Ilustración. / Félix M. Azcuy
Ilustración. / Félix M. Azcuy

Él también canta

Dos o tres veces me crucé con Isnel en algún pueblo cercano a San José de las Lajas y, al saludarlo, quedé sin respuesta hasta que, en una tercera o cuarta ocasión, los vecinos me contaron su historia.

Él tenía 24 años y pensaba que el mundo era suyo. Vivía en el campo y soñaba con la ciudad. Por eso aquel día decidió tomar el tren, bajar en la estación habanera y vivir prestado en la casa de la tía, en Guanabacoa.

A Isnel Beitra Asencio la genética le jugó una mala pasada: nació sordomudo. Sin embargo, es de esas personas que tienen “música” por dentro, aunque no canten.

Cuando llegó a la capital lo quería aprehender todo sobre cómo vestían las personas, sus gestos, los lugares, y guardarse en la memoria aquellos ojitos que lo detallaban desde el balcón más próximo al de la tía.

Después de ciertas miradas de soslayo a María Regla González, se preparó para la noche que definiría esa relación. La vida de ella estaba regada de decibeles e Isnel tenía miedo de que el silencio suyo la asustase; de ahí que, para la declaración, la invitó al parque acompañado de un radio VEF. Y entonces la música habló por él y sonrojó a la joven, que aceptó a través de señas un amor que ya suma 34 años y dos hijas.

La casa no es la única que le da alegrías, pues quien hoy tiene 60 años también ha encontrado muchas en el Centro Nacional de Sanidad Agropecuaria (Censa), en Mayabeque, donde labora desde hace más de 20 años como líder de una brigada de jardinería.

Allí se le puede ver trabajando en la siembra o disfrazado de Julio Iglesias en las actividades, pero no deja de resultarle complicado comunicarse, sobre todo en las reuniones. Ya Sergio Mirabal Hernández, jefe del grupo agropecuario del centro, aseguró que están buscando un traductor de señas que los acompañe en todo.

Por el cariño que recibe es que María Regla dice deberle mucho al Censa. “Isnel se siente realizado. Quizá entre sus sueños aún esté completar sus estudios básicos, pues solo ha alcanzado el nivel primario en una escuela de oyentes. Hace unos años comenzó en la superación de adultos, pero le coincidía con el horario en que llegaba del trabajo y tuvo que abandonar nuevamente las clases”.

Cuenta Sergio que Isnel resulta siempre destacado. “Hay quienes me han preguntado con ironía que si es el único trabajador que yo tengo, pero la verdad es que él sobresale los 365 días del año”, comenta.

Atardece y en las guaguas ya está el personal para regresar a sus hogares. Desde las ventanillas se le puede ver conversando a “nuestro trabajador” en su idioma silencioso; mueve las manos y otros asienten. El de él es una de las “melodías” más altas y honrosas que se escucha en el Censa.

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