Del escaparate a la gran pantalla: un imperio en movimiento

Desde su enfoque satírico y absurdo, Barbie parece zambullirse en temas “incómodos” como el machismo, la feminidad y la masculinidad. Sin embargo, no todo es “reinvindicación” de la muñeca ícono, pues el filme es un anuncio de dos horas: la risa recauda millones


Barbie es un verano permanente. En tacones o zapatillas, nunca sale ni podrá irse de Barbielandia, pero no hace falta. No importa cómo se presente, su impacto desde la década del 60 hasta la actualidad continúa siendo abrumador y, aunque no todas las niñas tuvieron –o tienen– acceso a alguna de ellas, es un ícono cultural pop y comercial que desde su génesis simboliza los estándares del debe ser femenino.

Los señalamientos han llovido a la compañía multimillonaria juguetera, los cuales se hacen “sentir” en el filme dirigido por Greta Gerwig y que ya ha recaudado más de 1 440 millones de dólares en el mundo. “Barbie” es un éxito de venta cinematográfico de principio a fin, hilarante en todo sentido y donde el sarcasmo y el absurdo funcionan al dedillo: desde los diálogos, escenas, contradicciones… es una comedia con todas las de la ley, cuyo enganche es, a decir de unos cuantos críticos, “morder la mano de quienes le dan de comer”.

Se podría pensar entonces que lanza piedras a su propio tejado de vidrio, ya que en el largometraje no faltan las burlas a la historia de la muñeca más famosa del orbe, algunas bastante agrias, así como a muchos de sus ejecutivos. ¿Y realmente Gerwig se atreve a jugar con la cadena y el mono?

Todos quieren una chica de goma

Si hay alguien que duda del imperio de la muñeca, ahí están las cifras para confirmarlo: el mundo compra un centenar de barbies por minutos. El slogan de marketing de esta industria siempre ha sido el de “reivindicar” a la mujer, oponiéndose siempre a los continuos “ataques” que ha recibido de promover un prototipo inalcanzable de perfección –con senos exuberantes, cintura angosta, cuello largo y tobillos delgados–, además de su apariencia adulta y sexual.

La justificación se acolchona en que Mattel ha evolucionado a lo largo de los años con nuevas formas, colores de piel, tipos de cuerpo y estilos que parecieran reflejar una mayor diversidad y representación. El discurso defendido a ultranza es el de inspirar a generaciones de niñas a seguir sus sueños y creer en ellas mismas.

Por esa razón –según el gigante empresarial– se convirtió en astronauta en 1965, cuatro años antes de que Neil Armstrong pisara la Luna, y su primera versión negra fue presentada en 1969. De ahí que el problema no sea la muñeca, “sino cultural”. Irónico, ¿verdad?

Pero si aún tiene reservas de cómo puede venderse el feminismo, aquí está, nuevamente, el imperio juguetero para corroborarlo, revitalizándose ante las fuertes críticas sobre el impacto significativo en la percepción de la belleza y el cuerpo.

Después de años de dominio en el mercado de las muñecas, se enfrentó a un declive en la década de los 2000 al perder terreno ante sus competidoras, las Bratz, que capturaron la atención de la sociedad moderna. Las ventas de la compañía disminuyeron y fue necesario un cambio radical.

En 2016, revolucionó la marca con la línea Fashionistas, que abrazaba la diversidad con cinco tipos de cuerpo, 22 tonos de piel, 76 peinados, 94 colores de pelo y 13 colores de ojos. En esta transformación fue incluyendo, paulatinamente, modelos con vitíligo, en silla de ruedas y de diferentes etnias, hasta una versión síndrome de Down.

La mítica muñeca basada en la hija de Handler se ha adaptado simplemente al consumidor de cada época.

