El libro de Leila Guerriero en la FILH

¡Cuidado! Sitio en construcción. Terreno peligroso: ajuste su velocidad, esté atento a las máquinas de trabajo, no se detenga por mucho tiempo. Los conos anaranjados indican barrera, deténgase o corre el riesgo de accidente mortal.

Podría comenzar así un prólogo cualquiera de un libro que se titule Zona de obras. Pero este no es un manual para constructores, ni choferes, ni peatones.

¿Qué es Zona de obras? Un libro de autoayuda, podrían decir quienes lo asocian al chute de energía que reciben al leerlo para librarse del estrés, aumentar la autoestima, darse palmaditas, fingir ser mejores personas. O es todo lo contrario: un golpe al mentón de la desidia, una sacudida a lo consabido y los espacios comunes, un voyeur que nos cuestiona y fustiga por lo que no hacemos. Una mezcla de vergüenza y optimismo, agobio y liberación.

Es, también, una recopilación exquisita de textos de la periodista argentina Leila Guerriero que reúne columnas, conferencias y ensayos publicados en varios medios y leídos durante encuentros literarios en América Latina y España.

¿Por qué vale la pena escribir? ¿Qué corresponde a un periodista en estos tiempos? ¿Para qué y quiénes se dice? ¿Cómo entrenar la mirada? Leila cimenta estas interrogantes en una suerte de andamio desde el cual apuntala con elegancia cada frase, las moldea, suda, se agota, les da el acabado y luego las derriba para empezar de cero.

En esa intimidad, habla de cine y poesía, de música y cómic, de su infancia y sus lecturas; se ase de Madame Bovary y de la Bibila, de Gay Talese e Idea Vilariño, de Operación Masacre y de Los periodistas literarios para revelar las diferentes fases de la creación y desmontar la idea de que el periodismo narrativo puede ser un oficio de masas que se escribe una tarde de domingo en una puesta de sol. En cambio, “(…) el periodismo es un río múltiple que ofrece muchas corrientes para navegar… si resulta que son buenos, si resulta que lo hacen bien, es probable que tengan, antes o después, uno, alguno, o todos estos síntomas: sentirán pánico de estar faltando a la verdad, de no ser justos, de ser prejuiciosos, de no haber investigado suficiente; tendrán pudor de autoplagiarse y terror de estar plagiando a otro. Odiarán reportear y otras veces odiarán escribir y otras veces odiarán las dos cosas”.

En la certeza de la autora (Qué es y qué no es el periodismo literario: más allá del adjetivo perfecto) uno advierte esa náusea que sobreviene antes, durante y después de redactar un texto. El temblor a haberlo malogrado, la sequedad en la boca, el negarse y retorcerse a sí mismo. “Y, al terminar de escribir, se sentirán vacíos, exhaustos, inútiles, torpes, pero se sentirán aliviados. Y entonces, en pos de ese alivio, se dirán: nunca más (…) Pero una noche, en un bar, escucharán una historia extraordinaria…”

Leila Guerriero (Junín, 1967) es una de las voces más potentes del periodismo latinoamericano. Escritora salvaje, feroz, refinada, ganadora del Premio Gabo 2010 y del Premio Internacional de Periodismo Manuel Vázquez Montalbán 2019. Ha publicado, además de sus artículos en medios como La Nación (Argentina) y El País (España), los libros de crónicas Los suicidas del fin del mundo y Una historia sencilla; y otros que reúnen perfiles a personajes variados como son Frutos extraños y Plano Americano.

Durante la presentación en la Sala Alejo Carpentier del Palacio de los Capitanes Generales, el poeta y escritor villaclareño Geovannys Manso, comentó sobre Zona de obras: “En este libro subyace una defensa a ultranza del periodismo, y no porque el periodismo, el real, el cierto, el innegable, lo necesite, sino porque para Leila Guerriero es un destino elegido, una necesidad visceral”.

Gracias a la Editorial Capiro, el libro de Leila sale a la luz en Cuba por primera vez en formato impreso, aunque de manera online ha sido leído y releído por no pocos en el país. Zona de obras es, sin dudas, un suceso cultural, ahora palpable. Un libro para abrir en cualquier página, a cualquier hora de cualquier día. Una biblia para editores, escritores y lectores, y también una herramienta para desacralizar esa biblia. Es un libro de emociones. Un libro para no salvarse.

“Sálvame de necesitar la mirada de los otros.

Sálvame de ambicionar el camino de los otros.

No me salves de mí.

De todo lo demás: sálvame”.

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