Cómo te extrañan los barrios

Porque en verdad Cuba sigue necesitando muchos Mastrapa


A Róger Enrique Mastrapa Pérez –uno de los hombres más humildes y comprometidos con la Revolución que he conocido; promotor incansable de iniciativas con aroma de barrio, impacto directo en él y el don natural de llegarle a todo el mundo con su verbo, aun cuando nunca se sentó en una silla universitaria– jamás se le hubiera ocurrido afirmar que inventó o sugirió se inventara ese criollísimo plato conocido como “La caldosa cederista”.

Que en su largo período al frente de la más grande organización de masas en Cuba (los Comités de Defensa de la Revolución) contribuyó a generalizar dicha caldosa en toda la geografía nacional… ese es un hecho real que animará a los verdaderos creadores (Kiki y Marina) hasta la mismísima e infinita eternidad.

A crear un ambiente así en todas partes, dedicó Mastrapa su vida entera.

No es, sin embargo, la caldosa, con lo único que, sobre todo los tuneros, pueden identificar a Mastrapa, quien se mantuvo dirigiendo los CDR de manera apasionada e ininterrumpida durante más de tres décadas, desde la base hasta el secretariado nacional.

Su extraordinaria capacidad para captar señas al vuelo y revertirlas de inmediato en acciones concretas, lo inscribe como uno de los iniciadores del llamado cuarto escalón del autoabastecimiento en Cuba.

Las Tunas recuerda con admiración cómo, siguiendo orientaciones de la máxima dirección del país, en especial del general de ejército Raúl Castro Ruz, convirtió en espacios aportadores de alimentos patios y áreas de un grupo de edificios multifamiliares o de otros hogares en el poblado de Vivienda, cerca del Central Majibacoa, inaugurado, años atrás, el 22 de abril de 1986, precisamente por el entonces Ministro de las FAR.

A nadie se le ocurriría, tampoco, asegurar que Róger Enrique fue el creador de algo tan cubanamente añejo como el juego de dominó. Pero que lo revitalizó a niveles de sano contagio y “vicio”, mediante campeonatos entre barrios… de ese mérito no hay quién lo prive.

La caldosa cederista ha quedado como tradición cada 28 de septiembre.

Porque Mastrapa siempre estaba “encima de la bola”. ¡Qué hombre para estar generando ideas, constantemente!

Recuerdo que cuando en el Período Especial se disparó el delito contra la ganadería y las propiedades de los laboriosos campesinos (sin excluir al sector residencial urbano), don Mastrapa se apareció con algo que no esperaban ladrones y oportunistas: las patrullas montadas.

¿En qué consistían? Muy sencillo: grupos de campesinos que a caballo realizaban recorridos nocturnos, pertrechados de lo necesario para enfrentar y neutralizar a la delincuencia en áreas rurales o aledañas a los núcleos poblacionales.

Si eso no se llama vigilancia revolucionaria, si no es expresión de unidad (razones por las cuales o para las cuales Fidel tuvo la genial idea de constituir los Comités de Defensa de la Revolución) entonces que alguien le ponga una definición más acertada.

Fueron, en fin, más de una decena de iniciativas, que de modo progresivo se extendieron a otras partes de la nación.

Siempre supo que el amor por los CDR se siembra desde la cuna.

Por eso cuando se decidió moverlo hacia una estructura que se encargaría de producir alimento: la División Mambisa Mayor General Vicente García González, de la cual fue, por demás, padre, fundador e insuperable inspirador, prácticamente sin implementos ni recursos a mano, los CDR sintieron su ausencia.

Solo que –locomotora al fin– Mastrapa le metió el pecho a la nueva misión y logró armar una poderosa fuerza que, comparativamente, llegó a producir tanto o más alimento que las empresas propiamente agrícolas.

“Sembrando hombres junto al plantón” –como solía decir– repobló zonas muy perjudicadas por el éxodo campesino hacia la ciudad. Y lo logró nada más y nada menos que enamorando de la campiña a los mismos hombres con quienes contó al principio en calidad de movilizados por el movimiento obrero.

Dicho sea de paso, tomando como base su experiencia cederista, puso en práctica el mejor sistema de emulación que en mi opinión ha funcionado en toda la geografía tunera.

¿En qué barrio no sucede esto?

Aquel movimiento involucraba no solo a las columnas productivas –todas con nombres de patriotas mambises– sino también a pobladores de bateyes y asentamientos rurales, en chequeos que funcionaban con la regularidad y precisión de un reloj suizo, en los que se reconocía los mejores resultados individuales y colectivos, y la unidad ganadora se llevaba El cañón mambí (pieza de reales dimensiones), en medio de un verdadero acontecimiento social que entretejía las mejores tradiciones de la cultura material y espiritual del campesinado cubano.

Con el barrio metido hasta su cederista médula, por ese tiempo Mastrapa introdujo lo que definió como “jaleo mambí”: desembarco en puntos clave de la ciudad, a bordo de camiones o de carretas haladas por tractores, repleta a punta de estaca con productos del agro, mientras la comunidad correspondía con planes de la calle, juegos de dominó, actuación de poetas y repentistas, limpieza y embellecimiento de la barriada…

Evidentemente, la familia de este niño lleva dentro a los CDR.

Como suele suceder, caramba, con los buenos de verdad, una de esas enfermedades irreversibles, que no perdonan, terminó superando la tenaz resistencia de Róger Enrique Mastrapa, un tiempo después de haberse acogido, irremediablemente, a los cuidados de su adorada familia, en medio de una tranquilidad para la cual nunca estuvo diseñado.

Si desde algún lugar estuviera observando esto que escribo, pueden estar seguros de que, dándome dos palmaditas en el hombro diría: “No exageres; en vida hice lo mismo que hubieras hecho tú o que hubieran hecho otros”.

Y, tirándole el brazo por encima, entonces yo –como todo el que lo conoció– ripostaría: “De acuerdo, pero no olvides que las jóvenes generaciones tienen todo el derecho a saber que en sus 63 años de existencia los CDR han contado con cubanos como tú”.

Más de 30 años de su vida le dedicó este hombre a la dirección de los CDR.
Enfermo, desde su hogar, siguió informándose y aportando útiles experiencias.

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