Béisbol, público estadio
Rescatar el espectáculo, una tarea pendiente. (Foto: ANARAY LORENZO COLLAZO)
Béisbol, público estadio
Rescatar el espectáculo, una tarea pendiente. (Foto: ANARAY LORENZO COLLAZO)

Herencia de pueblo

Por GIOVANNI MARTÍNEZ

Osvaldo Vento Montiller recibió de manera oficial el certificado de la declaratoria, de manos de Sonia Virgen Pérez Mojena. (Foto: OMARA GARCÍA MEDEROS)
Osvaldo Vento Montiller recibió de manera oficial el certificado de la declaratoria, de manos de Sonia Virgen Pérez Mojena. (Foto: OMARA GARCÍA MEDEROS)

En 1895 los jugadores del equipo de Matanzas cambiaron el bate por el machete incorporándose a la guerra contra España, escribió José Martí en el diario neoyorquino La Nación. Pocos días después, el 19 de mayo, caía en combate.

A ciento veintiséis años de aquella cita, sonaron los bates de nuestros antepasados en la grama del Palmar de Junco y en las tribunas, robustas desde hace más de un siglo y medio, se escucharon los mismos vítores de emoción que también antaño desataba el béisbol, o simplemente la pelota, como le conocemos popularmente en Cuba.

Fue así como el pasado 19 de octubre regresamos al recinto matancero, primera instalación deportiva del país en ser declarada Monumento Nacional (23 de julio de 1991) para reconocer al béisbol como Patrimonio Cultural de la Nación.

En un simbólico acto, donde estuvieron presentes diversas personalidades y glorias deportivas, Osvaldo Vento Montiller, presidente del Inder, agradeció al ministerio de Cultura y a todos los que aportaron para que un momento así fuera posible e hizo mención especial a Fidel Castro, forjador incansable del movimiento deportivo cubano. Además, destacó que “se saldó una deuda con millones de cubanos amantes de un deporte que forma parte de nuestra identidad”.

En tanto, Sonia Virgen Pérez Mojena, presidenta del Consejo Nacional de Patrimonio, explicó que “el béisbol se arraiga como pasatiempo criollo y deviene en elemento de integración sociocultural, y del proceso de surgimiento y consolidación de la nación a principios del siglo XX”. Enfatizó además que “la pelota forma parte de la cultura popular tradicional, entendida como espectáculo y tradición oral, y trasciende a otros ámbitos como la literatura, música, teatro e, incluso, al vocabulario cotidiano”.

Homenaje a la familia Sánchez
Homenaje a los hermanos Sánchez en el Palmar de Junco. (Foto: OMARA GARCÍA MEDEROS)

Fueron varias las leyendas del deporte de las bolas y los strikes que se dieron cita en el recinto matancero, como la familia de los Sánchez (Wilfredo, Fernando, Felipe y Arturo); los lanzadores Braudilio Vinent y Jorge Luis Valdés, dos de los mejores de todos los tiempos, derecho y zurdo, respectivamente; el segunda base Félix Isasi, uno de los famosos tres mosqueteros; Gaspar El Curro Pérez, lanzador y excelente bateador, como lo demostró en el

juego decisivo del Campeonato Mundial de Beisbol efectuado en República Dominicana en 1969 y el inicialista, temible madero en mano, Julio Germán Fernández.

Cuentan que, tras la prohibición de la práctica de este deporte en la Isla por las autoridades españolas, no pudo ser hasta diciembre de 1874 cuando se registró el primer juego documentado, acontecido en el propio Palmar de Junco entre un equipo local y el Club Habana.

Lo cierto es que el nuevo renombre con el que identificamos a nuestro pasatiempo nacional se justifica en todo el archipiélago cubano de disímiles maneras.

Así somos
En Cuba los niños sueñan con ser grandes peloteros. (Foto: ANARAY LORENZO COLLAZO)
En Cuba los niños sueñan con ser grandes peloteros. (Foto: ANARAY LORENZO COLLAZO)

Aquí los niños nacen con un bate en la mano y enfrente están mamá y papá para lanzarles la bola, y exclamar cuando el pequeño la conecta con fuerza. Siempre pensamos que tenemos en casa a un futuro jonronero, un Orestes Kindelán o un Omar Linares.

Crecer entre cuatro esquinas con una pelota de goma (después de pelar hasta el “casquito” a la otrora de tenis) o sacando cuenta de los minutos que teníamos cuando éramos escolares para bajar al parque cargados de artículos beisboleros, mayormente confeccionados en casa, resulta tan común en este país como el sol que nos broncea durante todo el año.

