¿Época de cambio… o cambio de época?

El mundo parece estar abocado a transformaciones geoestratégicas de orden decisivo…y no para contento de la indecencia global


Nada es inmutable… ni la naturaleza, ni la gente, ni la economía, ni los procesos políticos y sociales. De ahí la extraordinaria validez del revolucionario concepto marxista –cuerdo, lógico, y sustancialmente político–que, a tono con esa innegable regla, insta a ejecutar la transformación de cada sociedad a partir de sus particulares y vigentes condiciones objetivas y subjetivas, algo que debería ser hoja de ruta primera e inviolable de todos los que escojan esa opción.

Y muchos siglos han debido transcurrir para que un precepto tan medular fuerce hoy con insistencia nuestras puertas con el imperativo de despertar y activar conciencias decentes más allá de distingos ideológicos, credos, razas y culturas.

Porque, ciertamente, la humanidad ha sido trajinada y manipulada en grado tan desvergonzado hasta nuestros días, que el peso racional y equilibrado de tan elemental sentencia no solo ha sido ocultado y escamoteado intencionalmente por las minorías opulentas y los aprovechadores que les secundan, sido además desvirtuado, desacreditado, e ignorado incluso entre tituladas izquierdas y proclamadas vanguardias progresistas corroídas finalmente por la burocratización, la inmovilidad, la imposición, y  la reproducción de  costras sectoriales corruptas, solapadas bajo las banderas y antecedentes que desde hace mucho dejaron de honrar.

El mundo no puede darse el lujo de seguir siendo cocina para incendiarios./ rt.com

Cara a cara

En consecuencia, la dolorosa marcha universal parece habernos abocado hoy mismo, en los inicios del 2024, a horas cruciales donde los signos definitorios de un nuevo panorama se muestran más marcados e incisivos que nunca.

No es casualidad. La probada y prolongada carencia de valía de un añejo orden internacional hegemonista “basado en reglas” asimétricas y despectivas, liderado por el poder Made in USA, y generador de desgracias, peligros e insatisfacciones masivas a escala planetaria, al punto de empujar a la picota al género humano, concita, hasta por simple lógica, reacciones contrarias e ineludibles que acumulan el vigor y la fuerza suficientes como para reclamar e instaurar nuevas rutas. Algo así como “quien siembra vientos, cosecha tempestades.”

Lo mismo que sucede, y vale apuntarlo por si acaso alguien se cree infalible, con toda experiencia de cualquier otro signo político que no aporta soluciones tangibles a las expectativas claves de la sociedad y que incluso derivan en no pocos casos hacia los torcidos cauces éticos y prácticos que proclama combatir y erradicar para “bien del colectivo”.

Pero acotaciones complementarias aparte, la realidad de este nuevo año del vigésimo primer siglo de nuestra Era no deja de ser alarmante, pero a la vez prometedor. Y promisorio justo porque el desgaste y los errores estratégicos hegemónicos, a la orden del día a cuenta de que el cambio indeseado se amplía con fuerza, clavan los colmillos en las huesudas patas del otrora lobo feroz, cuya arrogante marcha va semejando cada vez más la tambaleante estampa de un beodo encolerizado. Y la lista es larga.

Tropezones fatales como el haber creído que Rusia se dejaría mancillar con la transformación de una Ucrania fascistizada, en punta de lanza contra su integridad y seguridad nacionales, y haber supuesto que Moscú rodaría a la miseria a cuenta de un colosal cerco de sanciones económicas y financieras que hoy hunden a una servil Europa Occidental que la Casa Blanca ha convertido, por fin, en otro competidor global vencido y rebajado al cargo de vapuleado empleado de segunda fila y carne de cañón preferente si los fuegos inducidos se extienden, confirmando la paradoja de que quien bloquea y aísla no pocas veces se bloquea y aísla también a sí mismo.

Error, además, creer que China es controlable e impresionable mediante actos hostiles en materia comercial y tecnológica, o atentando contra su voluntad unitaria con el injerencista aliento al separatismo en Taiwán, o creando alianzas belicistas en sus mares aledaños.

