El 20º Festival de Teatro de La Habana cumplió la añoranza de disfrutar la fiesta de las tablas en sus rutas escénicas tradicionales; esas de las que nos privó la edición anterior en 2021, en medio de los difíciles meses de la pandemia
Molière anduvo en nuestra tierra caribeña. ¿Transfigurado? ¿transculturado?, el genio galo de la comedia correteó al ritmo del carnaval y la picaresca de sus personajes para discurrir sobre la Cuba de ahora mismo, desde ese aliento alborozado y repleto de recursos simbólicos que singularizan a la nómina de Teatro Macubá y su líder, la maestra Fátima Patterson. Así, justo en la sede de la capitalina compañía El Público, el colectivo santiaguero se sumó al convite que significó el 20º Festival de Teatro de La Habana.
Cerca de cien espectáculos, en poco más de una docena de espacios, disfrutaron los seguidores de las artes escénicas, quienes constataron el hacer teatral de argentinos, colombianos, costarricenses, españoles, franceses y, por supuesto, los anfitriones, quienes integraron la delegación más nutrida de la cita, con 15 representaciones.
Nuevos y viejos amigos intercambiaron en los talleres, las sesiones teóricas, las presentaciones de libros y las exposiciones de artes visuales de este encuentro, dedicado además, a conmemorar el aniversario 85 del natalicio del actor, director teatral e intelectual cubano Sergio Corrieri.
Regresar a esta fiesta de las tablas y disfrutarla, tras los duros meses de la pandemia de Covid 19, supuso para sus adeptos asumir una vuelta a las rutas escénicas tradicionales; ese solaz de que nos privó el capítulo precedente del evento en 2021, cuyo enfoque eminentemente interactivo, incorporó casi la totalidad del arsenal creativo de los teatristas en plataformas digitales destinadas al efecto y la programación televisada de los canales Cubavisión, Caribe, Multivisión, Habana, Clave y Educativo.
Para esta edición 20, los organizadores concibieron un proyecto curatorial austero, pero coherente con las expectativas de los seguidores y las limitaciones de recursos que desuelan al país. De modo que, a diferencia de citas anteriores, las funciones se desarrollaron, en su mayoría, en el horario vespertino, en aras de favorecer el ahorro energético.
Aun cuando la diversidad de estilos y concepciones de las puestas en escenas seleccionadas se diseminaron por toda la urbe, los espectáculos ocurrieron especialmente en salas enclavadas en el municipio de Plaza de la Revolución y, en menor medida, en la sede del grupo La Proa, el Teatro Martí y la Nave Oficio de Isla, en el centro histórico capitalino.
No obstante, la Escuela Especial Cheché Alfonso, las casas de Cultura de Arroyo Naranjo y de Plaza, la Fábrica de Arte, la facultad de arte teatral, del ISA-entre otros-, funcionaron como espacios alternativos.
Flashazos de una cita memorable
La muestra de teatro familiar y para niños se advirtió equilibrada, en relación con la dedicada a los adultos, e impresionó por el esfuerzo de los organizadores en otorgarle una perspectiva distante del habanacentrismo y lo más diversa posible, de acuerdo a las circunstancias, tanto para las presentaciones foráneas como las del patio.
Con el montaje ¿Por qué Alicia?, los granmenses de Teatro Andante, dirigido por Juan González Fiffe, plantearon una reflexión contemporánea inspirada en la historia original de Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll. Mientras la tropa que lidera Rubén Darío Salazar, Teatro de Las Estaciones, convidó a la suite musical Carnaval, todo un despliegue de imaginación y poesía excepcionales.
La representación extranjera conmovió a los más pequeños de casa con el espectáculo El príncipe feliz, del español Búho Teatro, sustentado una versión titiritera, en clave flamenca, basada en el clásico de Oscar Wilde.
En tanto retornó a los predios de la mayor de las Antillas el quehacer del colectivo Abya-Yala, de Costa Rica, con Las cosas como son, montaje que discurrió sobre la comunicación humana desde la perspectiva de una niña aquejada de hipoacusia.
Igualmente, se volvió a ver en las lides de la escena habanera, pero en la modalidad de teatro para adultos, una representación argentina de Los Internacionales Teatro Ensemble, quien en esta oportunidad propuso Stalingrado con Amor, monólogo de humor poético-político, interpretado por el actor Manuel Santos Iñurrieta.
Esta propuesta, de una actualidad extraordinaria, toma como pretexto la batalla de Stalingrado, acaecida durante la II Guerra Mundial, para comprometerse y visibilizar la preocupación y ansiedad que representan para el pueblo el actual ascenso de la ultraderecha y el fascismo en la nación suramericana.
Una atmósfera sombría se percibió en Autopsia de una sirena, otro de los monólogos notables del Festival. En una magistral lección de actuación, el actor costarricense Andy Gamboa Arguedas desnudó la historia de un joven transexual, fallecido en circunstancias trágicas.
Vale destacar de esta propuesta la encomiable construcción del personaje, desde el tono carnavalesco e hilarante del principio a otro, luctuoso y sombrío después; las inflexiones de la voz del actor en diferentes momentos de la interpretación, su gestualidad expresiva y, a la vez, contenida; los cambios de vestuario en escena hasta la catarsis de los minutos finales en que instó al espectador a recompensarlo a partir de una experiencia rara e inusual: no aplaudir al concluir la obra.
Al margen de estas glosas quedaron sugerentes puestas en escena de la arena internacional y otros que conformaron la selección criolla, reconocidos como lo más sobresaliente creado desde la edición anterior hasta hoy.
Bayamesa (Premio Casa de las Américas 2020), concebida por Abel Gonzalez Melo y defendida lustrosamente por Argos Teatro, bajo la batuta de de Yailín Copola, trajo de regreso a la escena el conflicto universal de la tiranía patriarcal, con una mirada feminista comprometida con el arte, las generaciones presentes y venideras.
Igualmente, en torno a la temática de la mujer y su rol en una sociedad dominada por el hombre, anduvo la versión de La zapatera prodigiosa, de la Compañía El Público, dirigida por Carlos Díaz, la cual se inspiró en el original de Federico García Lorca y sirvió de ejercicio académico de graduación a jóvenes estudiantes de arte.
La risa como alivio espiritual encontró devotos y cultores en los montajes Clowncierto, de los tuneros de Teatro Tuyo; Asesinato en la mansión Haversham, de los habaneros Nave Oficio de Isla; y Sinfonía con de nada, de Kike Quiñones, entre otros espectáculos, que sin ser en esencia comedias, cargaron en su diálogo con el espectador contemporáneo el regocijo contagioso del humor.
Sin duda, en estas jornadas se vieron obras que entrecortaron el resuello por la hondura en comprender las inquietudes, las preocupaciones y las dudas generacionales del presente, a través de figuras, personajes, hitos de cultura local y universal. Ese fue el saldo de una cita que volvió a revelar las trazas de un teatro de resistencia, irreverente y a la altura de los tiempos que corren.