Foto. / CNC TV Granma
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El segundo ataque a Pino del Agua: un combate cruento

Fue el último combate donde participaron juntos los principales fundadores de la guerrilla revolucionaria. Varios rebeldes perdieron la vida y Camilo resultó herido dos veces consecutivas 

Por. / Ariel Pazos Ortiz


El 16 de febrero de 1958 el Ejército Rebelde atacó por segunda vez el enclave militar de Pino del Agua. El violento combate fue el último en que participaron juntos los principales fundadores de la guerrilla revolucionaria: Fidel Castro, Ernesto Che Guevara, Camilo Cienfuegos, Raúl Castro, Juan Almeida, Ramiro Valdés, Efigenio Ameijeiras y Guillermo García.

De acuerdo con las memorias de los participantes, fue un día brumoso en la Sierra Maestra. El ejército de la tiranía contaba con una buena posición en Pino del Agua. Este poblado, a un lado del pico La Bayamesa, se encontraba a unos 35 kilómetros al sur de Bayamo; la guarnición podía contar con refuerzos de esa ciudad y de otros sitios relativamente cercanos.   

Un punto de avanzada en la Sierra Maestra

El entonces capitán Camilo Cienfuegos recibió dos heridas en su intento de tomar, junto a sus hombres, el cuartel de Pino del Agua. / Portal Cuba

Para los inicios de 1958, el Ejército Rebelde tenía cierto dominio de las montañas surorientales. Sin embargo, el enemigo sostenía una guarnición en Pino del Agua. Este asentamiento había sido atacado por los rebeldes el 10 de septiembre de 1957, tal como escribió Che Guevara en sus Pasajes de la guerra revolucionaria:

“Una vez lo habíamos atacado con buen éxito y desde ese momento, Pino del Agua estaba ocupado por el enemigo. Aun cuando las tropas no se movían mucho, su particular posición en la cresta de la Maestra hacía que hubiera que dar largos rodeos y que siempre fuera peligroso el tráfico cerca de la zona, de manera que la supresión de Pino del Agua como punto avanzado del ejército podría ser de mucha importancia estratégica”.

El mando revolucionario se propuso hostigar el enclave. El objetivo no era solo militar; un golpe de efecto político también, pues Fidel quiso aprovechar el levantamiento de la censura de prensa para que el eco del asalto rebelde resonara en toda Cuba.

En sus memorias el Che relata que los preparativos del ataque comenzaron desde los primeros días de febrero. Incluyeron investigaciones de la zona, en las cuales participaron campesinos colaboradores de la guerrilla. El trabajo de inteligencia resultó provechoso: se pudo establecer que el batey de Pino del Agua estaba defendido por una compañía bien atrincherada y fortificada.

Un dato curioso: en el combate se estrenó una nueva arma, los combatientes la llamaban M-26 o Sputnik. Consistía en una pequeña bomba de hojalata. Testimonios del entonces capitán Almeida refieren que las pruebas de su lanzamiento comenzaron “con un fusil de cañón recortado, después con un fusil de cañón normal. Fidel hace las correcciones, que son bastantes y terminan con un fusil de cañón largo por el que se introduce una varilla que llevaba en la punta el M-26, con aleta estabilizadora y en el otro extremo, un cartucho”. El efecto mortífero de la bombita era realmente limitado, pero tuvo gran impacto psicológico en Pino del Agua.

Las acciones

Fidel concibió un plan que implicaba atacar al cuartel de Pino del Agua y los posibles refuerzos que recibiera la guarnición. / http://www.fidelcastro.cu/es

Unos 20 hombres liderados por el capitán Camilo Cienfuegos debían tomar las postas de Pino del Agua. Sin embargo, como escribió el Che, los guías “no habían previsto que los guardias se retiraban durante la noche hasta muy cerca del campamento, de manera que tardaron bastante en empezar el ataque; creían haberse equivocado de lugar y cada paso lo iban dando con mucho cuidado”.

Mientras, en el Estado Mayor rebelde, la “vigilia era angustiada por las horas que pasaban sin comenzar el tan esperado ataque”, según las palabras del Guerrillero Heroico. Al fin comenzó el combate, a las 5:30, de acuerdo con el parte de guerra emitido poco tiempo después por el Ejército Rebelde. Del bando insurreccional, la primera víctima fue Ángel Guevara, quien murió en los hospitales de campaña varios días después. Del lado enemigo, solo en esos primeros minutos, las pérdidas fueron ocho muertos y varios heridos.

