Entre piruetas y pliés: Una danza por los sueños

Con solo 20 años de edad y ganador de la medalla de oro en la categoría Pas de deux, nivel profesional, en el reciente evento internacional «Ballet Beyond Borders», Isaias Rodríguez Peña comparte a BOHEMIA sus desafíos y expectativas en el escenario


Desde sus primeros pasos en el campo de fútbol hasta su inesperado encuentro con el ballet en el Teatro Nacional de Cuba, Isaias nos lleva en un viaje de epifanía personal. Recuerda claramente aquella tarde cuando, fascinado con “Don Quijote”, sintió un cambio sutil pero profundo en su percepción del arte. “¿Qué tiene el ballet que cautivó su corazón? ¿Quiénes son los bailarines detrás de estos personajes envolventes?”, se preguntaba –quizás– aquel chiquillo de unos ocho años, quien desde ese momento soñó con pirouettes y chaînes y otros tantos movimientos en ese entonces para él incomprensibles.

Es así que su amor por la danza floreció. Después de aprobar los exámenes para ambas disciplinas de la Escuela Nacional de Ballet Fernando Alonso, su madre, con visión y apoyo inquebrantables, lo guio hacia un nuevo camino, donde tuvo que enfrentar una elección crucial. Con determinación, eligió el ballet clásico.

Así, de pasos de baile populares, en los que se divertía con sus amigos, a elegantes movimientos, Isaias se convirtió en un bailarín en crecimiento. Su historia es un testimonio del poder transformador del arte.

En pointe: Un joven hacia la excelencia

Isais interpretando el mercader en el Pas de deux “La Esclava y el Mercader”, del ballet El Corsario, con el cual ganaría la medalla de oro en el «Ballet Beyond Borders». / Cortesía del entrevistado.

A medida que avanzaba en su formación, tuvo que enfrentarse a una preocupación constante: su peso. Con el apoyo de su familia se embarcó en una travesía psicológica para controlar sus hábitos alimenticios y adoptar un enfoque más saludable hacia la comida.

A lo largo de este proceso, tres bailarines se convirtieron en fuentes de inspiración. En primer lugar, Carlos Acosta, cuya técnica, calidad de movimiento y presencia escénica dejaron una profunda impresión en él. Además, el consejo de observar cómo se movía e interactuaba con sus compañeros resultó invaluable para su desarrollo personal.

Es así que comenzó a estudiar videos de ballet con una nueva perspectiva; buscar aprender de los estilos, pero sin perder su propia identidad artística.

“Gracias a ProDanza, de la maestra Laura Alonso, es que he adquirido poco a poco esa calidad de movimiento en escena y profesionalismo. Laura, no sé, ella vio en mí un rayito de luz, de talento. Me propuso el papel de Sigfrido en el Lago de los cisnes y yo le dije: ʻMaestra, ¿usted está segura? Yo acabo de salir de la escuelaʼ; y solo me respondió que confiaba en mí. Hicimos una gira internacional, donde también interpreté el protagónico en El Corsario y otras representaciones del Cascanueces.

“Estoy muy agradecido, no solamente con Laura, también con los demás maestros Romelio Frómeta, Lourdes Álvarez, Sayli Lamadrid, Moraima Rodríguez… Todos me han apoyado y han dejado caer en mí su granito de arena para ir construyendo la montaña”.

–En tu presentación en el «Ballet Beyond Borders», ¿cómo te conectaste con la pieza desde el punto de vista emocional?

Me fui adentrando en el personaje de una nueva manera; en este caso, en el papel del mercader al interpretar el Pas de deux “La Esclava y el Mercader”, del ballet El Corsario. Primero busqué todas las características y luego las incorporé a mi personalidad, impregnando mi sello. Recuerdo que no hubo muchos ensayos, porque coincidía con la gira en Pinar del Río. Pero indagué, estudié y asumí la interpretación desde otra forma a como la había hecho anteriormente.

–En la danza, cada actuación y competición presenta desafíos. ¿Puedes compartir algún momento retador?

