El Comandante tunero

Él sigue ahí, acompañando cada día el paso de la ciudad entera.
Él sigue ahí, acompañando cada día el paso de la ciudad entera.

Durante muchos años miles de tuneros lo vieron pasar por las más céntricas o apartadas arterias urbanas, casi siempre con un lento caminar, solo interrumpido para, desde su fantástico mundo, largar un silbatazo de alerta a peatones y conductores de vehículos, ordenar el tránsito o permanecer inmóvil durante unos segundos, como una estatua, con la mirada penetrante y fija en algún punto, hasta reanudar la marcha con aquel donaire de caballero andante que le imprimía a la ciudad un toque de indiscutible singularidad y de orgullo.

Excelente reproducción artística de uno de esos personajes a quien todo pueblo adora.
Excelente reproducción artística de uno de esos personajes a quien todo pueblo adora.

Siempre limpio; así se le vio vestido de un verde olivo que, mientras
más parecía decolorar el tiempo, más renovado e intenso se tornaba a
la mirada familiar y popular; cobijado, además, por la boina que
posiblemente siguiera compartiendo espacio junto a él cada noche, a ras de la almohada, y con una mochila tan vacía de objetos materiales como repleta de nobles sueños.

Lo cierto es que Alberto Álvarez Jaramillo tal vez no se percató de cómo su nombre iba quedando relegado a una vieja partida de nacimiento, a un también añejo carné de identidad o a algún registro de consumidores en la bodega, a medida que se acuñaba el epíteto con el que la ciudad entera terminaría identificándolo: Comandante tunero.

De haber tenido luz larga, de alta sensibilidad humana y artística, infinidad de personas hubiesen congelado en una foto la imagen que hoy pudieran mostrar a hijos, nietos, vecinos, visitantes…

Un artista llamado Ángel Luis Velázquez Guerra tuvo, sin embargo, la capacidad creadora y el privilegio de adelantarse en el tiempo a la muerte que para todo ser humano reserva la vida.

“Realmente me sentí motivado a hacerle la estatua al Comandante tunero por la imagen que él daba, reflejo del hombre de pueblo y porque, además, encerraba una historia que nos representa a todos. Por eso, en vida, fui a hacerle la visita a su casa, le pedí permiso a la familia, conversé con él y le tomé fotografías que me servirían para conformar la obra.

“Fue un proceso de creación muy bonito porque al conocer que aquel hombre había fallecido (en el año 2018, con 78 de edad) retomé automáticamente la idea, el sueño que siempre estuvo en mi cabeza: hacerle una escultura en tamaño real para que el pueblo lo recordara por siempre”, declaró el creador en entrevista concedida a Tiempo21, medio digital de la emisora Radio Victoria.

Pareciera que se escapa, día tras día, de su molde escultórico, para andar Las Tunas.
Pareciera que se escapa, día tras día, de su molde escultórico, para andar Las Tunas.

Abril de 2022. De pie, en una posición que si bien transmite reposo no deja la menor duda de su implícito movimiento, una figura humana, masculina, ocupa espacio frente al Fondo de Bienes Culturales, a pocos metros del Teatro Tunas y de la Plaza Martiana… en fin, ahí, en el mismísimo corazón de la ciudad.

A pesar de su baja estatura −1.68 metros− y de un peso corporal que siempre rondó los 49 kilogramos, los tuneros se empeñan en “agigantar” cada vez más a ese hombre sumamente humilde, que cada día escapa de su envoltura en ferrocemento y echa a andar para continuar dejando huellas y marcando pautas por doquier.

“¡Es El Comandante tunero!, ¡Hola Comandante!, ¡Buen día Comandante!…” suelen decir muchas personas, en una suerte de saludo real o de silenciosa complicidad con el pequeño-gran hombre.

¿Qué pueblo, qué ciudad, qué comunidad no los tuvo o los tiene aún? De personajes así, de pueblo, está sembrada Cuba entera. También de artistas, de creadores y “creedores”… sobre todo en lo que sienten: que no dista de lo que ven y está.

Por eso, tantos tuneros agradecen que Ángel Luis se haya adelantado y le robara la segunda base a la muerte de Alberto Álvarez Jaramillo para inmortalizarlo en tiempo y espacio.

En muchísimas mujeres y hombres, verdaderos y entrañables personajes populares, hay sedimentada historia, tradición, cultura, arraigo, admiración, sano orgullo…

Siga viniendo, entonces, la inspiración. Y continúe moldeándose, de hecho, el justo reconocimiento.

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