Junto al Che por un mismo cauce

Dos combatientes subordinados a Ernesto Che Guevara durante la proeza armada del lomerío oriental y después del triunfo, lo recuerdan con respeto y admiración


Huellas con trazos de guerrilla están impregnadas en la vida de dos hermanos: Edilberto y Ciro del Río Guerra. Su cercanía al Che desde los días de la gesta heroica de la Sierra Maestra, y aún después de la victoria, significa para ellos un recuerdo perenne. El brillo refulge en sus ojos mientras narran algunas de aquellas vivencias como un homenaje al aguerrido jefe, que arribó este 14 de junio a su 95 cumpleaños.

Edilberto, Edy, nació en Guisa, las penurias inundaban su entorno y cuando supo “que un grupo de barbudos andaban por el lomerío con buenas intenciones para cambiar muchas cosas malas en Cuba salió a su encuentro para cooperar en lo que fuera posible. Tenía para entonces 22 años. Mi padre me acompañó hasta San Pablo de Yao y me encontré con el Che el 6 de agosto de 1957, en El Hombrito, ubicado en pleno firme de la Sierra Maestra. Así se llama el lugar porque cuando se mira al sitio desde el llano, un par de gigantescas lascas superpuestas en la cima, semejan la figura de un pequeño hombrito.

“Cuando llegué me entrevistó, preguntó a qué me dedicaba; le dije que para ayudar a mi sustento era limpiabotas, y si los podía ayudar en aquel monte estaba a su disposición. Me hizo varias preguntas y señaló: ‘Quédate por ahí, te voy a dar una misión’. Me orientó guiar hasta la salida de la Sierra a un colaborador de La Habana. Lo llevé hasta la Carretera Central, seguimos hasta Contramaestre. Al regresar me incorporó al pelotón de Ciro Redondo quien cayó en el combate de Mar Verde, el 29 de noviembre”.

A principios de diciembre el Che establece su Comandancia en Pata de la Mesa; Edy observó cómo, por sus cualidades organizativas, convirtió el enclave en un centro integral al instalar una armería, un hospital, una escuela y otras áreas para el aseguramiento logístico.

El Che prueba el fusil M-26, confeccionado en la armería que él mismo creó en Pata de la Mesa. / Archivo de la Oficina de Asuntos Históricos.

“En una ocasión, encontrándome bajo un techo de las construcciones de campaña, me mandó a alcanzarle un libro. En principio no quise explicarle que jamás había tenido la oportunidad de ejercitarme con las letras y los números; se me ocurre decirle con el manual abierto entre mis manos: ‘No entiendo nada, esto está escrito en inglés’. Así me habló: ‘Oye, estás mirando el libro al revés, se ve que eres analfabético perote enseñaremos”. Desde ese momento me llamó Analfabético. Más adelante me situó una maestra.

“Fui participando en diferentes combates o escaramuzas. Después, junto a otros combatientes donde estaba mi hermano Ciro, el Che nos situó en la zona de La Otilia; yo le informaba de los movimientos de las tropas de Ángel Sánchez Mosquera acantonadas en el poblado de Minas de Bueycito situado a unos dos kilómetros. Me asignó uno de los fusiles M-26, una invención de los rebeldes bajo su supervisión. Lanzaba unos cartuchos activados como unas bombitas de mortero, hacían tremendo ruido. Poco efecto al explotar pero cumplían un rol sicológico; se las tirábamos principalmente por las noches para no dejarlos dormir. Entre mayo y abril de 1958, el Che fijó un puesto de mando en aquel lugar, La Otilia, y seguían los choques con las tropas enemigas”.

Invasor junto al Che

Luego el jefe guerrillero se hizo cargo de la Escuela de Reclutas en Minas de Frío para preparar a los hombres que harían la travesía de Oriente a Las Villas y los que se enfrentarían a la inminente ofensiva del enemigo.

