Martí cambió mi vida por completo desde la cárcel

Confesiones de un hombre que hoy piensa, se expresa, crea y actúa de un modo totalmente distinto, gracias a lo aprendido, por sí mismo, del Héroe Nacional cubano


No quedo perplejo frente al hombre que tengo delante (porque en cualquier parte de Cuba es perfectamente posible lo que me dice), pero confieso que no puedo ocultar cierto agradable asombro cuando, con toda la tranquilidad del mundo, el avileño Juan Ramón Vázquez Morales me reitera:

El libro obsequiado por Eusebio Leal sigue siendo de gran utilidad para Juan Ramón.

“Es así como te digo: si no hubiera sido por la cárcel, donde cumplí una sanción, yo jamás hubiese conocido de verdad a José Martí. Hasta ese momento, para mí él era un mártir, el Héroe Nacional, pero no el hombre verdaderamente extraordinario que es.

“Todo comenzó por una de las tertulias que en esos centros penitenciarios organiza la Sociedad Cultural José Martí. Quedé tan motivado que empecé a leerlo. Por suerte allí hay una biblioteca muy buena, a la cual le caí encima y puedo decirte que me leí completa toda su obra, tomo por tomo, libro por libro… al menos los existentes allí.

“No fue leer por leer. Cada página, cada poema, cada verso me dejaba una enseñanza. Por eso hoy puedo hablar de todo, de cualquier cosa que me pregunten o que quieran saber.”

Martí cambió hasta mi lenguaje

Ligeramente apoyado en el tronco de una de las guásimas con que cuenta el Bosque Martiano de Ciego de Ávila, Juan Ramón sigue remontando los peldaños de un tiempo y de un lugar que marcan, indiscutiblemente, hito referencial en su existencia:

“Puedes creerme, al 100 por ciento, si te digo que Martí me cambió la vida por completo. A medida que iba leyéndolo yo sentía que me convertía en otro hombre, en un ser humano mejor. Era como si me hablara, como si me diera consejos.

“Te digo más: él transformó mi forma de expresarme, mi lenguaje. Fui cambiando las palabras que siempre había usado por otras más correctas, más adecuadas e incluso más hermosas, más humanas, más sensibles.

La estrategia fui ir limpiando áreas y plantando especies.

“Entonces vino lo que yo nunca había hecho: empecé a escribir poemas, versos y otras cosas, en prosa, que les gustaban mucho a las mismas compañeras que trabajaban allí, en la prisión, y al resto del personal.

“Si a diferencia de algunos, yo tengo la convicción de que a la cárcel no se debe ir y mucho menos volver jamás si ya has pasado por ella, es en gran medida por las enseñanzas humanas que Martí me dejó para siempre”.

Florecimiento

Año 2017. Tras un proceso bastante rápido (alrededor de tres meses) un hombre recibe en usufructo 11.42 hectáreas de tierra. Es curioso: la entrega se hace con fines de actividad forestal. En toda esa área, sin embargo, hay apenas un árbol. Lo demás es irreverente marabú y maleza.

Solo, en un principio, y con la ayuda de tres o cuatro hombres más, después, el panorama iría transformándose bajo los sabios y sanos consejos del machete y el azadón.

Muy lejos estaban de imaginar, quienes desde el camino veían aquel desigual combate, que luego terminaría cobrando vida allí mismo el Bosque Martiano Cultivo una Rosa Blanca, como espacio concebido para fomentar –sobre todo entre las nuevas generaciones– el amor que jamás debe faltar hacia la historia, la flora el medio ambiente y la figura del Héroe Nacional cubano.

“Con todo lo que yo traía dentro (de Martí), la sugerencia que me hizo Armando Hart, durante un evento martiano en La Habana y la ayuda que me ofreció Eusebio Leal, le entré con todo a la idea”, –relata Juan Ramón.

Esta guía ha sido fundamental para ir introduciendo las distintas plantas.

“Creo que Ciego de Ávila era la única provincia que no tenía bosque martiano. Recuerdo que el propio Eusebio me regaló el libro Días de manigua, con una síntesis de las especies que debe contener un bosque así, a partir de las descripciones que hace José Martí en su diario de campaña, entre Playitas de Cajobabo y Dos Ríos.

“Confieso que falta mucho por hacer aquí; necesito más apoyo, pero hemos avanzado. A pecho y pulmón tenemos bosque, huerto y jardín martianos. Hemos conseguido la mayoría de las plantas. Tengo que ver cómo me doy un salto hasta Guantánamo para traer el jigüe, jatía, jagua, palma pajúa y caguairán.”

La tarea de este alumno de El Maestro no ha sido ni será fácil, aunque sí reconfortante. Se trata de poblar aquella área, otrora copada de marabú y de malezas, con variedades tan específicas y en muchos casos lejanas, encasas o prácticamente desconocidas ya, como el propio jigüe, quiebrahacha, cupey, sabina, júcaro, dagame, yamagua, curujey…

Aun así, se avanza. Y el aliciente no anida como curujey en la caja torácica de Juan Ramón, con brisas de ego personal. Está en la curiosidad con que han observado el bosque niños y adolescentes de unas 27 escuelas, a quienes también Martí se les puede alojar para siempre dentro, embellecerles el lenguaje, encauzarles mucho mejor el comportamiento, la vida y hacer de ellos mejores seres humanos, desde sus propias escuelas y hogares familiares, tal y como le sucedió a Juan Ramón allí, en el lugar menos pensado por él: aquella prisión a la que si un día retorna tal vez sea para hablarles a los internos acerca del inmenso hombre que es José Martí.

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3 comentarios

  1. Veradadero periodismo revolucionario, si, de estos tiempos en que esa palabra tanto se escamotea y algunos pretenden exiliarla de nuestro lenguaje. Con gancho como este de mi colega Pastor, se pueden escribir historias inéditas que están esperando sus cronistas.
    Salud, Bohemia, siempre enseñando buen periodismo.

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