La señal ahí y el problema… ¡también!

Hay badenes que huelen cada vez más a descuido, a accidente, a inercia, aún cuando hay quienes siguen “volando” por encima de ellos, en franco irrespeto a señales que alertan pero no resuelven el peligro


En más de una ocasión, y con un sentido cristalinamente preventivo, nuestra revista ha hecho referencia al permanente peligro que para la vida significa el mal estado de ciertos tramos en la carretera central, la autopista nacional y otras vías por donde tiene lugar un alto flujo o circulación de vehículos.

Señal alertando un peligro que puede ser resuelto.

En ninguno de esos casos hemos ocultado la relación directa que con ese fenómeno guarda el complicado panorama económico del país, agravado año tras año, así como la consiguiente imposibilidad o dificultad para asegurar las labores de mantenimiento y de reparación que, de forma lógica, habitual, requieren esas vías, como consecuencia precisamente del intenso uso.

Es bueno recordar, también, que no siempre los pocos recursos destinados a esa actividad han sido empleados bajo los conceptos de control y de exigencia que deben prevalecer en toda inversión o proceso de esa índole.

Basta viajar por algunas de dichas arterias para advertir y lamentar en lo personal y en lo técnico, una longaniza de chapucerías mediante remiendos de muy efímera duración, que terminamos preguntándonos si como remedio habrán sido mejores o en verdad peores que la enfermedad.

Eliminando la causa, no harían falta estas señales.

No son, sin embargo, esas palpables realidades el motivo que, a modo de meditación y de alerta, nos hace poner, otra vez, yema de dedo en teclado.

Uno de los chispazos salta en el kilómetro 445 de la carretera central, en territorio avileño, donde un badén, que ha venido acentuándose cada vez más con el tiempo, ha provocado varios accidentes, con saldo incluso de fallecidos y, desde luego, considerables pérdidas materiales en lo que respecta sobre todo a vehículos.

Preventivamente, una sucesión de señales de Tránsito advierte al conductor acerca del peligroso y sorpresivo desnivel que con el paso del tiempo se ha agravado en una pequeña obra de fábrica, allí, a tal punto que, a pesar de encontrarse en una recta de vía, con terreno completamente llano, se indica bajar la velocidad a 20 kilómetros por hora.

Vecinos del lugar coinciden al señalar que en tiempos pasados “por ahí usted podía pasar como si nada”. Es obvio que el propio peso de los calendarios, el de medios que transportan considerables cargas y quizás la firmeza del terreno han incrementado esa irregularidad, no excepcional, pues en otros (varios) puntos de vías principales y secundarias late igual el problema.

Al parecer no… ¡Y ahí está el peligro!

Confieso que siempre, cuando llego al mencionado kilómetro 445, me pregunto qué llevará más tiempo, materiales e inversión: si realizar –de una sola vez– un buen trabajo que nivele la carretera en ambos extremos del puentecillo, o que al personal de Tránsito no le quede más alternativa que garantizar y plantar un grupo de señales, en cuya confección intervienen recursos cada vez más escasos, algunos posiblemente de difícil importación, como la pintura que permita visualizar dichas señales en la noche, bajo el efecto de la luz emitida por los focos de los medios de transporte.

Sume a esos gastos lo que cuesta mover hasta allí un camión, el combustible empleado, el pago por concepto de salario, la reposición de la señal si un indolente la sustrae o la daña o si por la propia irregularidad de la vía algún vehículo la echa abajo…

Lo más “curioso”, en cambio, es que aun cuando nada de ello suceda –cuando permanezcan intactas esas señales en ambas direcciones, previo al badén– intacto continúa latiendo allí el verdadero peligro, el fenómeno que por sí mismo jamás va a desaparecer; todo lo contrario, seguirá ganando en intensidad (como solemos decir en momentos de huracanes) con la también inherente probabilidad de que sucedan nuevos incidentes, el luto ensombrezca a más familias y la economía continúe perdiendo medios de transporte o incurriendo en gastos que, como todo accidente, pudieron ser evitados.

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