Trece de julio de 2014. El árbitro Nicola Rizzoli decreta el final del partido. Alemania, tras derrotar 1-0 a Argentina, se consagra como campeona de la Copa Mundial. Aquella victoria en el mítico Estadio Maracaná la celebraron los aficionados al equipo teutón en todas las partes del planeta, incluyendo nuestro país, Cuba, una nación que nunca logró posicionarse como una potencia futbolística a nivel regional y mucho menos a nivel global. Esa misma Cuba fue la que vio cómo los aficionados al balompié abarrotaron el Cine Yara, en el Vedado habanero, para presenciar en la pantalla grande la final por el título del mundo.
Desde ese momento, el fenómeno no ha hecho más que crecer. Es común observar jóvenes practicar la disciplina en cualquier tipo de condiciones: en la Ciudad Deportiva o en la calle, con las porterías reglamentadas o con mesas y/o piedras cumpliendo esa función, soleado o bajo lluvia, con “los tacos” o descalzos. Es cotidiano percibir, en algún momento del día, a alguien vistiendo una camiseta de alguno de los clubes más importantes del mundo y analizando con sus colegas (a veces hasta con desconocidos) si la jugada del fin de semana fue penal o no.
El cubano de hoy se vincula con el fútbol más que nunca, un fenómeno que se debe en gran medida al acceso a la información desde múltiples plataformas, y también a la globalización. Ya no solo sigue el partido, sino también las charlas previas, los rumores de fichajes y los análisis tácticos.
El más universal de los deportes aprovecha todas las posibilidades para venderse como producto, en el mundo más interconectado. Es indudable que este escenario afecta las preferencias de varios jóvenes e incentiva un fuerte debate con las generaciones más experimentadas, las cuales no conciben algo comparable al béisbol, nuestro pasatiempo nacional.
No vale la pena realizar disputas innecesarias. El aficionado cubano tiene el deporte en la sangre. Solamente quiere un espectáculo para disfrutar, para sentir. El béisbol forma parte de nuestra cultura, historia e idiosincrasia. El fútbol nos ha tocado el corazón, como pasión, como nueva emoción. Ambos deportes tienen su público e incluso, muchas personas prefieren disfrutar de los dos. Al final de cuentas, no siempre hay que escoger.
CRÉDITOS
Texto: Jean Carlos Freyre Carmona
Fotos: Jorge Alejandro Fernández Espinosa