Foto./ MetroLibre.
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Cambio de mando en Panamá

El derechista con fama de mano dura José Raúl Mulino promete como electo presidente bonanzas que no podrá cumplir


Aunque inhabilitado y totalmente fuera de la palestra política, el expresidente Ricardo Martinelli impuso su popularidad en las elecciones presidenciales del pasado domingo en Panamá.  Su delfín y sustituto, José Raúl Mulino, se proclamó al frente de la nación con un nivel de apoyo similar a lo anticipado por las encuestas.

El candidato del partido Realizando Metas se llevó 34,3 por ciento de los votos, frente a 24,7 por ciento de Ricardo Lombana, el aspirante antisistema que superó las expectativas; y en un tercer lugar, con 16 por ciento de los sufragios, quedó el expresidente Martín Torrijos.

El oficialista José Gabriel Carrizo fue relegado a un paupérrimo sexto lugar (5,8 por ciento), lastrado por la bajísima popularidad del todavía presidente Laurentino Cortizo, el peor resultado histórico del Partido Revolucionario Democrático.

“Aquí hemos llegado con el voto mayoritario del pueblo panameño, duélale a quien le duela”, afirmó un Mulino combativo en su discurso de victoria, que tuvo palabras amables para su “amigo” Martinelli, condenado en febrero a diez años de cárcel por lavado de activos, entre otros delitos.

El emocionado abogado de 64 años auguró un Gobierno de unidad favorable a la inversión y la empresa privada, pero sin olvidar a las capas más vulnerables de la sociedad, “los que tienen hambre y necesitan agua potable en todo el país”, a quienes consideró su base de votantes.

La tarea significa un “enorme peso sobre mis hombros y sobre todo con la firme y quebrantable convicción de dar lo mejor de mí para el país en los próximoS cinco años”, afirmó, y proclamó el fin de la “persecución política” en Panamá.

¿Quién es José Raúl Mulino?

La campaña electoral del futuro mandatario transcurrió inequívocamente bajo la sombra de Martinelli, un líder populista que anhelaba regresar a la Presidencia, pero condenado a más de 10 años de prisión después de ser extraditado desde Estados Unidos.

A pesar de que la inhabilitación prohibía también de manera expresa participar en la campaña, Martinelli mantuvo un proselitismo muy activo para promover a Mulino, quien fue su ministro de Seguridad.

Desde la embajada de Nicaragua en Ciudad de Panamá, donde se encuentra asilado desde febrero para esquivar la orden de captura en su contra, el antiguo magnate de los supermercados, que gobernó el istmo entre 2009 y 2014, volvió a ganar popularidad con sus acusaciones de corrupción y contradictoriamente atrajo a los votantes hacia la figura de Mulino, quien promete regresar a los “viejos buenos tiempos”.

Gracias a esa notoriedad, Mulino —con una larga carrera política— encabezó las encuestas recientes, en las que Lombana y Torrijos, que defendió un discurso de unidad nacional, solían alternarse el segundo puesto. El ahora presidente electo indicó en campaña que piensa, incluso, «ayudar» al magnate Martinelli a evitar que cumpla su pena de 10 años de cárcel, porque sostiene que fue objeto de una persecución política injusta.

Y es que él mismo, después de terminar sus años al frente de los ministerios de Justicia y de Seguridad Pública, protagonizó polémicas y pasó seis meses detenido de forma preventiva por presunto peculado en un contrato millonario del gobierno para adquirir radares de una firma italiana. Pero el caso terminó anulado, y Mulino, que llegó a definirse como «preso político», siempre reivindicó su proceder.

Fue precandidato presidencial para las elecciones de 2019 por el partido Cambio Democrático, con el que Martinelli llegó al poder, pero resultó derrotado en las primarias por Rómulo Roux, un abogado que volvió a postularse este año. Incluso, como ministro de Seguridad Pública fue duramente criticado por ordenar una represión policial de manifestantes en el pasado.

Mulino prometió para el próximo quinquenio la creación de empleos, mejoras en la seguridad pública y mayor acceso a servicios como agua potable o electricidad, que escasean sobre todo en zonas rurales e indígenas del país. Igualmente, propuso ampliar el metro capitalino, el primero de Centroamérica e inaugurado en 2014, por Martinelli. También, dijo, construirá carreteras y un tren entre Ciudad de Panamá y el interior.

La peor sequía en la historia de la nación centroamericana golpea la gestión del Canal de Panamá, el motor impulsor de la economía nacional. / La República.

Igualmente pretende parar el creciente flujo de migrantes que entra en el territorio nacional a través de la selva del Darién rumbo a Estados Unidos. 

Lo que realmente no ha explicado es cómo llevará a cabo todas esas promesas, cuando las condiciones económicas no están dadas para generar un crecimiento semejante. Actualmente, Panamá sufre una sequía tan grave que bajó el nivel de agua y el flujo de barcos en el canal marítimo, el pilar de su economía.

Además, el pasado año cerró en el país una gran mina de cobre, tras las masivas protestas por su impacto ambiental y la decisión le costará cinco puntos del PIB en 2024, según el Fondo Monetario Internacional.

Los panameños, como en buena parte de Centroamérica y el resto de América Latina y el Caribe, ven elevarse el costo de vida y, con ello, la desigualdad social. En Mulino pusieron todas las aspiraciones para revertir esa realidad, aunque las condiciones económicas no son nada propicias para volver a los años de la bonanza que ya prometió a partir del 1ro de julio, cuando llegue oficialmente al Palacio de Las Garzas, de Ciudad Panamá.

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