Desde nuestra televisión pública se pueden seguir estableciendo estéticas renovadas en beneficio del desarrollo personal y social
A una velocidad vertiginosa se multiplican micrófonos y cámaras en diferentes contextos. La información y el entretenimiento son entregados a domicilio. Lo que conoció hace un minuto ya no es noticia, apenas sorprende y mucho menos hace reflexionar de manera mesurada.
¿En qué mundo vivimos? Lidera en el panorama mediático el avasallante poder de grupos económicos privados que conquistan mercados, difunden mensajes de todo tipo, borran las jerarquías culturales.
Pensemos en el impacto de las redes sociales y en la creciente conjunción de ordenadores, pantallas, videojuegos, pues familiarizan a los públicos con modos de conocer el mundo e instauran la conciencia de pertenecer a regiones más amplias que al propio país.
Por diferentes vías pululan el peor reality show, la invasión impúdica del espacio íntimo, privado y la vulgarización sin límites.
¿Qué hacer desde nuestra televisión pública donde series, telenovelas, programas informativos, documentales, músicas, sí, en plural, cultas y populares, entre otros géneros y expresiones artísticas instauran un gozo, el cual debe ser compartido desde edades tempranas?
Precisamente, el gozo referido activa el interés y las maneras de apropiarse de lo nuevo, lo desconocido o lo que se debe investigar.
Una inteligente opción cultural ofrece el espacio D´Diseño (Canal Habana, viernes, 8:30 p.m.) al socializar ideas, conceptos, valoraciones de reconocidas personalidades de la especialidad, entre ellas, Pepe Menéndez, artista siempre renovado.
El programa provoca maneras de compartir lo aprehendido al sistematizar saberes. Demuestra que el pensamiento puede trascender el contexto, pero no escapa de él.
Nunca lo olvidemos, las imágenes “hablan” en fotos fijas y en movimiento, escenas, películas, ejecuciones de intérpretes musicales y danzarios, en los atuendos y excesivas gestualidades de conductores. En fin, todo lo que vemos en la pantalla televisual dice algo, tiene significado, prominencia, incluso puede instaurar modos de hacer y modas.
Despertar el apetito hacia contenidos y formas creativas exige ingenio. Lo ha logrado la telenovela Suerte de vivir al llamar la atención sobre escritores, poetas y ensayistas brasileñas y otras naciones al situar una editorial en la atención del relato.
También, desde otra perspectiva, la serie Calendario abrió amplios abanicos de provocaciones en el sentido de profundizar en el ser humano y sacar a la luz sus complejidades, actitudes, valores formativos.
Estimuló la lectura en tanto arte de construir una memoria personal a partir de experiencias y recuerdos propios y ajenos.
Hoy hablamos de la visualidad, de lo que es necesario ver –no solo mirar- para movilizar a las personas y producir la criticidad cognitiva.
En la teoría contemporánea del arte se habla poco de dos importantes categorías: las rupturas y las continuidades. Enfrentamos un pluralismo brutal, las expansiones que desdibujan cualquier orden, hacen casi imposibles los deslindes entre el arte y las múltiples falacias que lo envuelven.
Desde nuestra TV se pueden producir rupturas y así dar continuidad a estéticas originales, proponer otras maneras al decir y comunicar para ser capaces de dialogar con los espectadores del siglo XXI.
La programación veraniega podría ser una manera de avanzar en tal sentido.
En videoclips, canciones, ficciones de varios países, el patriarcado reproduce su dominio a nivel simbólico. Desde la perspectiva del cambio es imprescindible seguir cohesionando alianzas entre las instituciones culturales y la academia, esto permitirá una mayor claridad conceptual en el campo de la información.
Sacar de la gaveta las investigaciones en profundidad, las tesis de pregrado, maestrías y doctorados realizadas en las universidades propiciará fortalecer estrategias dirigidas a la promoción y la difusión de lo propio y lo universal.
Según el maestro Leo Brouwer: “La cultura no es solo conocimiento, es una manera de vivir también con el conocimiento mismo. Para mí es como tomar café o leer un libro, como saludar o ver un filme, como se vive día a día o se escucha a un compositor contemporáneo”.
Elegir el rumbo de la existencia demanda determinados preceptos que establecemos por decisión propia y familiar. Reflexionemos: a veces, las deficiencias de un programa televisual no dependen de la precariedad de recursos, sino de la manera en que usan los disponibles. Urge la superación, escuchar a jóvenes y consagrados artistas, profesores, cultivar el intercambio y mantener bien despierta la escucha para crecer desde la espiritualidad y el desarrollo personal de notable impacto social.