La base de la crianza positiva está en el amor

La base de la crianza positiva está en el amor.
Ilustración. /bienestarcolsanitas.com

Una mujer lleva tras de sí a un niño que no para de llorar. De apenas tres años, parece no tener consuelo; quiere unas galletas de esas que los vendedores ambulantes pregonan a precios casi prohibitivos. Ella –celular en mano– camina indiferente a cuanto ocurre a su alrededor, incluido el estado anímico de su hijo.

Cuando, finalmente se detiene, lo mira con rabia y le da un pellizco tan fuerte en el brazo, que el pequeño se queda sin aliento por el dolor. Le habla a puro grito: “No llores más, porque no te las voy a comprar”. Y vuelve al móvil.

Es una de las tantas escenas que apreciamos cada día, muestra evidente de maltrato infantil, aun cuando la madre no le haya dado lo que comúnmente conocemos como paliza.

Valdría reflexionar sobre el siguiente verso: Si los niños viven con hostilidad, aprenden a ser agresivos” del poema sobre la crianza Los niños aprenden lo que viven, que la escritora y consejera de la familia norteamericana, Dorothy Law Nolte, publicó a mediados del siglo XX. Hasta hoy trasciende, como una guía para los padres en muchos países.

La escena descrita es todo lo contrario a la denominada crianza positiva o respetuosa.

Actualmente se discute en los barrios el Proyecto de Código de las Familias, que persigue el propósito de fortalecer la “responsabilidad familiar desde el punto de vista emocional, educacional, formativo y económico en la atención a sus miembros”, y situar “el amor, el afecto, la solidaridad y la responsabilidad en lo más alto de los valores familiares”.

Deja bien claros los principios que deben distinguir a la formación de los niños, niñas y adolescentes (NNA), tomando en cuenta que ellos aprenden constantemente de nosotros y del entorno o grupos con los cuales interactúan.

¿Qué es la crianza positiva?

El término no es nuevo. Durante el siglo XX, en medio de las actitudes autoritarias de las familias signadas por la transmisión de tradiciones aún patriarcales, muchos investigadores comenzaron a advertir los peligros de educar desde la verticalidad del poder.

La tendencia a “yo soy el padre –o la madre–, y aquí se hace lo que yo digo”, cercena el libre desarrollo de la personalidad y contribuye a entender las relaciones familiares y sociales en términos de sumisión y violencia.

Uno de los presupuestos de los cuales parte el conocimiento en torno a la crianza positiva es que si no escuchamos la voz de un niño, de adulto puede ser una persona de baja autoestima o agresiva, precisamente porque no tiene confianza en sí misma. Cuando ese pequeño o pequeña siente que su criterio es valorado en el espacio íntimo familiar, crecerá con plenitud y aprenderá a escucharse, todo lo cual incidirá de forma positiva en la percepción que tiene de sí.

En caso de que su opinión no coincida con la de sus parientes, estos deberán recurrir a la explicación y a la persuasión, hasta encontrar la convergencia. Esa es parte de la gran responsabilidad de los familiares.

Muchos expertos aseguran que la crianza positiva se basa en el respeto a los hijos, en criar con amor y, sobre todo, en hacerlo a través de una conducta no violenta. Al aceptar las opiniones de hijos e hijas, los padres garantizan su reconocimiento como personas con derecho a la libre expresión y a la participación plena en los asuntos familiares: ellos también cuentan.

En su manual para agentes educativos Sin golpes, ni gritos: Descubriendo la crianza positiva, la doctora Leonor Isaza Merchán, de Colombia, expone que “la violencia contra la niñez está presente en todos los países del mundo. […].Y todavía no somos totalmente sensibles y, por tanto, aún no tomamos las medidas necesarias para proteger a la niñez de los castigos corporales y los castigos humillantes y degradantes”.

Los más de dos años de enfrentamiento a la covid-19, en que era un imperativo el distanciamiento social y los planteles educacionales se mantuvieron cerrados, fueron un reto enorme para las familias, porque los niños permanecieron en necesario confinamiento, y era preciso solucionarlo todo en casa, sin más apoyo que el de los propios residentes en el hogar. Salvar la presión sicológica fue una prueba de fuego.

“Hubo momentos en que yo quería salir por el techo”, comenta la joven Claudia, madre de dos niñas y un niño. “Tuve la suerte de acogerme al trabajo a distancia; pero era eso, más las teleclases, y las majaderías propias de los niños con el trauma de no poder salir de casa. Conté con el apoyo incondicional de mi esposo, Gabriel, también acogido a esta modalidad laboral, y compartíamos las responsabilidades.

“Nos convertimos en profesores de dibujo, en repasadores, en promotores culturales, conferencistas –éramos los únicos que podíamos aclararles cualquier duda–, consejeros, y hasta en cocineros estrellas, por todas las golosinas que les inventábamos. Si venía el agobio jamás se lo demostrábamos, porque tuvimos el tacto de garantizar que su estabilidad emocional se afectara lo menos posible en esas condiciones”.

Un excelente ejemplo de crianza positiva. Desgraciadamente, no en todos los casos sucedió igual porque muchos padres no tienen herramientas de educación positiva para implementar en casa.

¿Qué define el Proyecto de Código de las Familias como crianza positiva?

  • Conjunto de prácticas de cuidado, protección, formación y guía de niños, niñas y adolescentes, que respeta sus derechos, la evolución de sus facultades y sus características y cualidades individuales.
  • Implica la decisión consciente de madres, padres y personas cuidadoras de considerar como elemento central de su interés superior, para:
  1. Generar vínculos afectivos que garanticen la satisfacción de sus necesidades emocionales, por sí mismos y mediante redes afectivas de apoyo.
  2. No emplear ninguna forma de violencia, ni ejercer abuso de poder o autoritarismo.
  3. Potenciar sus habilidades y competencias.
  4. Promover su participación, la comunicación, el diálogo abierto y el protagonismo de los niños, niñas y adolescentes en sus propias vidas y evitar la permisividad, y establecer límites sanos, con firmeza, afectividad y respeto.

En este estilo de crianza no hay lugar para el irrespeto mutuo, el maltrato, ni mucho menos la violencia. Solo se admite el amor. Volvamos sobre el poema de Dorothy Law: Si los niños viven con afecto, aprenden que el mundo es un maravilloso lugar donde vivir.

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2 comentarios

  1. Formidable, Irene. Tiene de todo: bien documentado y argumentado, dramaturgia estructurada para captar y mantener la atención, contrasta el mal ejemplo y el bueno, y con un guiño a la poesía. Pero lo más importante es la eficacia comunicativa para transmitir el contenido. Puedo asegurarte que aprendí sobre el tema. Motivadora ilustración

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