Fao a las mallas, de calle

El deterioro que exhiben los viales urbanos nada tiene que ver con la dedicación que ponen hombres y mujeres para mantener limpia la ciudad


Varias veces –siempre con profundísima satisfacción– he escrito o he hecho referencia a la sensación de limpieza que desde el punto de vista urbano o comunal transmite la ciudad de Las Tunas, a pesar de la gran cantidad de calles que tiene en pura tierra.

Tal pulcritud no es un fenómeno reciente, de los últimos 10 años o de inicios del presente siglo. Recuerdo cómo en los momentos más cruciales del Período Especial (década de 1990) obreras y obreros, arropados más de humildad que de tejidos o de calzado, se les adelantaban al amanecer, escobillón en mano, limpiando calles, plazas y otros espacios públicos.

Jamás he olvidado, tampoco, el hábito que de forma predominante ha prevalecido entre quienes no lanzan un bolso con desechos sólidos donde primero se les antoja, a cualquier hora, sino en el depósito concebido para ello y, como norma, lo hacen después que oscurece y antes del amanecer.

Duele que así esté la principal vía para salir de la ciudad rumbo a Camagüey o centro-occidente.

Sin embargo, a la par de esa realidad (loable sin duda), a medida que trascurre el tiempo se me acentúa una insatisfacción, totalmente incongruente por su esencia con lo anterior. Hablo del mal estado de las calles.

Obviaré el precioso tiempo y las oportunidades perdidas durante los llamados años de vacas gordas (saludables en recursos materiales) cuando en Las Tunas no se hizo lo que sí concretaron otros territorios en el noble propósito de asfaltar sus vías o de crear una red de alcantarillado realmente digna de una villa que hoy constituye cabecera provincial.

Lejos de entrar en esas disquisiciones, prefiero situar la mirada en el ascendente deterioro que han venido registrando los viales dentro del perímetro urbano.

No solo pienso en calles de apartados repartos, como los de Aeropuerto, México o El Marabú, que en términos de pavimentación nunca tuvieron “quince años”.

Con una política coherente, previsora y oportuna de mantenimiento, atendiendo a prioridades, adecuado control y uso de los recursos disponibles (del monto que fuese), exigencia por la calidad del trabajo –terreno en el que hay muchísimo contén por donde cortar– es incuestionable que hoy la situación fuese menos dramática en determinados puntos.

La lluvia: irreverente aliada del daño que provocan estos vehículos de tracción animal.

Me pregunto cómo se las ingenian conductores de ambulancias o de autos que ofrecen emergente ayuda con pacientes a bordo, mientras se dirigen hacia el Hospital Ernesto Guevara de la Serna u otras instalaciones de salud asentadas a lo largo de la cada vez más maltrecha avenida Carlos Juan Finlay.

Es igualmente lastimero el estado que hoy presenta, muy cerca de allí, la avenida Primero de Enero o la intersección que hay ligeramente a la derecha de la funeraria, o la misma calle Lucas Ortíz, antes de llegar a la rotonda de La Martilla, o la salida hacia Jobabo, o los siempre agónicos pasos a nivel en la vía férrea, o el tramo de senda que le continúa al servicentro Texaco: paso obligado para quienes viajan hacia Camagüey o más allá.

La relación, nadie lo dude, podría ser tan extensa como se desee, no para hacer daño, no para atacar, sino para llamar a una mayor coincidencia entre el permanente deseo de resolver problemas que aquejan a la población y las acciones concretas que cada momento permite realizar sobre bases financieras, materiales o económicas.

El bache que hace tres años pudo haberse solucionado con determinada cantidad de dinero (recursos) hoy puede requerir cuatro, cinco o quizás más veces aquel monto, no solo por el comportamiento de los precios sino porque ahora ese mismo es mucho mayor, más complejo y “no hay con qué meterle mano”.

Por cierto, entre lluvias y re-lluvias, carros circulando, pobre o nula actividad de mantenimiento… a la vuelta de un tiempo cualquier cálculo de gasto dilatará la pupila de inversionistas, ejecutores y clientes. Mientras el hueco seguirá acabando con rótulas, amortiguadores, otros componentes técnicos del transporte y haciendo que muchos visitantes se pregunten cómo es posible que un lugar tan hospitalario, apacible y limpio tenga o mantenga tan despedazadas sus calles.


CRÉDITOS

Fotos. / Pastor Batista

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2 comentarios

  1. Aquí donde vivo, Buenavista municipio Playa en la Habana , es al revés , se arreglaron todas las calles pero es horrible la situación con la recogida de basura , en algunas calles hay lomas de basura fuera de los recipiente habilitados para la basura porque estos están desbordados , a lo que contribuye la indisciplina de muchos que botan escombros , muebles viejos y cuanto se les viene en ganas

  2. Cualquiera de las dos situaciones es lamentable, amiga Juana. Ambas atentan contra la salud, tal vez más la segunda (desechos sólidos sin recoger). Solo deseo que se resuelva lo antes posible. Gracias por comentar.

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