¡Mucho cuidado con la señora March!

La señora March, con la que debuta en la literatura Virgina Feito, es una historia para tirarse en un sofá y no levantar la vista hasta el punto final. Exagerado, sí, pero ese es el efecto de leer un libro adictivo. Entre la empatía y la locura navega el lector intentando descifrar a una mujer ansiosa, preocupada por cómo se ven los guantes verdes, la casa un día de fiesta, la foto que debe esconderse, y hasta ella misma a los ojos de la empleada y el resto del mundo.

Se trata de la esposa del escritor George March, cuya última novela se ha convertido en un bestseller. En medio del entusiasmo público por el nuevo éxito, un día común en la pastelería preferida de la señora March, la dependienta insinúa que para crear a la protagonista George se ha basado en ella, en la propia Señora March ¡Pero cómo! Johanna “¿no es una prostituta?” “¿una prostituta con la que nadie quiere acostarse?”. Sí, “pero eso es parte de su encanto” le responde y por si fuera poco agrega “es más bien… como dice las cosas, incluso sus gestos, o su forma de vestir”.

La apreciación de la dependienta detona la paranoia de la señora March. Esta se enfrasca en una búsqueda desenfrenada de coincidencias entre ella y Johanna. Una dualidad que incorpora luego una tercera mujer que ha sido víctima de asesinato y, sospecha la señora March, amante de su marido. Mientras, cada uno de los detalles que dibujan su entorno, cada conversación, mirada, silencio, constituyen piezas cómplices de una conspiración para enloquecerla. O no, quién sabe.

«Tenía una vaga idea sobre el libro, por supuesto (sabía de qué trataba y conocía al personaje de la prostituta gorda y patética), pero no se había parado a pensar más en él. En retrospectiva, se dio cuenta de que la protagonista y la trama, muy realista y desagradablemente explícita, le habían repugnado tanto que no había querido continuar. ‘Sus gestos’, murmuró. Volvió a mirarse las uñas. Se preguntó si sería uno de los supuestos gestos que la delataban».

Como si estuviéramos en cada línea al filo del infierno, a un paso de caer, en el preciso instante antes de abrir la cortina y, cuchillo en mano, acabar con la mujer en la ducha, la tensión de lo inminente rige la lectura de La señora March. No sin razón ya se cataloga a su autora como la Patricia Highsmith española. La novela, –algún lector experimentado ya lo habrá advertido–, hace guiños a La señora Dalloway, de Virginia Woolf, y a la obra de Hitchcock.

Virginia Feito. / elespanol.com

Donde todos los personajes son llamados por su nombre, a la señora March no se le conoce de otro modo que como la señora de George March.

La atmósfera de violencia dentro de un departamento del Upper East Side de Nueva York, hace de esta historia de domestic noir un thriller psicológico en toda regla, porque no cabe duda de que se trata también de un relato humano.

Cuando empezamos a leer, nos encontramos con una persona cuyo pasado iremos desentrañando, a través de los muchos detalles minuciosamente trabajados para esculpir su personalidad. La descubrimos entonces como el resultado de una mujer conforme con vivir a la sombra de su marido, el gran escritor.

«La señora March se preguntó si ella también habría podido ser algo, además de esposa y madre. Se imaginó sola en un apartamento deprimente y frío, yendo a trabajar a un despacho todas las mañanas, dejando de comprar el pan de aceitunas. Sin saber a dónde ir, qué hacer, quién ser».

¿Qué sucede cuando las mujeres solo son figuras decorativas del cuadro familiar, o cuando son solo las “guardadoras del orden”, las que apoyan, las que se enorgullecen de otros, las que reposan tranquilamente a un lado de la cama, las que son definidas según la vida exitosa o no de alguien más? Que nunca son solo eso lo expresa la novela de Virginia Feito en la medida en que teje la psiquis perturbadora de la Señora March.

Con la fascinación que ha despertado la novela, se agrega la noticia de una adaptación cinematográfica protagonizada por Elisabeth Moss, la actriz que encarna a June en la serie El cuento de la criada, otra denuncia a la condición de la mujer nacida de la mente cuestionadora de Margaret Atwood.

Pero a fin de cuentas ¿quién es la Señora March? Tendrá que leer la novela para saberlo, pero sin temor a equivocarnos: un personaje fascinante, y –marque esto en amarillo– impredecible.

Si por un lado asistimos a la reflexión sobre la condición social de la mujer, por otro estamos ante una sátira social contada en clave de terror. De apariencias y costumbres civilizadas viven muchos, pero tras el espectáculo de lo visible se esconde la podredumbre, el hedor y la sangre mosqueada que hace contener el aliento.

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