Lupin y otras maneras de pensar el policíaco

Valoraciones sobre un género que, desde el arte, sin didactismo o edulcoraciones defiende la justicia social, condena el crimen y los males sociales sin límites de fronteras


La narrativa fantástica sirve de soporte para los más alucinantes vuelos de la imaginación. En este universo, el género policíaco, con características específicas, cautiva a las audiencias. Así lo evidenció la serie francesa Lupin, la cual fue transmitida cada domingo, en la revista cinematográfica dominical Arte Siete.

El protagonista del relato, Assane Diop, asume las andanzas de Arsene Lupin, personaje icónico creado en la literatura por Maurice Leblanc.

Llevar al medio televisual lo cifrado en públicos diversos mediante un clásico demanda ser fiel a cierto requerimiento: este ladrón de guante blanco debe ser cada vez más creativo al enmascararse en el momento de idear y llevar sus robos a la práctica.

Por esto, el equipo de la serie acude al género de la tragicomedia. Dicha solución dramatúrgica se caracteriza por la aventura. El personaje principal viaja hacia un ideal y tras atravesar difíciles situaciones vence considerables obstáculos para alcanzar su meta.

¿Cuál es la de Assane Diop? Vengarse de una injusticia sufrida por el padre inocente, quien fue acusado de un robo, lo apresaron, y se suicidó en la cárcel.

Sin duda, el laberinto narrativo del policíaco propicia disfrutar combinatorias de elementos sugerentes. En él, coinciden los enigmas, las dudas y la progresión de bifurcaciones articuladas al estructurar una narrativa abierta a la exploración del espectador o la espectadora. De ahí su encanto.

Foto. / fotogramas.es

Pero no solo depende la serie francesa Lupin del orden de los hechos y de cómo son tratados.

Es una aventura policíaca fascinante donde además influyen la calidad estética y la dramaturgia, sino el desempeño orgánico de Omar Sy al interiorizar las características del personaje sui géneris, cómplice.

Él demarca sutilmente intenciones, diferencia el abatimiento de la tristeza, la ira del gesto soberbio, y la ironía de la conmiseración.

Todo eso lo exige su Assane Diop. Hijo, padre de familia, fiel al amigo.

Trasciende la extroversión epidérmica del ladrón común. Sabe ir al meollo del lenguaje policíaco sin perder la ternura.

De manera cálida, simpática en ocasiones, confirma la riqueza de posibilidades del género. Aprovecharlas permite comprender infinitas complejidades de la vida, sensible al desconcierto, no siempre a la certeza.

Pistas y sentidos están justificados en una puesta creativa, vertiginosa. La serie Lupin logra lo verosímil al defender el establecimiento del orden, de la justicia y el castigo a los maleantes.

De igual modo, los realizadores son conscientes de una verdad irrebatible: es preciso estudiar cánones establecidos, leyes inviolables. Imposible olvidarlo: El Quijote abre una vertiente distinta del acontecer heroico. La conciencia crítica en las puestas en escena del relato invierte los signos de la heroicidad para enfrentar el ser no a la luminosidad de su triunfo o al absoluto de su destino, sino al desamparo y a la trascendencia de su debilidad.

Estos y otros preceptos son constantemente violados en nuestros policíacos al centrarse en el punto de vista del didactismo exacerbado. Obvian el concepto del espectáculo, urgencia imprescindible para convencer en las ficciones televisual o cinematográfica.

De ningún modo pensemos que este es el único modelo narrativo para recrear el policíaco. Es uno de ellos.

En franca sintonía, Italo Calvino argumenta: “El uso justo del lenguaje es el que permite acercarse a las cosas presentes o ausentes con discreción y atención y cautela, con el respeto hacia aquello que las cosas presentes o ausentes comunican sin palabras”.

Mucho se puede decir, alertar, enseñar, en un relato policial. Solo es preciso seguir las huellas auténticas y la renovación del arte audiovisual contemporáneo.

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