El cine es el cine

Diferentes estéticas, formatos, lenguajes, revelan características de las series y del séptimo arte al privilegiar maneras particulares de comunicar, seducir, llegar a diferentes públicos desde edades tempranas


En el siglo XXI guionistas y realizadores buscan nuevas formas para satisfacer la demanda humana de proyectos audiovisuales. Son conscientes de que el mundo mediático se transformó debido a mecanismos movilizadores: tecnologías, contaminaciones estéticas, entretenimientos, leyes de medios; dado este panorama, buscar la comunicabilidad, la innovación, exige incluir diversos formatos que privilegien relatos ricos en vivencias, imaginación, expresividad.

La idea es proveer a los públicos de historias inspiradas en gustos, interrogantes, amores, soledades, conflictos cotidianos desde visiones individuales y colectivas. Como diría el maestro Jesús Martín-Barbero: lo que sabemos, lo sabemos entre todos.

De alguna manera las series satisfacen dichas exigencias, son producciones surgidas de la estética del cine que asumen la narrativa televisual. Colocan en la pequeña pantalla experiencias fieles a la usanza de saberes, prácticas: repeticiones, goce sentimental, temporadas infinitas. Lo ilustran de modo elocuente Mentes criminales (Multivisión, lunes, miércoles y viernes a las 8:45 p.m.) y Chicago PD (martes y jueves, 8:45 p.m.). Una, y otra, propician discutir ideologías, modelos de sociedad, valores personales.

Ambas series asumen cabalmente la estructura del formato. Según el profesor Omar Rincón son: “Los modos en que se crea, reinventa, un producto televisivo: concepto de la historia, tesis dramática, tono del contrato narrativo, efecto emocional esperado, la forma de interpelar, conectar con las audiencias”.

El profesor Omar Rincón ha llamado a enriquecer el discurso de la TV. / Leyva Benítez

No lo olvidemos: hoy la TV, el uso del celular y las redes sociales ofrecen posibilidades de descargar y consumir series compiladas. También promocionan y difunden el cine; con él, las peculiaridades de un lenguaje que es a la vez arte y tecnología; su especificidad trasciende el modo de construcción de los signos, la naturaleza del código cinematográfico, pues ha instituido un nuevo tipo de imagen artística. En ella las metáforas y demás tropos utilizados intervienen en la textura fílmica, le confieren una carga semántica capaz de provocar en la psiquis del espectador diferentes tipos de estímulos psicosensoriales.

Múltiples razones animan a las personas al demandar variaciones en la presentación de contenidos y formas en un mundo de visualidades cada vez más fragmentado donde las transformaciones propias de la modernidad instauran relaciones que la cultura prefigura.

Se trata de establecer maneras para hacer llegar el conocimiento a tantos sujetos como sea posible; involucrarlos en el relato, hacerlos partícipes, conformes o inconformes, es uno de los principales desafíos en la época actual.

Ciertamente, el cine es el cine con sus dominios del espacio, del montaje, de la luz, del texto fílmico, la dirección de arte, poéticas en diálogos hermosos, punzantes; en estas, entre otras particularidades, reside el encanto que seduce a varias generaciones desde edades tempranas.

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