Foto. / laizquierdadiario.com
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Estados Unidos: Lavarse la cara ante el mundo

El lanzamiento aéreo de “ayuda”, además de ser una acción hipócrita, demostró la clara intención de deshumanizar a los nacidos en la tierra ocupada


Quizás hasta sea de mal gusto mencionarlo: el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, dio la orden de lanzar comida por los cielos de Gaza. Así lo hicieron las fuerzas armadas del país norteamericano, en cooperación con paracaidistas de Jordania y España.

La hipocresía del gobernante no resiste ningún mínimo análisis racional, empezando por lo poco que pueden significar las 38 000 raciones enviadas para atender a los 2.3 millones de personas en la Franja. La experiencia previa demuestra que este tipo de “ayuda” aérea suele ser ineficaz e incluso provoca problemas adicionales.

Si Biden realmente quisiera ayudar, podría presionar para permitir la entrada de productos por vías terrestre y marítima. / twitter.com/MassiveAttackUK

Por un lado, están las variables meteorológicas, que pueden desembocar en que los paquetes lanzados caigan en lugares inaccesibles (en el mar o en zonas minadas, por ejemplo), con lo que únicamente se consigue que el esfuerzo acabe siendo en vano.

Además, ante la extrema carencia de recursos en todo el enclave, es muy probable el surgimiento de desórdenes incluso violentos, aumentando el riesgo físico para quienes se atrevan a moverse en un escenario destrozado por las fuerzas israelíes.

Y, por supuesto, deja sin opción a los más necesitados, que, por incapacidad física o por debilidad, no están en condiciones ni siquiera de llegar hasta el lugar en el que hayan caído los alimentos.

Días antes de ese suceso, las imágenes de miles de ciudadanos, corriendo bajo las balas mientras hacían fila para recibir comida de un convoy, recorrieron el mundo. Por tanto, la decisión de la Casa Blanca no buscaba resolver problemas reales, sino humillar a la población local en medio de un contexto de castigo colectivo y limpieza étnica.

Los vuelos contaron con la autorización de Israel y esto confirmó esa intención de deshumanizar y degradar a los nacidos en la tierra ocupada. Como señaló Rami Abou Jamous, fundador de GazaPress: “Esta forma de dejar caer unas gotas de ‘ayuda humanitaria’ es como alimentar a los perros. Les arrojan trozos y los animales se apresuran a comérselos”.

Si Biden quisiera actuar con los principios que dice defender en su política exterior, cuenta con muchas vías para lograrlo. La primera es la económica, teniendo en cuenta que Washington otorga cada año más de 3 000 millones de dólares a su principal aliado en el Mediterráneo Oriental y que está en proceso de aprobar un nuevo paquete de unos 16 000 millones. La segunda es la militar, pues Israel está recibiendo material de defensa de EE.UU., incluidos proyectiles para las unidades que masacran a los gazatíes, lo que, de facto, convierte a la Casa Blanca en cómplice del genocidio.

Es evidente, que si Biden lo deseara, presionaría para permitir no solo la entrada de ayuda por vía terrestre, por Rafah y Kerem Shalom, sino también por vía marítima. En definitiva, su gesto fue un sarcasmo en toda regla, un baldío intento de lavarse la cara ante el mundo.

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