Despertar la curiosidad

Ver en la pantalla la creación de conflictos, circunstancias, hechos reales, frustraciones, angustias, alegrías, esperanzas o, simplemente, lo real tal cual, exigen muchos televidentes de diferentes generaciones; otros prefieren la edulcoración de ese complejo universo; no faltan los interesados en la recreación artística de lo humano, lo posible, lo imposible. No podía ser de otra manera, pues la comunicación televisual como mediación social, político-ideológica, cultural, estética, aporta en el siglo XXI nuevas destrezas, lenguajes, escrituras audiovisuales e informáticas.

Como sabemos, la cultura contemporánea de ningún modo puede desarrollarse sin los públicos masivos. En su estatus de institución, la TV produce y reproduce múltiples sentidos, propone mundos posibles, aceptados o rechazados por los destinatarios que, en opinión de los semiólogos Paolo Fabbri y Umberto Eco, nunca reciben un mensaje único, sino muchos. Por esto es necesario considerar las perspectivas lingüística y visual del ser humano, que no son solo objetivaciones del pensamiento, en su aprehensión y condicionamiento, sino también fuentes inagotables de creación.

La televisión en tanto servicio, facilita, transmite códigos, democratiza el acceso al conocimiento. El acelerado crecimiento de la ciencia impone hoy una rápida obsolescencia de saberes que realizadores de varios países llevan a la ficción para mover el pensamiento de las audiencias.

Elocuente en tal dirección es el espacio Mentes criminales (Multivisión, lunes, miércoles, viernes, 8:44 p.m.). Desde diferentes puntos de vista sus creadores abordan casos de asesinatos que dan lugar a procesos de discernimiento de expertos, el esclarecimiento de lo ocurrido, el castigo al asesino y, en consecuencia, la presentación de actos de justicia con la víctima, los familiares, incluso la comunidad.

Prevalecen en este programa, investigaciones de hechos, búsqueda de causas, obligadas referencias a historias de vida, al individuo, su entorno. Mediante fotos, testimonios, filmaciones, grabaciones, métodos de investigación forense, amplia utilización de un arsenal tecnológico y, lo fundamental, la inteligencia colectiva, se llega a conclusiones, al clímax, desenlace de cada historia.

En la intencionalidad de guionistas y directores prevalece el propósito explícito de demostrar el interés de la institución criminalística por resolver cada caso, defender la verdad, fundamento que legitima su razón de ser.

Pocas veces suele reflexionarse sobre el valor de la música en función de destacar la cientificidad del relato. En una oportunidad el maestro Leo Brouwer nos comentó en exclusiva: “Cada imagen para que sea verosímil necesita sonidos, valores sonoros adecuados. Nunca podemos molestar el curso de la trama, nos corresponde interpretar lo que se quiere decir, cómo se quiere decir. Todo esto tiene connotaciones científicas y artísticas”.

El maestro Leo Brouwer ilumina la creación artística con sus aportes conceptuales.
El maestro Leo Brouwer ilumina la creación artística con sus aportes conceptuales. / Leyva Benítez

Ciertamente, cada narración destinada a ser consumida es un texto abierto, el cual exige la acción participativa del lector/televidente para ser completado en todas sus dimensiones.

En esencia, la TV estimula la curiosidad para dejar insomne la necesidad de indagar, volver sobre antiguas, nuevas interrogantes, práctica de los antiguos filósofos griegos, que necesitamos cultivar con sistematicidad, en la era contemporánea y en el futuro.

El audiovisual es una fuente generadora de aproximaciones a la realidad social vista mediante historias locales que no solo se presentan desde el universo estético, sino también cognitivo, lo cual desempeña un papel crucial al momento de reflexionar sobre cuestiones susceptibles a las mayorías en cualquier lugar del mundo. Pensemos en esto.

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