“La vida es un licor diabólico”

Múltiples ideas, caminos andados y hallazgos por descubrir comparte con BOHEMIA el maestro Francisco López Sacha, uno de los intelectuales homenajeados durante la edición 32 de la Feria Internacional del Libro de La Habana


Al recibirnos en su hogar habanero donde siente, disfruta y piensa los sentidos de existir, propició acercarnos al convite ingenioso de este ser humano multifacético. Nos abrió la puerta con un peculiar gesto afectuoso. De alguna manera entramos al rico imaginario recreado por él en cuentos, personajes, ensayos, novelas, vivencias, clases magistrales, diálogos enriquecedores abiertos a perennes descubrimientos.

Después de escuchar la historia del rock decidió escribirla.
José Martí forma parte de la visualidad que lo acompaña en su hogar.

Al destacado escritor Francisco López Sacha se le dedica la edición 32 de la Feria Internacional del Libro de La Habana junto a otra sabia, la filósofa Isabel Monal.

Sacha ha recibido numerosos reconocimientos y distinciones. De ellos forman parte el Premio Juan Rulfo (París, 2000) por el relato Escuchando a Little Richard, el Premio de la Crítica (2017) a su novela El que va con la luz y la Medalla Alejo Carpentier (2021).

Disfrutó El más suave de todos los veranos, su novela publicada en fecha reciente.

Tras recibir varios homenajes en diferentes espacios está listo para la breve estancia en Manzanillo, su origen nunca remoto. “Ese pueblo es mi segunda patria. La primera es Cuba”. Cálido, emotivo, comparte múltiples inspiraciones tal vez poco confesadas.

“Escribo para mí. Si siento satisfacción con el resultado lo doy a conocer. En la medida que uno crece varían los puntos de vista, el pensamiento. Esa transformación influye al relatar historias. Cada obra pide su estructura. Me permito desarrollar las ideas sin contarlas”.

Nos complace al colocar ante sí una muestra de sus 15 libros publicados. Elige el título Prisionero del rock and roll. Sonríe quedo: “Soy un músico que se expresa literariamente. Algún día grabaré en mi voz el soñado disco de rock. A los 20 años rendí tributo a Los Beatles, les hice un poema, pues me conmovió su desaparición”.

Apenas la breve pausa y agrega: “Desde hace muchos años la escritura es mi hábito perenne, sobre todo en las mañanas, porque agotado no puedo hacerlo. Pertenezco al siglo XIX, prefiero la máquina de escribir por sobre la computadora. Esta no suena, la máquina sí. Tampoco uso celular. Añoro el intercambio, la escucha”.

Dice sentirse enfrascado en su quinta novela. “Tiene la estructura del poema épico en la Ilíada. Siempre le incorporo la partitura musical. Trata sobre cierto niño que nace sin destino. Nunca dejo de pensarlo: la vida es un licor diabólico”.

Múltiples gestos denotan la proverbial entrega de Sacha, hombre culto, laborioso, sensible. Deja huellas en la docencia, la crítica de arte y la edición. Su desempeño prolífero tiene impactos social, cultural, pedagógico. Investiga, profundiza, da fe del quehacer de notables personalidades.

Degusta las palabras plenas de emociones al expresar: “El curso de rumbos inesperados me llevó a realizar varios trabajos. Aprendí que el editor es un trabajador auxiliar imprescindible, pero jamás puede estar por encima de quien escribe. El manuscrito es la materia prima. Tuve grandes maestros, Ambrosio Fornet y Eduardo Heras. Nunca lo olvido, Cortázar varió la puntuación de la novela Paradiso al publicar a Lezama, quien le dijo: don Julio, soy asmático. Coloco las comas según mi respiración. La segunda edición la hizo Cintio Vitier y respetó la puntuación del autor. Igual sucede en el cine donde el corte define el ritmo, el tono del relato. Esto lo transmito a los alumnos en la Escuela Internacional de Cine y Televisión en San Antonio de los Baños donde imparto varios cursos. Es preciso aprender cómo contar historias para después trasladarlas al lenguaje tripartito del séptimo arte. Resulta esencial diseñar la curva dramática antes de construir un espectáculo de ficción”.

Elige las palabras y las atmósferas en cada título

Incansable, sincero, el maestro incita al aprendizaje sistemático. Una y otra vez regresa a la memoria y enseguida avanza en los caminos emprendidos. “Creo en el trabajo. El artista de la escritura se hace trabajando. Debe romperse el lomo todos los días. Somos los obreros de la construcción en la literatura”.

Los gajes adquiridos en tantas profesiones le han exigido altas dosis de paciencia y una vocación implícita en el afán de jamás retroceder. “El Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso continúa siendo el lugar donde siempre debo volver. Allí me convocó Eduardo Heras León, su fundador. Fue un hombre especial por la sabiduría y la ética. Sufrió amargamente un injusto castigo, pero jamás se desmarcó. Mantuvo la condición de revolucionario. Defendió un modelo de conducta con valentía y honestidad”.

Sin duda, el maestro Francisco López Sacha cultiva el cuadro viviente y sensible de la vida. Preserva la memoria latente en el mañana, sigue andando sin abandonar el espíritu fundacional y los deseos de hacer en provecho de la melodía personal, pues lo ilumina para todos los tiempos.


CRÉDITOS

Fotos. / Leyva Benítez

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