“¡Cuán poco cuesta el buen hablar!”

Pensemos en la experiencia placentera de entendernos y comunicarnos mediante nuestro rico idioma que, en ocasiones, es empobrecido por la deficiente dicción de hablantes en diferentes espacios televisuales


En el siglo XXI la revolución tecnológica favorece el constante flujo de informaciones e imágenes. El consumo ha cambiado, a diario prevalecen los productos comunicativos digitalizados, en ellos convergen el sonido y la visualidad, que forman parte de estrategias de creatividad en la red y dan lugar a nuevas formas perceptivas e intermediales.

Nunca lo olvidemos, cada persona es portadora de cultura la cual se adquiere desde la niñez. Ver, escuchar, hablar, comunicarse son acciones que forman parte de la praxis cotidiana, demandan conciencia, entendimiento, capacidad de conocer.

El consumo televisual contribuye a nutrir el proceso de enseñanza-aprendizaje. Una estrecha sinergia entre la imagen y el verbo ocurre cuando todos los elementos se interrelacionan en el discurso narrativo, conforman un lenguaje diáfano, verosímil, este es imprescindible durante el establecimiento de nexos y puentes comunicativos, de lo contrario, falla la necesaria conexión para estar juntos, compartir o disentir sobre asuntos de interés común.

Ocurre, en ocasiones, que jóvenes actores y actrices y conductores de diferentes espacios no velan por la correcta dicción. Suelen olvidar que es tan importante el fonema como la grafía. Apremia comprenderlo e interiorizarlo en beneficio de nuestro idioma y de la sociedad cubana.

¿Por qué directoras, directores y otros miembros de los equipos de realización no siempre están pendientes de lo que se dice y cómo se dice ante cámaras y micrófonos?

Menospreciar el idioma impide el desarrollo del intelecto y de la capacidad de adentrarse en los diferentes campos del saber. Nunca olvidemos la expresión de don Juan Manuel, un escritor español que vivió en el siglo XII: “¡Cuán poco cuesta el buen hablar!”. Lo cita Francisco Pérez Sanfiel en el libro Temas para hispanohablantes (Editorial Científico-Técnica), un título de referencia obligada.

Programas dirigidos al público infantil: Aventuras con el televisor (martes, 4: 15 p.m.) La juguetería (miércoles, 5:00 p.m.) y Rodando fantasías (viernes, 4:30 p.m.), todos por Cubavisión, visibilizan historias de densidad espiritual y prácticas de producción simbólica que hacen énfasis en la corrección de los hablantes.

Asimismo, en tal sentido se han orientado varios libros de la locutora, periodista y directora radial Josefa Bracero, quien ha insistido en la labor de personalidades dedicadas al conocimiento del idioma, en mantener la calidad del subtitulaje de materiales fílmicos y en todo lo que incide en el cabal aprendizaje del español.

Foto. / Leyva Benítez

La adquisición de hábitos culturales influye en el léxico, en el ver/descubrir lo valioso durante la vida, pues la información ya no transita en un solo y único sentido, la lógica que caracteriza la relación entre los medios de comunicación y los espectadores es cada vez más circular, por esto se requiere el adiestramiento en la lectura de los relatos audiovisuales.

Vivimos en un sistema-mundo donde acontecen reconfiguraciones, dada la convergencia de novedades, exigencias de la socialización de contenidos en beneficio de la cultura en el sentido más amplio, de la educación y los usos de blogs, Twitter, Facebook y  YouTube.

Es preciso pensar en las vías posibles de contrarrestar la influencia de la industria hegemónica del entretenimiento. El facilismo, lo manido, afecta la relación empática entre el audiovisual y sus destinatarios. De ningún modo bastan las buenas ideas, hay que desarrollarlas mediante puestas novedosas.

De hecho, la TV se apropia de múltiples voces para construir un polidiscurso, el cual explora la dimensión interior de las personas. En la era de las tecnologías, la representación es la manera de hacer visibles, con imágenes y palabras, las complejidades de la cultura. Hay que interpretarlas, captar los mensajes implícitos o explícitos. Cualquier distracción o dejar hacer sin rigor artístico atenta contra nosotros mismos.

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