Cautivó con su estilo muy personal. / Leyva Benítez
Cautivó con su estilo muy personal. / Leyva Benítez

Conversación en el tiempo

Sin renunciar a las raíces volviste presto al encuentro, este nunca cesa, aunque medien distancias geográficas. Quizás por esto lo primero que escuchamos en el habanero Coliseo de la Ciudad Deportiva fue tu agradecimiento: “Siempre pienso que el cubano es mi mejor público por la atención y el respeto que me brinda, pero ustedes se pasaron”. El escenario estaba muy distante de las voces y de las emociones que disfrutaban el recibimiento; sin embargo, la música estableció ese nexo imprescindible, irrepetible, entre el artista y sus destinatarios.

Al parecer, estabas decidido a contar historias conocidas, recordé las palabras que me dijiste hace muchos años: “Soy un melodista por antonomasia, profundamente barroco. Bach me produce angustias y divertimentos”. Esta proyección, que nunca revelé antes desde las páginas de BOHEMIA, retorna ahora a flor de piel al escuchar Comienzo y final de una verde mañana y tantos otros temas arropados por la nostalgia de ayer y de hoy.

Estás en tu Habana, como parte de la gira Días de Luz, que ya germinó en Estados Unidos y España, pero el estar tiene la resignificación de validar la estética de un cantautor concentrado en un sinfín de ideas antiguas y nuevas. En aquella breve conversación me dijiste: “Nací en Bayamo, no lejos de la cuna del son. Ambos forman parte de mi poética, de las letras que alimentan cada canción”. Traes de vuelta esos ancestros al enfatizar esta noche que ese género forma parte de tu idiosincrasia. Lo entregas incluso cuando hablas de “un corazón que rechaza los quebrantos”.

Miguelito Núñez, una presencia indispensable en el concierto, agregó a las partituras de canciones emblemáticas, otras nuevas. / Leyva Benítez

Tu historia nutrida durante seis décadas fue abrazo para las generaciones que coincidieron en esta esperada cita, defendida hasta la saciedad en las redes sociales. En el interior del Coliseo, los celulares pueblan un cielo de luz al compás de Nostalgias y Días de gloria, temas compuestos hace solo dos años, y en ellos los sentimientos vuelven a liderar.

¿Eres un nostálgico?, pregunté durante aquel nunca olvidado diálogo. Recuerdo el silencio y una sonrisa. Ahora respondes con tu música, junto a Miguelito Núñez, quien te acompaña desde hace 34 años; ambos tienen la complicidad del placer por el arte. La originalidad y las progresiones armónicas revitalizan tu quehacer, que ya ha sido cantado, resurgen sin fórmulas establecidas; el deseo de hacer y el oficio cultivado desde acontecimientos inmemoriales llenan todo el espacio circundante.

De imperfecciones hablas en tu obra grande, que tiene en Yolanda una cumbre alta. El amor es un tema recurrente visto desde la angustia, el temor, las incomprensiones. Tal vez por eso jamás olvidas Pecado original y las tantas añoranzas desplegadas en la adolescencia, el crecimiento espiritual, lo que fue y ya no es.

El cello explora la inmensidad del recorrido impuesto por el acontecimiento de este concierto, en el que pareces ratificar tus palabras de otras ocasiones: “En mí las confluencias son decisivas. Por esto voy a las esencias de la cultura desde Miguelito Cuní hasta Chapotín y los devuelvo con la audacia presta para incorporarlos a mi experiencia”.

Ahora, frente a miles de cubanos, lo logras de nuevo al recrear De qué callada manera, de nuestro Poeta Nacional Nicolás Guillén. Y comentas: “Una canción pequeña para un poema grande”.

El recuerdo es una magia imperecedera y me sacude al escuchar el cello milagroso que desde el escenario escolta a tu timbre peculiar, el cual educó el inolvidable maestro Luis Carbonell.

Ya en la casa comienzo a escribir y me es imposible olvidar el sentimiento, a la par, el concepto llena de intensidades la remembranza de nuestra breve conversación, para que, no importa el tiempo transcurrido, dinamice con bríos la impronta de la memoria y del presente.

No puedo dejar de reflexionar sobre tu estética, que da rienda suelta al conocimiento del otro ser humano y al placer de revitalizar lo más recóndito del alma.

Aunque este junio, en Cuba, antes del concierto, no concediste ni conferencia de prensa ni entrevistas, tu pensamiento es altamente revelador de expresiones inmanentes a la necesidad de la autoconciencia social.

¿Eres el mismo que nutrió en los tiempos iniciales el Movimiento de la Nueva Trova? Solo tu música responde tal interrogante, vuelvo a sentirla desde la exteriorización de interioridades concentradas en cantar sobre lo esperado, lo conocido y lo desconocido, para acercarte a las personas.

De tu filosofía forma parte el concepto del tiempo, por eso debo haberlo nombrado a cada paso de este recorrido, o puente hacia aquella conversación que las vivencias en el Coliseo hicieron aflorar. Ahora fuiste intenso al nombrar a Nancy, tu esposa, y a las eternas amadas, compañeras de todos los tiempos, tus canciones que convocaron, estrecharon la pasión sin distancias u olvidos. Sigues creciendo en el breve espacio en que no estás al defender eternamente la desnudez de las razones y en especial lo propio, auténtico, de ser Pablo Milanés.

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