Sin béisbol no se concibe la vida en Cuba como la conocemos, ni tampoco el lenguaje popular, pues entre bolas y strikes se ha encargado de introducir frases a la lengua que hasta los menos entendidos o incluso, los detractores de este deporte, vislumbran a la perfección. Irse con una bola mala, botarla con las bases llenas o sentirse en tres y dos son solo algunos ejemplos de cuanto podemos entendernos, aunque no se esté jugando ni hablando de pelota.

Lo mismo sucede cuando se crea el ambiente jaranero –típico cubano– y oportunamente se acerca al grupo ese personaje al que todos “le esconden la bola”. Con picardía e indiscreta mirada le hacen saber: “Entonces… hablemos de pelota”.

Pero el estudio en el que por varios años se involucraron diversos expertos para concretar la declaratoria por la que aclamamos en medio de la Jornada de la Cultura Cubana en el Palmar de Junco, nombrado La dimensión cultural del béisbol: el juego de pelota, saberes y prácticas asociadas, abarca todavía más.

Se ha comprobado que puede relacionarse con el ámbito de las artes del espectáculo, por la estrecha y fluida relación que existe entre los practicantes y participantes del evento, sobre todo en esos estadios cubanos donde se suele decir mucho desde la grada.

Allí también nacen líderes, no de bateo o picheo, sino de opinión, que son igual de seguidos, como el más popular de todos, el siempre querido y recordado Armandito El Tintorero, desaparecido físicamente, quien durante muchos años dio vida y alma al capitalino estadio Latinoamericano, haciéndole vibrar, literalmente. Para perpetuar su presencia, una estatua con su imagen está colocada en el lugar desde donde alentaba a jugadores y aficionados.

Recuerdo
Todos los cubanos somos cómplices de esta historia, como Armandito El Tintorero. (Foto: béisbolencuba.com)
Todos los cubanos somos cómplices de esta historia, como Armandito El Tintorero. (Foto: béisbolencuba.com)

Al levantar sus brazos miles le copiaban. Los movimientos sincronizados hacían ver al Coloso del Cerro como si un mar de gente se balanceara al compás de las olas. Sus gritos, unido a las masas, cuando acechaba a los lanzadores contrarios como si de un conteo de protección en boxeo se tratara, resultan inolvidables para quienes alcanzamos a verlo de cerca, sobre todo por la sencillez que en definitiva rodeaba a aquel personaje carismático y teatral, quien puso luces, cámara y acción a lo que quizás por aquellos años aún comprendíamos al béisbol solo como un deporte.

El lenguaje de señas funciona tanto dentro como fuera de cada terreno de pelota. En la grada hay un sinfín de métodos comunicativos. En el interior de un partido, esos gestos –del director técnico, carga bates o cualquier miembro del equipo– inciden directamente en cada jugada y por consecuencia en el resultado del choque. Como también determina la afición sobre los jugadores con sus cánticos, congas o cuanta algarabía pueda pensarse.

De ahí que se consideren importantísimos los denominados grupos portadores del béisbol. Ese patrimonio cultural inmaterial conformado por las peñas deportivas, las familias de tradición beisbolera, los grupos de aficionados, los jugadores amateurs (entiéndase cualquiera de nosotros) y los narradores, comentaristas y periodistas deportivos.

En fin, que el béisbol ha sido una de las manifestaciones más trascendentales y perdurables de la cultura cubana durante más de un siglo y medio. Ciertamente, los aficionados lo reconocen como uno de los espectáculos más gustados y masivos, y -sin lugar a dudas- constituye un gran entretenimiento para el pueblo.

En cuanto a este último aspecto, es oportuno recordar que nuestra pelota no goza de la mejor salud por un grupo de razones, entre ellas la covid-19, en muchas de las cuales se ha venido trabajando con urgencia, incluso con visitas en el momento en que escribimos de directivos a todas las provincias.

Futuro
Béisbol, público estadio
Rescatar el espectáculo, una tarea pendiente. (Foto: ANARAY LORENZO COLLAZO)

Lo cierto es que ahora que ratificamos al béisbol como parte inseparable de nuestra identidad y podemos considerarlo una valiosa herencia del pasado, debemos poner aún más empeño para que retorne a los planos sublimes del espectáculo. Actualizarlo y rescatarlo de antiguas teorías para adentrarlo así, de una vez y por todas, en la mecánica de la pelota moderna. Nutrirlo y alimentar el corazón de los más jóvenes, que representan en definitiva el sustento del mañana.