“Anunció que iba a llamar a los mejores hombres. Por fortuna fui designado para integrar la Columna 8 Ciro Redondo comandada por él. Salimos desde Las Mercedes el 31 de agosto de 1958. Nos habló claro, aquello era voluntario, y quizás al final del recorrido solo llegaría el 50 por ciento; calificó la misión de peligrosa, el llano no era igual a la Sierra. Salimos bajo los efectos de un ciclón, el Ella, pero Ella no pudo con nosotros.

“Atravesamos una gran arrocera, La Aguilera, y la carretera de Manzanillo a Bayamo; seguimos por un camino, le decían La Sal, y nos dirigirnos al río Cauto. Éramos unos 140 hombres; el Che era un excelente nadador, yo me había criado entre ríos; en el cruce ayudamos a los que no sabían nadar –se situaba una soga de orilla a orilla– y guiamos los caballos halándolos por las riendas. Luego en todos los pasos de los ríos hicimos la misma operación. También el traspaso del armamento, que era aceptable. Equiparon las columnas, incluyendo la de Camilo Cienfuegos, con los mejores pertrechos de guerra existentes en el momento.

“Nos orientó que si alguien se extraviaba se guiara hacia la dirección donde se escondía el sol inclinando la marcha hacia la izquierda del mismo, porque la ruta seguida por la columna era cercana a la costa sur. Estaban a nuestro favor las acciones de los grupos simpatizantes con los rebeldes incluyendo algunos con armas o pertenecientes al Movimiento 26 de Julio (M-26-7). El Che siempre muy atento al desarrollo de la marcha, montado en un caballo recorría toda la columna dando las órdenes pertinentes y siempre muy exigente.

“Señaló que al pasar el río Jobabo –nos adentraba en Camagüey– debíamos estar muy atentos porque era una zona llana. Cruzamos sin dificultades, el cauce era pequeño. Al llegar el 9 de septiembre al lugar conocido como La Federal, la vanguardia de la Columna cayó en una emboscada. Esto significó que ya el enemigo nos tenía localizados. El Che nos comunicó que pronto la aviación se nos vendría encima porque ya conocían nuestra ruta aproximada.

“Otro choque con la tiranía se produjo a los pocos días en Cuatro Compañeros, era al amanecer y el Che ordenó refugiarnos en un cayo de monte cercano. Peleamos duro porque muchos tuvieron que atravesar una línea férrea; en esos casos no había donde parapetarse y los soldados avanzaban por los lados. Como previó el Che, aparecieron lo aviones; comenzaron a tirar su mortífera carga los B-26, los C-47 y uno más grande, el C-3.

Traigan un cirujano como sea

“El osado jefe nunca dejó de ejercer como médico. Fui un testigo muy directo y le doy este sentido testimonio: ya la jornada de la invasión nos había traído a Las Villas. Se situó la Comandancia en la finca Los Gavilanes, cerca de Fomento. Ideó un plan de ataque a las fortificaciones enemigas en un pequeño pueblecito llamado Banao. Se escogió la noche y me ordenó avanzar al frente de 25 hombres. Al topar con un enemigo superior en número y armas, los disparos venían de todas partes y además fueron auxiliados por la aviación. En medio de tanta balacera, un proyectil de Springfield me atravesó el estómago cerca del bazo. Sentí un hormigueo por todo el cuerpo y me preguntaba si estaba vivo. Mientras mis compañeros me arrastraban bajo un fuego cerrado, se escuchó una orden a toda voz: ‘¡Llévenlo para el campamento!’, era el Che quien primero me examinó. Se veían los primeros claros del día y la metralla se mantenía.

“Ya en una camilla mientras me atendía el doctor Oscar Fernández Mell me comenzaron a suministrar suero y plasma. No había material quirúrgico para tratar la perforación y el Che dio otra orden terminante: ‘Que salgan ahora mismo y traigan a un cirujano como sea‛. A campo traviesa dos hombres, incluyendo el capitán Olo Pantoja –caído heroicamente en Bolivia– trajeron al doctor Jorge Machado desde Fomento. Dijeron ir de parte del Che”.

