WikiLeaks, dirigido por el programador, periodista y activista australiano Julian Assange, le abrió los ojos a la comunidad internacional sobre las campañas militares estadounidenses en Irak, Afganistán y otros “explosivos” asuntos. Se le acusa infundadamente de espionaje. Su vida aún corre riesgo
Sin remilgos, la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA) y la empresa española UC Global S.L vulneraron la privacidad de Julian Assange mientras se encontraba refugiado en la embajada de Quito en Londres: por tanto, ambas entidades violaron la soberanía territorial de una nación, al quebrantarse el carácter de toda sede diplomática. Este acto hostil no fue suficiente y con la luz verde dada por Lenín Moreno, entonces presidente de Ecuador, se le quitó la inmunidad a la embajada y a Assange su derecho de asilo, por lo que fue sacado a rastras para ser encerrado en Belmarsh, prisión de máxima seguridad en el Reino Unido.
Desde entonces vive un vía crucis absurdo por ayudar a revelar la verdad sobre la doble moral de los poderosos que se valen de herramientas tales como la CIA para derrocar gobiernos o arrastrar a la humanidad a guerras infinitas; y, lo que es peor, matar civiles, contabilizados como daños colaterales.
Sobre el periodista pende, irónica y cínicamente, una imputación falsa de espionaje, con la probable extradición a los Estados Unidos, con serio peligro para su vida, pues se especula que allí las autoridades pudieran darle la pena capital. La nación norteña hace galas de sus alucinantes manías de grandeza acusando y abriendo expedientes condenatorios contra aquel que ose desafiarla. Sus cómplices se pliegan a sus deseos, como ahora lo hace Gran Bretaña al representar a los EE.UU.; tampoco ponen reparos en seguir al imperialismo yanqui en su incondicional espaldarazo al nazi-sionismo israelí, asesino de palestinos inocentes en un inmenso castigo colectivo contra Gaza. De eso se trata: el caso Assange versus Estados Unidos y la CIA es un llamado de atención hacia aquellos que insistan en “levantar la cabeza”.
En estos momentos, la opinión pública mundial está en vilo. A Assange se le juzga por “complicidad en actos ilegales para obtener o recibir voluminosas bases de datos de información clasificada”; el intento de “obtener información clasificada mediante piratería informática”, así como “publicar ciertos documentos que contenían los nombres sin censurar de personas inocentes que arriesgaron su seguridad y libertad para proporcionar información a Estados Unidos, al igual que a sus aliados, incluidos afganos e iraquíes locales, periodistas, líderes religiosos, defensores de los derechos humanos y disidentes políticos de regímenes represivos”. WikiLeaks desató la polémica al publicar más de cien mil documentos que pusieron sobre el tapete acciones del ejército estadounidense en Afganistán, acto que las autoridades yanquis califican de «altamente irresponsable». Pero qué importa la verdad histórica; el circo está montado, el mensaje es inequívoco: ¡Si te rebelas contra nosotros, caerá sobre ti todo el peso de la Ley! (1)
¿Cuál Ley? La de Espionaje, aprobada en 1917; nunca antes aplicada a un periodista. Los abogados de la defensa Edward Fitzgerald y Mark Summers han ido desmontando cada uno de los argumentos acusatorios, pero, aun así, el caso persiste. Hay demasiado en juego: la CIA está involucrada hasta el tuétano. El analista Christopher Lynn Hedges, en su comentario “El Gran Inquisidor de Julian Assange”, acusa a la agencia de inteligencia estadounidense de ser parcial al solicitar el encarcelamiento del mentado activista en los Estados Unidos ”debido a la publicación de los documentos conocidos como Vault 7, que exponen herramientas de piratería informática que permiten a la CIA acceder a nuestros teléfonos, ordenadores, televisores, convirtiéndolos -incluso cuando están apagados- en dispositivos de vigilancia y grabación”. Visto de este modo, quien debía estar en el banquillo de los acusados se vuelve una especie de fiscal. (2)
Hay más: el traslado de Assange hacia USA supondría una violación del tratado británico-estadounidense de extradición, pues los delitos imputados son de carácter político, contrarios a su libertad de expresión. Todavía no se sabe cómo ni cuándo finalizará el amañado proceso, lo cierto es que la salud de Assange se deteriora con cada día incierto. Si Assange “gana” su caso, irá a apelación total. Si pierde, el único obstáculo que queda para su extradición reside en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), donde ya tiene una solicitud presentada que podría detener o aplazar su extradición.
Ahora nuevamente llueve sobre mojado, mientras las movilizaciones internacionales de solidaridad con el acusado se incrementan e incluso se le ha nominado para el Premio Nobel de la Paz. Entonces aquí es preciso detenerse, porque el susodicho reconocimiento le quedaría demasiado pequeño, más bien sería ofensivo, al haber sido este lauro desprestigiado con el otorgamiento a políticos oportunistas, defensores de la guerra, como 2009, cuando se le concedió a Barak Obama, quien durante ocho años al frente de la Casa Blanca envió a combatir a compatriotas a Afganistán, Irak y Siria. Assange no debe ser reducido dentro de esos deleznables términos. En realidad, a Assange debe asumírsele como conciencia crítica y digna del mundo.
3 comentarios
Una vez más quedo informado de manera magistral por éste artículo que sintetiza todo un amañado proceso contra un valiente y honesto profesional que puso al desnudo las verdades de una falsa democracia. Gracias!!
El monumento que la Historia de la Humanidad obligará hacer a los EUA para Julian Assange, tendrá que ponerse al lado del de Abraham Lincoln homenajeando las libertades proclamados.
Assange, arbitrariamente ya ha sobrecumplido con creces criminal e injusta privación de libertad sancionado por ejercer la cacareada e hipócrita, en este caso inconveniente
«libertad de expresión»