Legado de una infatigable creadora

Popular, admirada, la escultora cultivó una poética singular y su obra desde hace mucho se integra orgánicamente a nuestra cotidianidad.

Más de un centenar de espacios públicos e instituciones de diverso carácter exhiben, en alguna de sus áreas, la armonía de formas, líneas, volúmenes de las piezas figurativas y/o abstractas de Rita Longa Aróstegui (14 de junio de 1912 – 29 de mayo de 2000), quien siempre halló un aliciente espiritual para concebir representaciones simbólicas de especial cubanía, a partir de la piedra, el metal, la madera, el yeso y, si bien escasamente, el vidrio.

Resulta extraño que alguien pase impávido ante los venaditos del Grupo familiar (1947), a la entrada del Zoológico Nacional; o no se conmueva con la energía que irradia Virgen del camino (1948), en una concurrida rotonda del habanero municipio de San Miguel del Padrón. Tampoco será fácil apartar de la memoria los rasgos y el movimiento de la grácil Ballerina (1950), del cabaret Tropicana, o las etéreas Musas (1950) que habitan los predios del cine-teatro Payret.

Justo donde se cruzan la carretera Central, las calzadas de Luyanó y de San Miguel del Padrón, La Virgen del camino (1948), con la rosa de los vientos entre las manos, bendice a los paseantes.
Justo donde se cruzan la carretera Central, las calzadas de Luyanó y de San Miguel del Padrón, La Virgen del camino (1948), con la rosa de los vientos entre las manos, bendice a los paseantes. / onlinetours.es

Pero, estas creaciones, de las que emanan espiritualidad y delicadeza, no son las únicas retenidas e inmortalizadas en el imaginario colectivo; igualmente recordamos Muerte del cisne (1959) y Forma, espacio y luz (1953), situadas en el Teatro Nacional de Cuba y el Museo Nacional de Bellas Artes, respectivamente.

La pieza Forma, espacio y luz (1950-1953), emplazada en el edificio de Arte Cubano, del Museo Nacional de Bellas Artes, señala un instante decisivo en la madurez creativa de la escultora.
La pieza Forma, espacio y luz (1950-1953), emplazada en el edificio de Arte Cubano, del Museo Nacional de Bellas Artes, señala un instante decisivo en la madurez creativa de la escultora. / onlinetours.es

Al propio tiempo, sería inexcusable desconocer el extraordinario trabajo de la Aldea taína (1961-1964), conjunto escultórico que se erige en el centro turístico Guamá, de la Ciénaga de Zapata, en la provincia de Matanzas; quizá concreción artística y conceptual de quien, desde los primeros ejercicios docentes, asumió la temática aborigen en su estilo y estética, como lo demostró con Hatuey en la hoguera, una de sus obras primigenias.

El conjunto Aldea taína es un ejemplo de cuán hondo cautivaron las leyendas y temas autóctonos a la artista.
El conjunto Aldea taína es un ejemplo de cuán hondo cautivaron las leyendas y temas autóctonos a la artista. / onlinetours.es

Génesis de una virtuosa

Entusiasta e impenitente en disímiles proyectos, Rita Longa se mantuvo activa hasta poco tiempo antes de su deceso.
Entusiasta e impenitente en disímiles proyectos, Rita Longa se mantuvo activa hasta poco tiempo antes de su deceso. / autor desconocido

De procedencia aristocrática, desde niña Rita Longa reveló habilidades para asimilar los saberes vinculados a las artes y las letras; por lo tanto, al concluir el bachillerato su madre resolvió inscribirla en la Academia de Artes Plásticas San Alejandro para que estudiara dibujo comercial, disciplina muy bien retribuida entonces.

Su paso por aquel centro académico resultó errático y fugaz; no obstante, contribuyó a que la escultura la sedujera para siempre y ella se llevara consigo los saberes trasmitidos por su profesor Juan José Sicre, a quien siempre elogió como un gran artista, más allá del entorno docente.

Pese a los esfuerzos por desarrollar sus habilidades en el dibujo, nunca lo consiguió; de modo que a la hora de realizar los bocetos de sus proyectos resolvía tal limitación haciendo una réplica de la pieza a pequeñísima escala, exactamente un décimo de su tamaño original y, tras corroborar su funcionalidad, la consideraba lista para someterla a consideración del arquitecto y el comprador. Así lo corroboró una BOHEMIA de los años 50, donde el lector podía advertir una miniatura de la hoy celebérrima bailarina de Tropicana.

A principios de la década de los 30 empezó a involucrarse y participar en exposiciones personales y colectivas; ya para ese momento la muchacha contaba con herramientas derivadas de la academia y algunos saberes adquiridos de manera autodidacta que le conferían a las creaciones cierto aire vanguardista y renovador.

