De mazazos e ilusos

El campo de batalla no cuaja para Kiev y los paranoicos no frenan


Las definiciones no deben demorar mucho. Cuando no haya ni militares ucranianos ni presunta autoridad oficial que oponer a Rusia en la sangrienta trama que orquestaron Washington, la OTAN y los fascistas de Kiev contra Moscú, habrá llegado la hora cero. Entonces, o se impone la cordura o la humanidad puede decir chao, eso si el hongo atómico da tiempo de articular un adiós final.

No es ni un chiste malo, ni una predicción de pesimista empedernido. Resulta, eso sí, lo que se está proyectando todos los días desde que la Casa Blanca mintió a Mijaíl Gorbachov en la década de los 90 acerca de que las fuerzas otanistas “no avanzarían un milímetro al Este”. Desde que los acuerdos de Minsk se firmaron en 2014 con la contraparte rusa sabían de antemano que ellos no iban a cumplirlos, pues solo los aceptaban para ganar tiempo en el rearme ucraniano. Desde que se colocó en el cuello del Kremlin la opción de bajar la cabeza o responder golpe por golpe al ataque contra su seguridad e integridad, y que se desataron sucesivas olas de sanciones económicas contra el “ogro oriental” y se vaciaron las arcas y arsenales del Oeste en el intento de derruir de una vez por todas a uno de los dos grandes obstáculos a la expansión hegemonista y totalitaria de USA a escala planetaria.

Los trasegadores de la muerte tienen la última palabra. / hispantv.com

Quebradero tras quebradero

Ellos, los que tramaron y orquestaron este dislate de locos frenéticos y cegatos, seguramente ya admiten en voz queda que los cálculos no fueron exactos… como todo lo que se urde sin objetividad y bajo el cuño de la irreflexión, el odio y la prepotencia.

Los sueños de una ofensiva de primavera yacen bajo toneladas de hierros calcinados por la metralla rusa y en las criptas y fosas de los soldados ucranianos llevados al matadero para que Joe Biden se pinte de “duro” ante los electores nacionales, si llegase a disputar la presidencia norteamericana en 2024, y los subalternos de la OTAN no suden frío si sus ciudadanos despiertan un día y acaban de entender que su “Estado de bienestar” se fue por el sumidero del derroche financiero-militar otorgado a Kiev para nada.

He ahí un primer gran peligro, y uno de los pivotes cruciales para que la guerra se siga insuflando como vía inexorable, y lo peor, para que los locos por sus ambiciones decanten cada vez más los límites de su apadrinamiento generalizado del neofascismo y de su actuar ya altamente desembozado en la vana pretensión de imponerse por la fuerza al Kremlin.

Es la ruta que justo puede desembocar sin remedio en el fin de la presencia del hombre sobre la faz de la Tierra si las claves de las armas nucleares accionan al toque de la irresponsabilidad que algunos no esconden ni atajan en su frustración, porque el capricho simplemente no se les da ni por milagro. Y es que hasta la “magia” está también en la mira de los misiles hipersónicos rusos.

Menos trágico que la voladura del planeta, pero también inestable y quimérico en su esencia, es el run-run que recorre algunos despachos acerca de establecer una línea de demarcación desmilitarizada en el Este de Ucrania, al estilo de la creada entre las dos Coreas en los años 50 del pasado siglo, de manera de “congelar” el actual conflicto.

De hecho, quien conozca algo de lo que ese artificial trazado ha implicado en el caso coreano, sabrá discernir que de lo menos que se trata es de una solución coherente y firme, y que su derivación no será otra que una suerte de nuevo y tenso muro entre políticas contrapuestas levantado a instancias de los que tanto clamaron y tergiversaron contra el de Berlín en los años de la Guerra Fría.

El otro componente, dicen expertos, sería la vuelta a los principios presentes en los acuerdos de Minsk de 2014 y que ni Washington, ni sus socios de la OTAN, ni Kiev consideraron jamás asumir a pesar de haberlos rubricado, porque nunca dejaron de ser un cebo traicionero destinado a ganar todo el tiempo posible para rearmar a Ucrania contra las repúblicas rebeldes del Donbás y la segura contienda con Rusia.

