Los reunidos propusieron un plan para acabar con políticas migratorias selectivas
Como serpiente que se muerde la cola, la crisis migratoria vuelve siempre al mismo punto. El histórico egoísmo del Gobierno de Estados Unidos, junto con la endeble situación económica y social de no pocos países de América Latina, que pierden mano de obra, han alimentado ese flagelo. Algo similar sucede en otras latitudes; por ejemplo, en Europa, donde la respuesta ha sido la xenofobia.
Durante siglos, las naciones más “civilizadas” han saqueado a los territorios conquistados y los han dejado prácticamente vacíos, pero con el correr de los años se registra una suerte de “karma colonial”, que ha llevado a millones de personas desamparadas a buscar mejores niveles de vida precisamente en las metrópolis que las explotaron.
Ninguno de los grandes centros de poder en el mundo parece estar interesado en resolver, y ni siquiera “atemperar”, la cada día más dramática crisis humanitaria. El “repriman” y “no les permitan pasar” parecen ser su única respuesta. Claro, también hay decisiones políticamente útiles, como la migración cubana a Estados Unidos, de la que se han sacado puntos electorales.
Ante tal panorama, 12 naciones de América Latina y el Caribe acordaron en México 13 acciones conjuntas a fin de enfrentar los crecientes flujos y, en alusión directa a Estados Unidos, convocaron a abandonar políticas coercitivas y solucionar los problemas.
Belice, Colombia, Costa Rica, Cuba, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, México, Panamá, Ecuador y Venezuela, que participaron en el “Encuentro Palenque, por una vecindad fraterna y con bienestar”, acordaron solicitar a los receptores la ampliación de las vías que faciliten la movilidad de personas, con énfasis en los programas de trabajo.
El documento exhortó a los lugares de tránsito a adoptar medidas integrales en apoyo a los migrantes y al respeto a sus derechos humanos. También exigió la aprobación de políticas y prácticas acordes con la realidad actual de la región y por el abandono de “aquellas inconsistentes y selectivas para evitar producir arbitrariamente tanto ‘efectos llamada’ como disuasivos, tales como la regularización de ciertas nacionalidades”.
Asimismo, acordó llamar a los Gobiernos de origen, tránsito y destino a emprender reglas integrales que respeten el derecho humano, resguardando la vida y la dignidad de las personas y sus familiares, incluyendo la promoción de opciones de regularización, que permitan potenciar las contribuciones de las diásporas en sus comunidades.
El encuentro fue convocado por el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, para concertar estrategias con el fin de contrarrestar la crisis, en particular atendiendo las causas, pues de acuerdo con cálculos de la propia Casa Blanca hay 20 millones de personas en tránsito irregular.
Atendieron el llamado sus homólogos de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez; Honduras, Xiomara Castro; Colombia, Gustavo Petro; Venezuela, Nicolás Maduro; el primer ministro de Haití, Ariel Henry, así como cancilleres y viceministros del resto de las naciones, junto con un representante de Guatemala.
Los ejes prioritarios en el plan de acción incluyeron la autosuficiencia alimentaria, la protección medioambiental, la seguridad energética —con especial énfasis en la descarbonización—, la inversión, el comercio y el empleo, y la lucha contra el crimen organizado.
Viejos conflictos
El encuentro otorgó su respaldo a Cuba y se manifestó por el inicio de un diálogo entre nuestra nación y Estados Unidos que conduzca a la normalización de las relaciones entre ambos, lo que no puede entenderse sino como la superación definitiva del bloqueo económico criminal que Washington mantiene desde hace más de seis décadas contra el pueblo cubano.
En ese sentido, el presidente Miguel Díaz-Canel recalcó la escalada de la política hostil de la Casa Blanca, y el estímulo extraordinario y permanente a la emigración irregular en Latinoamérica.
Los presentes manifestaron, asimismo, su apoyo a la paulatina superación de la crisis que ha padecido Venezuela y que también tiene su principal razón en las sanciones comerciales impuestas en contra del gobierno de Caracas.
Solicitaron a los países de destino la ampliación de las vías regulares, ordenadas y seguras de viajes, con centro en la movilidad laboral y la promoción, destinadas a ayudar en la reintegración y el retorno de los trabajadores temporales a sus lugares de origen.
¿Cómo mejorar la situación?
En paralelo, el documento planteó la necesidad de emprender esfuerzos con el propósito de modificar la arquitectura financiera de las deudas y así permitir que los países de ingresos medios puedan cerrar sus brechas sociales. De igual forma, pidió reglas orientadas a incrementar la actividad agrícola para impulsar la autosuficiencia alimentaria, y propiciar el comercio y la inversión intrarregionales. Entre otros mecanismos, mencionó la importancia de la acción climática.
Las naciones firmantes subrayaron que deberán enfrentar el crimen organizado trasnacional, el tráfico de personas y la corrupción; además, tendrán que fomentar la cooperación conjunta en materia de seguridad.
Llamaron a la adopción de “políticas y prácticas acordes con la realidad actual de nuestra área, y abandonar aquellas inconsistentes y selectivas, con ello evitar producir arbitrariamente tanto ‘efectos llamada’ como ‘efectos disuasivos’, tales como la regularización de ciertas nacionalidades”.
Mención especial mereció la crisis de Haití, por lo que se convocó a que cada país, conforme a sus capacidades, sume esfuerzos junto con la comunidad internacional y Naciones Unidas con el fin de restablecer un entorno de seguridad humana en ese territorio.
López Obrador, el anfitrión, reconoció que el fenómeno migratorio sigue en crecimiento y explicó que México ya no solo es una zona emisora, sino ahora también de tránsito de personas que llegan todos los días desde la frontera sur. “Podemos actuar, podemos ayudarnos mutuamente; ese es el propósito, ponernos de acuerdo para trabajar juntos”, afirmó.
En la reunión se manifestó un cauto optimismo sobre la necesidad de traducir en acciones los compromisos signados y que la clase política estadounidense acuse recibo del mensaje enviado desde Palenque. Ahora queda que la fórmula del antídoto fluya y no quede en el papel o en la buena voluntad de los gobernantes.