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Ingeniería de guerra

Los conflictos reflejan el lado más oscuro de Washington y de sus empresarios. ¿Acaso no pueden vivir sin las armas?


Las guerras son siempre un desastre, la peor expresión del ser humanoy los ciudadanos padecen las consecuencias. En los 13 capítulos del libro El arte de pelear, atribuido al militar chino Sun Tzu, se analizan varios aspectos de las controversias entre humanos.

Más allá de cualquier ironía posmoderna, el texto, con precisión y sabiduría, trata los más importantes asuntos bélicos. Sin embargo, ni siquiera el autor habría concebido un plan como el Estados Unidos. Hoy día, generar conflictos responde a una necesidad vital del país norteamericano. Por eso la Administración de Joe Biden urgió al Congreso a aprobar el proyecto de ley de 95 mil millones de dólares de asistencia para Ucrania, Israel y Taiwán, aprobado por el Senado.

La paz está en contra de su economía. Así lo evidencian las declaraciones de James O’Brien, subsecretario para Asuntos Europeos, quien manifestó: “El apoyo de la batalla (a Kiev) también nos permite revitalizar nuestra propia base industrial. Estamos creando nuevas tecnologías energéticas y poniéndolas en práctica”. Esta afirmación coincide con informes sobre la relación entre los pedidos militares y los ingresos de contratistas de defensa como Lockheed Martin, General Dynamics, Raytheon Technologies Corporation, Boeing y Northrop Grumman.

El propio presidente Biden respaldó la postura de O’Brien. Al instar al Legislativo a aprobar el dinero, el mandatario utilizó el mismo argumento de su funcionario, develando lo que hasta el momento era un “secreto”: la dependencia significativa de ese territorio de las guerras.

Joe Biden urgió al Congreso a aprobar un nuevo proyecto de ayuda militar./ houstonchronicle.com

Por su parte, el periódico The Wall Street Journal recogió las declaraciones de William D. Hartung, investigador senior en el Instituto Quincy, en Washington, quien explicó que las mayores contratistas militares “no existirían sin un flujo constante de financiamiento desde el Pentágono”. Y para que no haya dudas, puso el ejemplo de Lockheed Martin, que recibe el 73 por ciento de sus ingresos de ventas a través de firmas con el Gobierno de la Casa Blanca. Remató su idea afirmando que estas no eran empresas capitalistas en el sentido tradicional.

En lo que va de siglo, las fuerzas armadas de esa nación se han involucrado en varias disputas y las han perdido todas a pesar de que hasta el conflicto en Ucrania no se había puesto a prueba su potencial. Intervenciones en Irak, Afganistán, Siria, Somalia y Libia se sellaron con derrotas, destrucción de países e interminables presencias injerencistas que desgastaron a Washington sin que haya podido obtener tangibles resultados que le aporten éxitos estratégicos.

En todos los casos, Estados Unidos arrastró a sus aliados a enfrentarse con el sur, con un bajo nivel de desarrollo y economías limitadas. No obstante, una leve mirada de conjunto da cuenta de que ni en Asia Central, ni en Asia Occidental, tampoco en África, han obtenido victorias palpables que hayan podido cambiar a su favor.

Al contrario, su economía se ha debilitado aún más, su capacidad de maniobra diplomática se ha limitado, el potencial de generar seguridad y confianza ha menguado, y también sus instrumentos habituales de presión: el chantaje, la prepotencia y la intimidación, han perdido eficacia.

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