Recientemente, con mi compañera de ProDanza, Rachel Mendoza, interpretamos el tercer acto de Don Quijote y tengo que decir que fue estresante para mí. Ese fue el primer ballet que presencié por el Nacional de Cuba. En los ensayos me concentraba tanto que llegué a frustrarme cuando no me salía como quería. Cuando me fallaba algo mínimo, lo que es lógico porque es un ensayo, me molestaba y no me daba cuenta que lo único que hacía era ponerle piedras a la evolución de nosotros dos.

La maestra se me acercó y me dijo que cuando uno baila no tiene que hacerlo perfecto, lo más importante es que se disfrute. Y gracias a sus palabras fui saliendo del laberinto que había creado.

Digo con sinceridad que la mejor sensación es divertirse en escena; simplemente tener la certeza de que bailaste e hiciste lo que has hecho toda una vida.

–La danza tiene el poder de transmitir emociones y conectar con el público. ¿Cómo manejas ese vínculo mientras te presentas en el escenario?

El escenario es mi lugar seguro. Siento que puedo ser yo en mi totalidad; expresar mis sentimientos a través de movimientos corporales.

Hay una sensación extraña que me sucede a cada rato; antes de salir estoy un poco nervioso, es normal, la adrenalina, pero una vez que termino de bailar y voy directo al camerino, me entran unos deseos enormes de regresar a escena e interactuar con el público; seguir bailando.

Siempre relaciono todos los personajes con las personas que asisten a apreciar la función. Por ejemplo, Sigfrido en El lado a los cisnes. A la hora de buscar el cisne paso mi mirada por el teatro, simulo que les pregunto a ellos si lo han visto o si me puede ayudar a encontrarlo, porque bailamos para todos los que presencian la obra.

Isaias junto a Melisa Solorzano nos regalan estas imágenes danzando sobre adoquines. / Jorge Luis Sánchez Rivera.

–Después de este éxito, ¿cuáles son tus metas y aspiraciones futuras en el universo danzario?

Mis objetivos siempre han sido los mismos desde que salí de la escuela. Quiero que las personas en Cuba y el mundo en general me conozcan ¿Quién es Isaias Rodríguez? Espero que por el arte que transmito, por la forma de bailar, las interpretaciones… sepan quién soy.

Por eso, a los que empiezan, solo les sugiero que nunca abandonen sus sueños si realmente lo que desean es bailar.

–Finalmente, ¿cómo ha impactado el ballet en tu vida más allá del escenario y las competiciones?

Cuando en octavo grado decidí que quería ser bailarín, mi vida dio un giro de 180 grados.

En vez de ir al parque a jugar fútbol o béisbol, me iba a mi cuarto o a la sala de mi casa a hacer ejercicios de estiramiento, hacer plan de abdominales… Ya no tenía mucho tiempo para compartir con los amigos del barrio; estaba centrado en un propósito.

Mi mamá siempre ha confiado mucho en mí. Fue la primera que me dijo: ʻ¿No te gustaría hacer las pruebas?ʼ Gracias a esa pregunta hoy estoy en el mundo del arte. También mi abuela ha sido una persona muy recta y fuerte, sobre lo que podía o no comer, aunque a veces escondida me daba un chocolatico (risas). Mi padre era el que más se movía conmigo para los ensayos, los lugares de las actividades…

En sí, la familia ha estado luchando a mi lado, impulsándome. Por eso digo que cuando bailo en el escenario, ellos están conmigo. Son de los que nunca han tirado la toalla ni tampoco me han permitido hacerlo.

En momentos me han preguntado si quiero dejar el ballet, que me van a apoyar en cualquier decisión. Pero si realmente te hace feliz, dicen, no lo dejes. Es el mismo consejo que les doy a los demás: Si te gusta, lucha hasta el final.

El «Ballet Beyond Borders HAVANA 2024» deviene oportunidad para que bailarines de todos los niveles y géneros de varias partes del mundo muestren sus habilidades y creatividad. / Cortesía del entrevistado.

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