Este 19 de agosto arribamos a los dos siglos de que la conspiración de los Soles y Rayos de Bolívar, una de las primeras tentativas cubanas con aspiraciones independentistas, fuera frustrada por el régimen español, pero sembró una semilla para nuevas contiendas por la liberación
En la década del 20 del siglo XIX, la actividad independentista en nuestro país recibió la influencia del proceso emancipador latinoamericano con un sentimiento anticolonial y la admiración por Simón Bolívar, quien trataba de materializar el fin del dominio español en América. El padre Félix Varela, sin duda considerado el revolucionario más radical y la inteligencia más clara de dicho siglo, reafirmó en sus palabras: “Yo soy el primero que estoy contra la unión de la Isla a ningún gobierno y desearía verla tan isla como lo es de la naturaleza”.
Este 19 de agosto se cumplen 200 años de abortada la conspiración de los Rayos y Soles de Bolívar, uno de los primeros intentos con ansias independentistas. Tenía como principal figura a José Francisco Lemus, joven habanero que se distinguió como hombre de acción del Partido Criollo. Su objetivo era crear la República Independiente de Cubanacán.
Salió de La Habana en 1814 hacia Estados Unidos, estableció contactos con agentes colombianos y le entregaron los grados de coronel del Ejército de Bolívar; luego en la capital cubana, para lograr sus propósitos, contactó con intelectuales y comerciantes latinoamericanos como el argentino José Antonio Miralla, el venezolano Juan Jorge Peoli y el colombiano José Fernández Madrid. México y Colombia tenían el propósito de ayudar a la liberación de Cuba; temían que la metrópoli, ya casi derrotada –lo demostró la batalla de Ayacucho en diciembre de 1824 como la última y decisiva gran cruzada de las guerras de emancipación de América del Sur–, utilizara a la Isla como otra base de operaciones contra las naciones del continente.
José Francisco Lemus, a partir de 1823, utilizó la Logia Soles y Rayos de Bolívar para extender la conspiración, y se considera que sus homólogas eran Caballeros Racionales de Matanzas y Cadena Triangular de Camagüey. Diseñaron su bandera, con el centro azul turquí y en el punto medio un sol brillante de color plateado. El plan de los conspiradores proyectaba la acción combinada de tropas bolivarianas con el movimiento en Cuba; se dependía de la ayuda exterior. Lemus elaboró proclamas para lanzarlas el día del inicio del levantamiento. En la primera de ellas proponía la razón y sus objetivos:
“[…] el gobierno supremo residirá en el gobierno supremo de la feliz Cubanacán, y seremos desde hoy los únicos dueños y reguladores de nuestros empleos, de nuestra industria, y de nuestra amistad y comercio con todos los extranjeros […] desterremos de nosotros los ridículos rangos y jerarquías con todos los signos de la soberbia y la ignorancia, como ajenos del carácter virtuoso del hombre libre; no nos sea conocida otra distinción que la debida al verdadero mérito: tratemos con dulzura a esos infortunados esclavos, aliviando su doloroso destino, mientras que los representantes de nuestra patria propongan los medios de su feliz redención, sin perjuicio de particulares intereses: ellos son hijos de nuestro mismo Dios […]”.
En las proclamas citadas se expresa la decisión independentista y la posición abolicionista, parte de las mismas consideraciones éticas de Varela: los esclavos son iguales al resto de los hombres y debían serlo también ante la ley.
Se vivía en una sociedad de enfurecidos y duros esclavistas donde el poeta independentista José María Heredia, quien también estaba involucrado en el movimiento, veía conjugarse “las bellezas del mundo físico y los horrores del mundo moral”.
Un ejemplo de su influencia a aspiraciones de libertad es su poesía patriótica se refleja en su obra el Himno del Desterrado: Cuba, al fin te verás libre y pura/ como aire de luz que respiras/ cual las ondas hirvientes que miras/ de tus playas la arena brotar. Es considerado el primer poeta independentista nacional; realiza un llamamiento lírico al combate, como inicial condenación a la indiferencia ante el yugo colonial.
Así exaltó José Martí a Heredia: “¿Quién si no cumple con su deber, leerá el nombre de Heredia sin rubor? ¿Qué cubano no se sabe de memoria alguno de sus versos, ni por quién sino por él y por los hombres de sus ideas, tiene Cuba derecho al respeto universal?” […] él era de fuerza bolivariana y tuvo a la vez el fuego del Libertador y de sus poetas”.
El nombre de la conjuración se originó de la forma en que se nutría de prosélitos la sociedad: cada iniciado reclutaba otros seis, entonces él recibía el grado de Sol y los juramentados formaban sus rayos. Al no poder expresarse públicamente para las ideas políticas, en las actividades conspirativas se utilizaron las logias masónicas, asociaciones con fines altruistas (de amor y ayuda al prójimo).
En varios puntos de las actuales provincias de La Habana, Pinar del Río y Matanzas, el movimiento tenía ramificaciones y es muy probable que contara con el apoyo de núcleos revolucionarios en Puerto Príncipe y Oriente. Los conspiradores conocidos pasaban de 600. Lograron complotar a sacerdotes, jueces y hasta algunos labradores menesterosos del campo y gentes de color, seducidos por algunos alcaldes, regidores y vecinos de igual categoría.
Llevaban casi cuatro años de trajines conspirativos. Espías del capitán general Francisco Dionisio Vives se infiltraron en la conspiración y lo mantuvieron informado del proyecto independentista. En agosto de 1823, días antes del alzamiento, los principales jefes fueron detenidos y condenados a destierro.
El 14 de agosto comenzaron los arrestos, cinco días más tarde Lemus es apresado en Guanabacoa. La causa involucró a 602 acusados, pero el capitán general decidió evitar efusiones de sangre que trajeran males mayores y mostró algún tacto, al final las autoridades coloniales trataron de minimizarla para evitar el ancho bando de resentidos contra el gobierno. A Lemus y Peoli les remitieron a España a disposición del gobierno, otros conspiradores fueron condenados a gruesas multas y no pocos, como Heredia, Francisco Agüero, Andrés Manuel Sánchez, José A. Iznaga, Gaspar Betancourt Cisneros, José A. Arango, lograron escapar al extranjero.
A pesar del fracaso, el proceso de formación nacional se evidenció en estos movimientos independentistas. Pretendían la creación de un Estado nacional integrado por ciudadanos iguales ante la ley. Por tanto, Varela y Lemus se consideran verdaderos exponentes de la nacionalidad y nación en formación.
Este movimiento, como otros estimulados en los años 20, no logró sus objetivos. No fue una tendencia política fuerte. Según el historiador Jorge Ibarra Cuesta “[…] dado el carácter incipiente y embrionario de la clase media, portadora del proyecto independentista […]. Por el momento, el proyecto/nación no se había constituido y los estratos y las clases que objetivamente debían formar parte de él, las grandes masas de esclavos africanos, un restringido sector campesino, el artesanado y la intelectualidad no tenían una plena conciencia de su interés nacional”.
Indiscutiblemente, también influyó en el fracaso del movimiento independentista la actitud de los grandes productores esclavistas y la de los círculos de poder de los Estados Unidos en contra de la independencia de Cuba. Muchos historiadores lo consideran un evento prematuro, pero emitió su luz a los engranajes de las futuras contiendas por la independencia nacional.
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Fuentes consultadas:
Los libros: Varela el precursor. Un estudio de época, de Jorge Ibarra Cuesta; Historial Militar en Cuba (1510-1868), del Centro de Información para la Defensa (MINFAR) y Carta a Enrique Trujillo, Nueva York, noviembre de 1889, de José Martí.