El tiroteo se generalizó. La tropa de Camilo, que al principio fue arrolladora, debió detener su avance. Los tenientes Enrique Noda y Gilberto Capote resultaron abatidos en el intento de seguir adelante. Algunos han catalogado el segundo ataque a Pino del Agua como uno de los combates más violentos de la Sierra Maestra.

Haroldo Camptallops, fallecido, veterano de la acción, narró en una ocasión la caída de sus compañeros. Sobre Noda contó: “Tiraron una granada y cuando la vi le grité `¡agáchate!´, pero no le dio tiempo a agacharse lo suficiente”. Y acerca de Capote, al lado de quien combatía, recordó: “Le dieron un tiro en la frente y me llenó las botas de sangre”. Por aquellos minutos, como contó el general Enrique Acevedo en su libro Descamisados, también hirieron a Camilo: primero en un muslo y después en el abdomen mientras trataba de recuperar una ametralladora abandonada.

La estrategia del ataque, dirigido directamente por el Comandante en Jefe, contemplaba: la eventual entrada en combate del pelotón del capitán Raúl Castro Mercader, si la guarnición enemiga intentaba huir por el camino a Bayamo; de unos 25 hombres dirigidos por el capitán Guillermo García, si optaban por escapar por el río Peladero; de una emboscada del teniente Vitalio Acuña, si llegaba algún refuerzo enemigo desde El Uvero; del pelotón de Paco Cabrera, si se aproximaban refuerzos por Oro de Guisa, y del pelotón del capitán Raúl Castro Ruz, cuya retaguardia dirigía el capitán Efigenio Ameijeiras, apostado entre Guisa y Oro de Guisa.

Durante el combate, la gente de Camilo y la de Guillermo estuvieron aisladas del resto de la tropa rebelde. Incluso, en el Estado Mayor se llegó a creer que el Señor de la Vanguardia estaba muerto, pues, como se lee en Pasajes de la guerra revolucionaria, “junto con la ametralladora trípode pérdida, Camilo había dejado su gorra que tenía el nombre inscrito en la parte trasera y los guardias se mofaban (…) en esa forma”. No se sabría hasta después, pero lo cierto es que el héroe habanero, cuyas heridas eran atendidas por el doctor Sergio del Valle, se negaba a retirarse de la posición asignada.

Llegada la noche, el Che le insistió a Fidel sobre la posibilidad de repetir un tipo de asalto como el que desplegó Camilo al amanecer, pero por otro flanco. El jefe del Ejército Rebelde, sin ser partidario de la idea, accedió. Dermidio Escalona fue enviado al cuartel. Su tropa se acercó lo más que pudo, pero, de acuerdo con las memorias del guerrillero argentino, fueron “repelidos por el fuego violento de los soldados y se retiraron sin intentar nuevamente el ataque”.

Cuando Escalona regresó, el Che solicitó el mando de los combatientes para ejecutar su propio plan. Fidel aceptó a regañadientes. Una fuerza, con el Che al frente, salió para las proximidades del cuartel. A punto de tomar posiciones, la tropa fue alcanzada por Almeida, quien llevaba una nota y un mensaje verbal del Comandante en Jefe. En resumen, al Che se le indicaba su responsabilidad por los riesgos a los que expusiera a la tropa y que, terminantemente, no podría asumir posición de fuego. En tales condiciones, el comandante argentino desistió de sus propósitos y retornó como su antecesor, Escalona.  

A la mañana del día siguiente se dio la orden de retirada. Aunque el cuartel no pudo ser desalojado en esa ocasión, el choque de los refuerzos con las emboscadas guerrilleras le provocó al enemigo una cantidad no despreciable de bajas: “de 18 a 25 muertos, un número equivalente de heridos, cinco prisioneros (…) 33 fusiles, 5 ametralladoras y gran cantidad de parque”, según el reporte rebelde.

Durante la operación, la guarnición recibió el apoyo de la aviación, que constantemente bombardeó las zonas donde se ubicaban los guerrilleros. El segundo combate de Pino del Agua no concluyó con la materialización total del ambicioso plan concebido por el mando rebelde. Incluso, le costó a la guerrilla pérdidas sensibles y el riesgo de varios de sus principales líderes. No obstante, como resumiría el parte del ejército insurgente, fue una victoria completa contra las fuerzas de la tiranía, contribuyó a minar su moral combativa y demostró al país la fuerza creciente del ejército revolucionario.

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