Luego, a finales de 2017, tras una caída del 6% en la venta al cierre de un trimestre negro, se ponía incluso la jihab, el tradicional velo islámico, al anunciar que sacaría a la venta una Barbie con la apariencia de la atleta estadounidense Ibtihai Muhammad, quien lo usó durante su participación en las olimpiadas de Río de Janeiro. El nuevo producto sería parte de la serie “Shero”[1], inspirada en mujeres influyentes de la vida real, como Frida Kahlo, Amelia Earhart y Malala Yousafzai.

En este escenario de feminismo corporativo, cuando Margot Robbie se hizo con los derechos para producir el proyecto “Barbie”y convenció a Greta Gerwig para escribir el guion, Mattel culminó la cruzada de imagen en la que ha trabajado durante décadas: la campaña de blanqueamiento mejor concebida, masiva y omnipresente se desarrolla con un éxito de millones.

Mattel y la Barbiemanía

Triunfo en taquilla, al protagonizarse por Margot Robbie y Ryan Gosling, la película ha posicionado como tendencia el movimiento Barbiecore[2], elemento central en su anuncio publicitario. Asimismo, la Warner Bros. ha establecido una variedad de asociaciones con productos que van desde una Xbox fucsia brillante con edición limitada hasta una sudadera recortada Balmain.

Sin embargo, el marketing no ha quedado solo en colores, pues se crearon experiencias tangibles como una Barbie Dreamhouse real en Malibú que se puede reservar a través de Airbnb y un crucero temático en el área de Boston.

La película ha posicionado como tendencia el movimiento Barbiecore.

Mientras Mattel se forra los bolsillos, continúan opiniones encontradas de si la cinta es genial o inconexa. Su burla al patriarcado, y el feminismo y los ideales de belleza son narrativas abordadas en el largometraje pero, paradójico a lo que se pudiera creer, no dejan un sabor amargo contra la industria, sino todo lo contrario, las ansias de ser una Margot Robbie (cuya similitud a la muñeca emblema es innegable) son más acentuadas que nunca: perfecta desde su imagen exterior aunque en la búsqueda de su autoafirmación; ya no más un juguete plástico decorativo superficial-sexual[3].

Por lo que el filme, satírico e “irreal” en su presentación, ha generado un impacto positivo y extraordinario en la percepción de la marca y en la autoimagen de quienes juegan con ellas, símbolo del glamour y la moda.

Nos ha entretenido, nos ha hecho reír, y –sobre todo– nos deja claro que hay barbies de todos los colores y formas, y que es una más en la emancipación femenina. ¿Qué mayor éxito para Mattel tras más de seis décadas de reinvención a través de una feroz mercadotecnia volcada en juguetes, accesorios, cosméticos, libros, videojuegos y filmes para niños?

El personaje central finalmente se permite ser humana, en tanto Ken seguirá pagando eternamente sus intentos por convertirse en algo más que un simple accesorio. A pesar de todo, deben honrar la premisa de que “Barbie puede ser lo que ella se proponga”, siempre y cuando siga siendo Barbie.

Por si fuera poco, humaniza la arquetípica muñeca (rubia, delgada y blanca) a través de la simpática Robbie. No hay rebeldía: la película menciona los pecados del pasado; no obstante, se apresura a cubrirlos con la purpurina del presente. En esta publicidad de dos horas la compañía se baña en verde.

El 9 de marzo Barbie llegó a sus 65 años sin arrugas ni canas. Gerwig y Mattel –dueños de la cadena… y el mono– reconquistan ingeniosamente la industria del juguete y más allá: la modelo de plástico continúa marcando los disparos en ventas. En esta economía rosa, no hay excesos de feminismos, sino de mercados.


Notas:

[1] Combinación de las palabras en inglés «she» (ella) y «hero» (héroe o heroína).

[2] Se trata del movimiento estético que promueve lucir looks totales en color rosa –preferiblemente, en fucsia o chicle–, imitando así los estilismos de la popular muñeca.

[3] El 26 de agosto de 1970, solamente en Nueva York, unas 10 mil mujeres marcharon por sus derechos a ser respetadas al clamor de consignas como “Yo no soy una muñeca Barbie”.


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