Y también un compañero fallecido el viernes: Gerardo Vázquez Somoza
Cuando llegó, con sus 85 años de edad en la espalda, y su lógico andar lento, despertó las energías, el respeto, los aplausos de los reunidos en el Estadio Latinoamericano, el muy bien bautizado Coloso del Cerro.
Tony Oliva, un pinareño de puro campo que jugó 15 años de forma muy exitosa en las Grandes Ligas de Estados Unidos, de 1962 a 1976, reconocidas como la del béisbol más fuerte de nuestro planeta, caminó hacia el montículo para realizar el simbólico lanzamiento inicial (de un juego entre Artemisa e Industriales).
En su andar hacia el box, el cual puede haberle parecido a una distancia kilométrica, se apoyó en Pedro Medina, uno de nuestros grandes exreceptores, quizás el más completo uniendo la defensa y la ofensiva. En sus tiempos Medina recibió en la selección nacional a un hermano de Tony, el derecho Juan Carlos Oliva, también pinareño, uno de los mejores lanzadores que han pasado por nuestras Series Nacionales. “Creo que mi hermano no ha sido valorado con toda justicia: nunca perdió un juego en una competencia internacional”.
En su camino hacia la lomita, fue escoltado también por el extorpedero Rodolfo Puente, otro con muchos años de triunfos en nuestra selección.
Una batería de fotógrafos, en cantidad muy superior a lo habitual en el Coloso del Cerro, dispararon una y otra vez los flashes esa noche del pasado 10 de enero, y le siguieron con total atención.
Otras imágenes de él, con diferentes protagonistas, quedaron también registradas en diversos celulares, a modo de inolvidables selfis, no solo en su visita por los bancos de los dos equipos. Es que también sucedió cuando, lleno de sencillez, se fue a caminar un poco por los pasillos del estadio para acercarse a los aficionados. Hubo uno que a tono con las raíces de las religiones afrocubanas hasta le hizo una limpieza con unas hierbas para desearle buena suerte.
Oliva, quien fue un temible bateador zurdo y destacado jardinero derecho, llevaba con orgullo una gorra y el traje tricolor del equipo Cuba. En la espalda su histórico número 6 y la inscripción Tony-0 (apodo con el cual fue bautizado en la Gran Carpa). Un número que en su homenaje se retiró de la nómina de los Mellizos de Minnesota.
Los batazos que conectó lo llevaron a que en 2022 le abrieran un espacio en el relevante Salón de la Fama, en Cooperstown, Nueva York. “Pasé 45 años esperando por ese momento. En otras ocasiones estuve cerca de lograrlo. Me dijeron: ‘te llamamos de cuatro y quince de la tarde a las cuatro y cuarenta y cinco fuiste seleccionado’. A las cuatro y cuarenta y dos sonó el teléfono’”.
Cuando ahora se empezaron a escuchar en el Estadio Latinoamericano las notas de nuestro Himno Nacional se puso con respeto la gorra al pecho, lo cantó y entonó con fuerza, lo cual no hicieron todos los peloteros.
“Feliz de estar otra vez en mi Cubita”, reiteró.
Una visita, como era de esperar, que algunos criticaron en redes sociales.
Voy casi terminando. Y no lo haré, pues me parece innecesario, con un largo párrafo político, que mencione a nuestros heroicos mambises o a los mártires. Quiero nada más insistir en lo que nos recordó Tony Oliva, incluso con su cansancio de 85 años: ¡el Himno Nacional se canta con fuerza y orgullo!
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Quizás este trabajo hubiera pasado por la edición experta de Gerardo Vázquez Somoza. Pero no pudo ser: nos dijo adiós, de forma sorprendente para muchos, al amanecer de este viernes (19 de enero). Tenía solo 73 años de edad, casi 40 de ellos dedicados a BOHEMIA. “Discúlpenme, yo no sé de Deportes”, nos decía con su habitual modestia. Lo cual no le impedía, casi siempre, hacer importantes aportes. Y así recordaba el valor de la modestia. Entre muchos recuerdos traemos uno: debimos buscarlo para que nos diera valiosos testimonios históricos de nuestra sección cuando en mayo pasado elaboramos un material especial por el aniversario 115 de la revista. Si fuera correcto quiero hoy dedicarle agradecido a Gerardo Vázquez Somoza esta modesta crónica que no pudo editar.