Trabajar para fortalecer la base, mejorar las condiciones de las instalaciones deportivas y ofrecer un mejor trato a las leyendas ya retiradas, también devendrá en oportuno legado, pues el prestigioso renombre del deporte de las bolas y los strikes en Cuba debe significar amor, compromiso y pasión, tanto de los protagonistas en el terreno, como del pueblo y sus entidades reguladoras.

Confiemos en que le espera un futuro prometedor al béisbol, que -hoy más que nunca- es de todos los cubanos. Entonces, cuando los mismos vientos del pasado que retumban en los contornos del barrio yumurino de Pueblo Nuevo, donde está enclavado el Palmar de Junco, se fusionen con el presente y se extiendan de punta a cabo por todo el archipiélago, podremos decir que el futuro está en la mezcla, como reza la letra de una popular canción del afamado grupo de rock español Jarabe de Palo.

 

De la historia al presente

 

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Palmar del Junco, bésibol, Matanzas
(Foto: cubarte.cult.cu)

No se conoce el origen del nombre Palmar de Junco, pues en el lugar donde se enclavó el estadio no existían palmas. Era un terreno llano y despejado. Según lo descrito por Wenceslao Gálvez en el libro Historia del Baseball, el dueño de aquellos terrenos a finales del siglo XIX se apellidaba Junco.

El primer juego del que se tiene registro en este recinto, entre el Club Habana y un equipo local, terminó 51 carreras a 9 a favor de los visitantes. Individualmente destacaron por los vencedores el receptor y cuarto madero Esteban Bellán (tres jonrones y siete carreras impulsadas) y el singular patriota, quien fuera luchador por la independencia de Cuba, el jardinero Emilio Sabourín (un cuadrangular y ocho carreras traídas al plato).

Hay evidencias de que hasta nuestro Héroe Nacional, José Martí, conocía de la instalación, pues a solo 14 años del primer juego, escribió sobre pelota en el diario La Nación de Nueva York: […] por su firmeza para recibir la bola de lejos o la habilidad para echarla de un macanazo a tal distancia que pueda, mientras la devuelven, dar la vuelta el macanero a las cuatro esquinas del cuadrado en que están los jugadores, […] gana fama en la nación, enamora-

da de los héroes de la pelota, y aplausos de las mujeres […]. En 1895 los jugadores del equipo de Matanzas cambiaron el bate por el machete incorporándose a la guerra contra España.

El devastador huracán de 1933 provocó serios daños a las cercas y glorieta del estadio. No fue hasta años posteriores que, con el apoyo de la afición yumurina y el aporte de comerciantes e industriales del patio, se recaudaron fondos para concluir la reconstrucción e inaugurar el actual estadio el 18 de mayo de 1940.

Finalmente la Revolución Cubana rescató la instalación, a la cual sus propietarios pensaban convertirla en zona residencial. El 7 de enero de 1959 el comandante en jefe Fidel Castro, desde el balcón principal del palacio de gobierno, se dirigió al pueblo matancero y expresó que el Palmar de Junco sería salvado, lo cual se concretó posteriormente gracias al aporte popular y de los combatientes del Ejército Rebelde.

Es remozado y reinaugurado el 6 de enero de 1960 con un juego entre los equipos de Cienfuegos y Almendares de la liga profesional, ganado por el primero, tres carreras a dos, en 11 entradas.

Por su significado histórico es declarado monumento local en 1979 y nacional en 1991, y hasta el día de hoy es el estadio en activo más antiguo del mundo, donde se ha practicado el béisbol en los períodos colonial, republicano y revolucionario, tanto amateur como profesional.

En 2016 se inauguró un Salón de la Fama, único del país, surgido a partir de un proyecto de desarrollo local para reconocer a jugadores nacionales. Allí han sido exaltadas figuras de todos los tiempos como Santiago Changa Mederos, José Antonio Huelga, Martín Dihígo, Juan Manrique, Bert Campaneris, Jorge Luis Valdés y Jesús Torriente, entre otros.[/quote]

 

 

Cuba: una potencia
Béisbol Cuba
(Foto: prensa-latina.cu)

[quote]En la historia competitiva del béisbol a nivel internacional, el equipo de las cuatro letras suma un palmarés de lujo, que incluye tres títulos olímpicos, 25 Copas del Mundo, 11 Copas Intercontinentales, 12 Panamericanos, y 15 Centroamericanos y del Caribe, lo que nos coloca como una de las grandes potencias beisboleras del planeta.[/quote]

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