Enfrentada a un “mal” día, un buen amigo me recomendó que debía escribir menos sobre temas tristes. “Pero, ¿cómo? –pregunté–, ¡si este mundo está repleto de sinsabores! No es que la humanidad se ahogue en sus defectos únicamente, mas las virtudes se defienden solas. A los desamparados y olvidados, a esos sí hay que apoyarlos. Particularmente el continente africano muchas veces pareciera “dejado de la mano de Dios”.

Quisiera empezar por Etiopía y su actual zona en conflicto de Tigray. Allí el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU sostiene que nueve millones de personas; o sea, el 40 por ciento de la población, sufren una escasez extrema de alimentos, lo cual incrementa la cifra de seres que han cruzado el umbral de la hambruna, calculada en más de 400 000.

Pudiera argumentarse que conflicto más, conflicto menos, el hambre en esa región es crónica. Precisamente de eso se trata. ¿Por qué esa zona del planeta, tan rica de todo lo naturalmente posible, sufre las peores calamidades? Las respuestas son diversas, aunque esta comentarista insiste en concentrar el análisis en la indiferencia habitual con que se asumen los problemas africanos.

Sin ir más lejos, ahora con la covid-19 algunos medios occidentales recalcan el hecho de que hacia esa región no pueden enviarse demasiadas vacunas, pues no hay cómo refrigerarlas. ¡Exacto! África lleva siglos de abandono y este es tal que todavía mueren embarazadas por contraer parásitos curables. A pesar de la desatención histórica, la inmensa mayoría de los gobiernos locales –con sus deficiencias y contradicciones– tratan de auxiliar a sus débiles sistemas sanitarios: fueron científicos sudafricanos quienes detectaron y alertaron sobre la variante ómicron. Incluso estimaron su alta transmisibilidad.

¿Nada puede cambiar la realidad africana?

El doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, en su informe del 22 de enero sobre la covid-19, señaló que en África más del 85 por ciento de las personas aún no han recibido una sola dosis. Agregó que miles de vacunas donadas llegaron caducadas. Dijo, además, que era imposible “acabar la fase aguda de la pandemia a menos que resolvamos ese problema”. En ese sentido, la OMS despliega no caridad, sino solidaridad, apoyando a las naciones africanas en la secuenciación genómica, a través de capacitaciones en áreas decisivas, como la bioinformática y el manejo de muestras. El alto directivo apuntó que se les ayuda a adquirir y entregar equipos y suministros de laboratorio críticos. Palmas para la entidad, que no subestima eficiencias intelectuales.

Al cierre de esta edición, la Directora Regional de la OMS para África, doctora Rebecca Matshidiso Moeti, consideraba: “Los primeros indicios sugieren que la cuarta ola [de contagios] en África ha sido pronunciada y breve, pero no menos desestabilizadora. La contramedida pandémica crucial que tanto se necesita aquí sigue en pie, y es aumentar rápida y significativamente las vacunas contra la covid. La próxima ola podría no ser tan indulgente”. La variante ómicron nació en África y debería terminar ahí. ¿Nos solidarizaremos?