En principio, una interrogante es inevitable en este caso, porque Moscú no tendría estímulo ni interés alguno en hacer el papel de burlado por segunda ocasión consecutiva. En pocas palabras, no puede haber la más mínima confianza en volver sobre lo mismo con gente que quiso tomarte el pelo a sabiendas.

Por otra parte, y de salvarse tan gran primer obstáculo, nadie podrá ahora evitar que Moscú asuma una remodelación de los términos en un nuevo protocolo tras más de un año de combates exitosos, la realización en el Donbás de plebiscitos populares y la incorporación de esos territorios a la Federación Rusa por absoluta voluntad de sus ciudadanos.

Resultaría además un hecho que Ucrania ya no sería más, geográfica ni políticamente, la misma que fue en relación con su divisoria oriental hasta el inicio de la Operación Militar Especial… y eso deberá agradecerlo, en primerísima instancia, a los que tramaron el violento cambio de gobierno en Kiev en 2014, dejaron nazificar la nación, alentaron la guerra total contra Rusia, trasegaron armas y dinero a manos llenas con ese propósito destructivo y tendrán que asumir el buche amargo de su fracaso, y, si acaso sienten un mínimo de pudor, también la responsabilidad por los sonados daños humanos y materiales entre quienes convirtieron en neta carne de cañón desechable para intentar hacer prevalecer sus intereses hegemónicos.

De todas formas, ojo… porque todavía se sigue hablando desde algunas capitales occidentales de que “nada está perdido aún” y hasta de presuntas “sorpresas bélicas” en ciernes; mientras la cacharrería germana, gringa, británica, francesa y de otros muchos del Oeste se fríe bajo la cohetería, la artillería y la aviación rusas, los militares de Kiev caen por centenas, y golpes y complots antirrusos resbalan como naipes vencidos uno tras otro.

La solución objetiva está a la mano: o se asume la realidad y se cierra el capítulo en términos decentes y lógicos a tono con la vigente correlación de fuerzas o viviremos todos, sin excepción, horas más tensas y riesgosas en el inmediato camino al posible patíbulo nuclear… los intrigantes tienen entonces la palabra.


CRÉDITO PORTADA

Rusia no apunta para nada a ser la vencida en esta guerra con Occidente y Ucrania. / Sputnik.

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Un comentario

  1. Nestor, lo que escribes en este artículo es una verdad de perogrullo. Es increíble que Zelensky, a pesar de sus errores políticos, no haya pensado en lo que comentas aunque sea una sola vez, para buscar la paz, la tranquilidad y el bienestar del pueblo ucraniano y no perder más soberanía sobre sus territorios. En el futuro se conocerá, a pesar de las ambiciones de la OTAN y el Occidente Unido, que llevó a este hombre, su gobierno y su ejército, a incurrir en tantas aberraciones belicistas. Este conflicto armado es para Ucrania la crónica de una muerte anunciada. Pensando en lo que deba ocurrir en el futuro inmediato, solo puedo sacar las siguientes conclusiones. 1. Al ganar Rusia esta contienda, como lo indica la lógica más elemental, que será de Ucrania: desaparecerá como país, a lo que quede de su antiguo territorio permitirá Rusia que sea invadido o tomado a la fuerza por la OTAN y el Occidente Unido y que se queden los dos mirándose a la cara frontera con frontera. No quisiera ser pesimista pero me parece que en pocos meses vamos a ver a Ucrania entera formando parte de Rusia, no hay alternativa. 2. Ya no veo mucho espacio ni tiempo para llegar a un acuerdo de paz entre las partes, vía diplomacia. 3. El uso de las armas nucleares para terminar el conflicto no se maneja tácitamente, pero si está sobre la mesa, porque la testarudez político-militar de la parte ucraniana, la OTAN y el Occidente Unido no tienen límites, y al menor indicio de que lleguen armas de ese tipo a territorio ucraniano Rusia va a lanzar un golpe nuclear preventivo. 4. Solo la diplomacia oculta entre las dos grandes potencias nucleares, dando puñetazos sobre la mesa, quizás pueda acercar a los contendientes a buscar un arreglo, si no se olvidan que hay toda una humanidad esperando por el raciocinio de ambos.

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