“Mis primeros trabajos consistían en juegos de líneas y de formas, búsquedas de soluciones atrevidas, expresiones nuevas, tanteos que fueron adquiriendo mayor seguridad”, confesaría sobre el instinto experimentador que siempre la movilizó.

Trabó amistad y vínculos profesionales con notables artistas de la época. Se incorporó al Estudio Libre de Pintura y Escultura, organizado por el pintor y caricaturista Eduardo Abela Villarreal, quien consiguió reunir –en calidad de orientadores– a sobresalientes figuras entre los que se hallaban la propia Rita Longa, René Portocarrero, Mariano Rodríguez, Jorge Arche y Alfredo Lozano.

Las tradiciones aborígenes calaron en la inspiración de la creadora, como ocurrió en esta pieza titulada La india Caonaba.
Las tradiciones aborígenes calaron en la inspiración de la creadora, como ocurrió en esta pieza titulada La india Caonaba. / periodico26.cu

De acuerdo con el criterio de expertos, aquel ensayo experimental generó una revolución en la plástica cubana, al atraer a personas de todas las edades, avisadas o neófitas, a un mismo espacio vital, nada ortodoxo, donde las artes visuales eran razón y esencia para la comunión. Esta experiencia pedagógica sería reeditada por la artista varios años después en el Taller de Guamá que tendría como mentora principal a Celia Sánchez Manduley.

Poética de una mujer pertinaz

Tras el triunfo de enero de 1959, se vinculó al proyecto social cubano, con un relevante trabajo escultórico, y persistió en la intención de ser guía e inspiradora de las nuevas hornadas de creadores adeptos a la escultura, modalidad de la plástica durante años relegada y desestimada en el país.

Desde el quehacer creativo defendió diversas causas sociales, políticas y culturales, como las de los pueblos vietnamita y camboyano. Devino artífice y promotora del trascendente movimiento artístico generado en la oriental provincia de Las Tunas, declarada por ella Capital de la Escultura.

Asimismo, junto a varios colegas fundó la Comisión de Desarrollo de la Escultura Monumental y Ambiental (Codema), que presidiera desde 1980 hasta poco antes de su muerte.

Compartió la pasión por el arte, y posturas políticas, con su esposo y padre de sus hijos, el jurista Fernando Álvarez Tabío (1907-1979), embajador permanente ante la ONU por varios años, profesor universitario y presidente del Instituto de Relaciones Internacionales.

Galardonada con el Premio Nacional de Artes Plásticas en 1995, Rita Longa deviene paradigma de indagación sobre la perpetuidad y renovación de lo bello, sin desasirse de lo genuinamente decorativo. En cada una de sus esculturas se advierten lecturas múltiples y tanteos debidos a la capacidad y perspicacia de la artista para fundir diversas ideas en un concepto único, esencial.

Verdaderos homenajes a nuestra insularidad son los flujos de agua que acompañan a muchas de las obras de Rita Longa; una muestra es La fuente de las Antillas (1977), en Las Tunas.
Verdaderos homenajes a nuestra insularidad son los flujos de agua que acompañan a muchas de las obras de Rita Longa; una muestra es La fuente de las Antillas (1977), en Las Tunas. / lajiribilla.cu

Gestas históricas, figuras patrióticas, personajes religiosos o símbolos de la identidad, entre otros, asumidos a partir de una temática concreta, toman cuerpo en su obra desde una visión global de nuestra nacionalidad.

La sensualidad del cuerpo femenino, desnudo o vestido, y la insistencia en los flujos de agua son atributos casi indelebles de los conjuntos que llevan la firma de esta cubana obstinada y diligente que creó para el disfrute de todos las fuentes de las Virtudes (1952), en Las Villas, y de los Mártires (1947), en el habanero Paseo del Prado; igualmente la Fuente de las Antillas (1977) y el grupo escultórico del Bosque de los héroes (1973), estos últimos emplazados en Las Tunas y Santiago de Cuba, respectivamente.

La piedad se encuentra en el Cementerio Cristóbal Colón, de La Habana.
La piedad se encuentra en el Cementerio Cristóbal Colón, de La Habana. / radiorebelde.cu

Uno de sus más acuciosos críticos y estudiosos, Alejandro G. Alonso, expresó: “Tiene que haber mucho de genuino en la obra de Rita Longa cuando todo un país la ha podido ahijar de modo tan entusiasta”; y ciertamente no le falta razón, su valioso legado desborda sensibilidad hacia el ser cubano.

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