Patinazo añadido al recalentar a extremos impredecibles el explosivo Oriente Medio, con el apoyo ciego y absoluto al sionismo, autor del ya más que septuagenario genocidio contra la población palestina, al extremo de agredir militar y directamente, junto con Gran Bretaña, a un Yemen firmemente solidario con sus hermanos regionales masacrados en Gaza, y fomentar otro escenario bélico que a todas luces no podrá controlar a su antojo ni mucho menos.

Error también el no sopesar debidamente que a los dos polos geográficos trascendentes (Rusia y China), tachados de tremebundos enemigos estratégicos desde las bancadas políticas y militares gringas, se suma ya de forma creciente una comunidad internacional real y tangible (y no la que dicen ser los poderosos), que se va decantando a paso raudo por alianzas de nuevo tipo a tono con las formulaciones políticas de convivencia global que adelantan Moscú y Beijing, en las cuales la equidad, el respeto, el beneficio y la ganancia mutuas, y la seguridad y el progreso de todos, sustituyen al viejo (des)orden de sumisión, dependencia y soberbia de los titulados “monarcas de la democracia universal.”

Como apuntaba recientemente un experto del oeste europeo, no sin lamentarlo, lo que pierde y desgasta a Occidente y a su patrono es que se creen lo que imaginan, inventan y repiten para sí y para los demás, cuando la realidad tangible es otra bien distinta y alejada de sus ilusiones y deseos.

Y no es cuento, sino verdad de voceo público. Los Estados Unidos están perdiendo su guerra en Ucrania a cuenta de sacrificar a los ciudadanos de ese país enrolados en la agresión, y lejos de mellar a Rusia, han incentivado, como parte del rechazo del Kremlin a la agresividad y el asedio gringo-otanista, el desarrollo inusitado del poderío militar defensivo y de las opciones productivas y tecnológicas del gigante euroasiático, al punto de que, pese al conflicto armado, el país acaba de desplazar a Alemania como la primera potencia económica del Viejo Continente y se inscribe entre los de más alto crecimiento productivo y comercial, y entre los únicos tres países del orbe en elevar sustancialmente los salarios de la población en 2023.

Mientras, más al Este, China se sigue apuntando avances económicos, financieros, sociales y científicos y tecnológicos  de primer orden, acrecienta su poderío de respuesta a cualquier intentona militar en su contra, y expande su presencia creciente y aceptada sin reservas por las diferentes regiones del orbe, que identifican en su actuación y trato justo la  antípoda de lo que han sido el colonialismo y la fatal preponderancia del hegemonismo de factura gringa en el devenir de sus respectivos pueblos.

El asunto es que, y no lo dude nadie, el mundo hirviente de hoy está a la vez maduro para revertir no pocas de sus desdichas vigentes, sobre la base, precisamente, de actuar, planear y ejecutar a partir de las condicionantes materiales y subjetivas de cada realidad, y, en suma, enlace y colaboración con todos los que se unen a ese esfuerzo.

De hecho, se trata de instaurar la invaluable preponderancia global del sentido común y la ética, por encima de la pretendida guía de rótulos y colores políticos que suelen atribuirse la posesión de la verdad absoluta y la llave del baúl de soluciones que en la concreta no superan el sectarismo y las visiones estrechas y prejuiciadas.

Y ya van siendo más los que se apuntan en esas filas que aquellos que siguen de cola de los caprichos de presuntos “elegidos por la providencia”, de todo tinte, para regir los destinos de otros.

Y no hacen falta –vale reiterarlo- ni títulos ni membretes políticos, confesionales o culturales específicos para “regir” esa sumatoria, que puede darnos buenas noticias en el decurso de los doce meses que acaban de iniciarse. Basta la decencia a toda prueba, a menos que algún prepotente se decida por el fin nuclear de la humanidad antes que aceptar y acatar que su tiempo pasó.

Hoy ya cuenta, y mucho, la comunidad internacional verdadera, que se está imponiendo al viejo esquema exclusivista de los añejos opulentos./ pagina12.com.ar

Comparte en redes sociales:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Te Recomendamos