empresas no estatales, que debió regularse cuando dichas empresas se legalizaron hace más de dos años. No hay que ser experto en la materia para prever que las operaciones en efectivo propician la evasión del control y del pago de impuestos, porque no dejan trazabilidad.

  2. Mis saludos y mi respeto.
    Alguien puede responder qué solución se va a dar a los colaboradores de salud que han estado trabajando en países como Angola por varios años y ahora no pueden extraer el dinero (dólares) acumulado con su esfuerzo y sacrificio lejos de la patria y la familia?

  3. Buen texto, escrito con los pies en la tierra, de lo que carecen algunos decisores, ajenos a los mil y un problemas que afectan la bancarizacion impuesta: insuficiencia y carencia de cajeros, índice importante de adultos mayores sin celular y con limitaciones técnicas y cognitivas para operarlos, incapacidad estatal de suministrar cambio por divisas a las mipymes para las compras en el exterior que sostienen su misión de venta, necesaria frente a la escasez generalizada en el mercado estatal y otros etcéteras.
    Pusieron la carreta delante de los bueyes y está atascada. ¿Es tan difícil rectificar?

  4. Quisiera saber una persona peritada cuyo ingreso mensual es 1678 pesos, como paga de esa tarjeta la electricidad, el teléfono, y el resto de los productos y servicios si ahora nada cuesta menos de 500 pesos?

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