Edilberto señala con regocijo la conservada nota, con puño y letra del Che, enviada a aquel doctor: Noviembre 14 de 1958. Estimado colega: Necesito su presencia con el instrumental necesario para una operación de vientre y una sonda abdominal Pen Rouse. El portador le indicará la forma de llegar. Le encarezco su presencia, pero si no pidiera ser le ruego el préstamo del instrumental. Lo saludo con todo afecto. Che.

“Yo estaba al borde de la muerte. Improvisaron un salón y mientras me operaban –después me contaron– el comandante rebelde no se separó un instante de la puerta. Concluida la operación muy inquieto le preguntó al médico si me había salvado. Al recibir como respuesta una sonrisa exclamó: ‘Bicho malo nunca muere’. Y me salvaron, gracias a las oportunas decisiones del Che. Así le debo la vida. Fue un hombre que durante su existencia demostró probadas cualidades humanas

“Nosotros los invasores del 58 honramos a la invasión de Gómez y Maceo durante la Guerra de Independencia: vivimos como una epopeya guiados por un comandante capaz. Leí que cuando Fidel recibió los informes sobre el desarrollo de aquella travesía, dijo más o menos que no había palabras para expresar la alegría y la admiración que había sentido por nosotros. Que con lo que se había hecho bastaría para ganarse un lugar en la historia de Cuba y de las grandes proezas militares”.

Qué guataquería es la tuya

Edilberto recuerda al Guerrillero Heroico con un marcado orgullo y se refiere a otro pasaje de la vida en campaña mientras se le subordinó: “Antes en la Sierra Maestra, me enfermé de una apendicitis aguda y él jaraneando me expresó: ‘Edy tú no tienes apendicitis, sino pendejitis’. Así era el Che. Se ha hablado de si su carácter era muy fuerte, pero con los compañeros disciplinados, ajustados a las normas, era hasta bromista

“A veces se acostumbra por afecto hacia las personas tener algún gesto, pero él era muy medido y no concebía los privilegios personales. Un momento, después del triunfo, decidí llevarle hasta su casa tres grandes mangos de regalo; él era alérgico a todo lo que pudiera parecerse a eso y me dijo: ‘Oye, Analfabético, que guataquería es la tuya‛”.

Edy laboró muchos años junto a él y guarda como otro grato recuerdo una fotografía, sobre un encuentro en la Universidad de Santa Clara en el año 1959, lugar en el que sostuvieron además un ameno diálogo.

Mucho que narrar sobre el Che

Ciro fue otro de los jóvenes de la serranía oriental que decidió apoyar con un fusil en la mano al Ejército Rebelde. A los 23 años militaba en una célula del M-26-7. Detenido por las fuerzas represivas de la tiranía, al ser liberado se incorporó a la tropa del Che. Tiene mucho por narrar sobre el cumplimiento de varias misiones siendo subordinado de él.

“En mis labores clandestinas del Movimiento yo conocía a Eduardo Fernández un técnico de radio residente en Bayamo quien creía posible poder armar una planta de radio y trasmitir la señal desde el firme de la Maestra. Tuve un encuentro con el Che el 27 de diciembre de 1957 y le anuncié aquella posibilidad. Me escuchó atentamente, me hizo algunas preguntas sobre mi persona; me dio ciertas orientaciones y me entregó 10 pesos para moverme y localizar al especialista.

