Cubanidad, santa palabra

El inolvidable maestro Tata Güines defendió lo genuino en su música.
El inolvidable maestro Tata Güines defendió lo genuino en su música. / Foto: Leyva Benítez

¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿Hacia dónde vamos? Las respuestas a estas interrogantes son parte de nuestro acontecer cotidiano.

En la democratización de la cultura emprendida por la Revolución en 1959 el nexo entre los procesos culturales y educativos expresa una oportuna sabiduría: la independencia nacional tiene su más firme basamento en el compromiso de cada individuo para desarrollar la capacidad de resistencia contrahegemónica. Su misión esencial es nutrir el espíritu, revelar valores, formas de comportamiento, favorecer el crecimiento de cada miembro de la sociedad.

De ningún modo podemos desconocer que el principal instrumento de dominación con que cuenta el imperialismo es cultural e informativo. Ha logrado que prevalezcan en el mundo de manera aplastante los patrones de la industria del entretenimiento y de la maquinaria mediática a su servicio. En el presente la humanidad sufre la ofensiva de una colonización cultural a gran escala.

En las actuales condiciones es imprescindible mantener la coherencia de la política cultural, pues constituye una tarea prioritaria frente a los intentos de los enemigos de dividir el movimiento artístico y manipularlo con fines subversivos.

Quizá como nunca antes debemos enfrentar realidades y debilidades en torno a la presencia de la verdadera cultura en las redes, desde la producción de contenidos hasta su difusión.

El ser uno mismo descuella en todos los combates. De acuerdo con don Fernando Ortíz: “No basta para la cubanidad tener en Cuba la cuna, la nación, la vida y el porte, aún falta tener la conciencia. La cubanidad plena no consiste meramente en ser cubano por cualquiera de las contingencias ambientales que han rodeado la personalidad individual y le han forjado sus condiciones, son precisas también la conciencia de ser cubano y la voluntad de querer serlo”.

Sin duda, la unidad en torno a nuestro proyecto de independencia y justicia social es imprescindible, en las fronteras de la mayor de las Antillas y más allá de ellas.

Consideramos que la cultura es, para nosotros, el rostro coherente, unitario, de una sociedad. En nuestro caso, se trata por excelencia de la cultura cubana, vinculada, desde luego, a las de la humanidad. Este criterio sustenta la expresión de Fidel cuando dijera que “la cultura es lo primero que hay que salvar”. Sobre ello volvió en varias ocasiones.

En otra oportunidad alertó: “Un problema terrible que estamos padeciendo es el de la agresión a nuestras identidades nacionales, la agresión despiadada a nuestras culturas, como jamás ha ocurrido en la historia, la tendencia hacia una monocultura universal. ¿Se puede concebir un mundo semejante? No se trata de un mundo que combine la riqueza y la cultura de muchos países, sino de un orden mundial que, por definición, destruye la cultura, una globalización que destruye inexorablemente la cultura. ¿Qué es patria sino una cultura propia? ¿Qué es identidad nacional sino una cultura propia?”.

Pasiones infinitas

El hecho de acudir a la eticidad y la riqueza de lo propio son baluartes. Por ejemplo, en la música, compositores e intérpretes brindan un valiosísimo bagaje que se nutre sin olvidos o silencios.

Recordamos la figura de Tata Güines, quien hace varios años reconoció en exclusiva para BOHEMIA: “Mis manos tienen la fuerza de los ancestros. Los alimento al cultivar la rumba cubana. He aprendido mucho y transmito a los jóvenes todas las experiencias, no me guardo ninguna. En esta isla damos sin pedir nada a cambio”.

Por su parte, Omara Portuondo ha destacado la valía de su repertorio repleto de valores patrimoniales. “Tengo muy viva la memoria. Jamás olvido a los grandes que se mantienen vigentes en la memoria y en el alma”.

La diva del filin, Omara Portuondo, se distingue por su carisma.
La diva del filin, Omara Portuondo, se distingue por su carisma. / Foto: Leyva Benítez

El violinista y director de jazz band Joaquín Betancourt destaca el brío de los más jóvenes. “Ellos aprenden de los maestros, y muestran preocupación por incorporar nuevos saberes sobre el danzón, el bolero, el jazz. Ese espíritu de superación los motiva sin confiarse solamente en lo aprehendido”.

Joaquín Betancourt ha contribuido a la formación de varias generaciones de músicos.
Joaquín Betancourt ha contribuido a la formación de varias generaciones de músicos. / Foto: Leyva Benítez

La Musicalísima, Beatriz Márquez, reconoce el arte autóctono en la obra de compositores cubanos. “Interpreto la música de Juan Almeida por su belleza y calidad. También le rindo homenaje a un patriota de corazón y de acciones muy querido por el pueblo”.

Beatriz Márquez es un referente por su personal estilo.
Beatriz Márquez es un referente por su personal estilo. / Foto: Leyva Benítez

El inolvidable Juan Formell siempre pensó en el bailador. “Tanto las mujeres como los hombres tienen la cadencia de la cubanía. En ningún otro lugar del universo las personas comparten ese júbilo intenso, esa cadencia que nos identifica. Ser cubano es un valor inconmensurable y lo defendemos con orgullo”.

El nombre del maestro Juan Formell descuella con luz propia en la cultura de nuestro país.
El nombre del maestro Juan Formell descuella con luz propia en la cultura de nuestro país. / Foto: Leyva Benítez

La educación, la ciencia y la cultura han sido pilares de la forja de nuestra nación desde el inicio del proyecto revolucionario. Conquistamos el derecho a existir con dignidad y el plano ejercicio de un pensamiento que ha tenido como principal fuente la tradición histórica de Cuba, otro potente bastión para este y todos los tiempos.

 

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