“Coordiné con Eduardo y se encontraron en El Hombrito, el 4 de enero de 1958. Se pusieron de acuerdo en los pasos a seguir en cuanto a costos y algún apoyo del M-26-7. Se adquirieron los componentes necesarios en La Habana y, cuando estaban en Bayamo, me localizaron. Se lo anuncié al argentino quien ordenó me asignaran un personal de escolta para trasladarlos hasta su Comandancia. Más adelante me orientaron esperar en Los Diablos, una finca cerca de Oro de Guisa; ya mi hermano Edilberto, con un grupo de colaboradores, corriendo grandes peligros, venía en camino. Una alegría tremenda recibir el equipamiento; y la mejor noticia para el Che quien había estado al tanto de todo aquel proceso. Es así como tuvo en sus manos la planta el 16 de febrero y realizar la primera trasmisión el 24 de febrero de 1958 desde Altos de Conrado

“Por encargo del Che continué apoyando al colectivo de realización de la emisora en la parte técnica de la planta y junto a mi hermano Edy también imprimíamos los mimeógrafos del Cubano Libre, el periódico rebelde fundado por nuestro jefe.

“Para mí es un gran regocijo que el Che en persona me asignara la tarea como un enlace hasta escuchar el ¡Aquí Radio Rebelde! vibrando desde la serranía.

Edy y Ciro, frente a una pared de la casa, donde exhiben varias fotografías sobre su andar guerrillero. / Norberto Escalona.

“Más adelante me ascendió a teniente y comencé a dirigir una escuadra. Operaba en la zona de Purialón y acosábamos con emboscadas a los soldados de Batista que se movían por ese entorno; y así el jefe rebelde me iba cambiando de sitio en sitio con el mismo objetivo. En una de las escaramuzas recibí un disparo, me entró por el lado de la clavícula y salió por la espalda, y recibí sus auxilios. Recuerdo que para detener el flujo de sangre me taponeó la salida de la herida con un pedazo de mosquitero hasta poder curar y cocer.

“Concluida la guerra, por su orientación, fui nombrado director del Centro de Alfabetización y Superación Camilo Cienfuegos ubicado por La Cabaña. Más adelante me dio la misión de crear la Granja Experimental Ciro Redondo en Jovellanos, dedicada a la crianza de animales. Él trabajaba en el Ministerio de Industrias y la granja enviaba aseguramientos para el comedor; intenté en una oportunidad tener un detalle para el área de su oficina y qué va… me busqué tremenda refriega por el intento.

Ciro te estás empinando

“En una ocasión yo debía hablar en público con los trabajadores de dicho ministerio, trasmitirles algunas de mis vivencias sobre la lucha en las lomas. Como era de suponer, estaba preocupado. Mi sexto grado recién alcanzado no daba para más. Allí estaban varios ministros, compañeros de mucha cultura. Las manos me temblaban, peor que si estuviera en un combate a balazos, pero no me quedó más remedio, agarré el micrófono. Al terminar no quería hablar con nadie. Todavía el susto no se me había quitado, lo peor, creía haber hecho un papelazo. El Che, al darse cuenta cómo me sentía, puso su mano en mi hombro y comentó: ‘Ciro te estás empinando, te estás empinando’. Jamás olvidaré ese noble gesto.

“En una de sus visitas al enclave, le comuniqué mi necesidad de estudiar. Bajo su aprobación pasé un curso de superación y después me enviaron a una academia militar a la Unión Soviética, en la especialidad de Tropas. Es la etapa cuando él salió a su misión internacionalista. Qué gran hombre, se inmoló cuando otras tierras del mundo reclamaron el concurso de sus modestos esfuerzos, llegó al escalón más alto de la especie humana, parafraseando sus palabras.”.

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Fuentes consultadas:

Entrevista del autor a los hermanos Edilberto y Ciro del Río Guerra, el 10 de junio de 2023 y Revista Carteles No.19, 10 de mayo de 1959, página 53.


CRÉDITO FOTO PORTADA

Edilberto conversa con el Che en la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas en el año 1960. / Cortesía de Edilberto del Río.

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Un comentario

  1. Muchas gracias por compartir las vivencias de protagoniostas vivos de nuestra gesta liberadora. Estas enseñanzas deben permanecer latentes en las nuevas generaciones. Es nuestro deber mantenerlas vivas.

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