A algunos les “aburre” voltear la mirada hacia la historia, cuando únicamente ella muestra las claves sobre Palestina y la resistencia armada
Tan temprano como en 1919, David Ben-Gurion, primer dirigente del Estado israelí, afirmó sin ambages que eran ellos o el resto del mundo… porque “Palestina como nación solo tiene significado para los judíos, y los palestinos solo tienen derechos de residencia individuales”.
La editora de News From Withim,Tivka Hoing-Parnass, en su artículo para la publicación Viento Sur: “El sionismo y la guerra total contra los palestinos”, bien señala que nunca han existido diferencias dentro del espectro político israelí; todos han coincidido en que debían “situarse en el río Jordán y en el Mar Muerto, aunque solo fuera por razones de ‘seguridad’…. así el plan de partición de 1947 siempre fue considerado un plan provisional”, donde la construcción del Estado sionista en una parte de Palestina era necesaria para acumular poder militar que finalmente permitiría conquistar el resto del territorio. (1)
Es falsa la acusación de que los árabes son obtusos ante la realidad que representa Israel al no acabar de reconocerlo como Estado. Varios elementos desmontan ese oportunista discurso, esgrimido desde la derecha recalcitrante israelí, occidental y estadounidense, pero que lamentablemente ha calado en la opinión pública mundial. Versión de la Historia muy dañina, que inserta la matriz de opinión de que Israel nació en una tierra carente de hijos y por tanto la oposición visceral a su surgimiento se debía únicamente a un inexplicable odio hacia lo judío. Aquí es preciso detenerse en lo esencial, a la luz de un nuevo 30 de marzo, Día de la Tierra Palestina.
Sobre ello se ha escrito hasta el hartazgo; no obstante, continúa la propaganda negativa contra los legítimos dueños. Es este un relato manipulador, el cual hace marcado énfasis en el rechazo árabe al ladino plan de partición impulsado por Naciones Unidas en 1947, sin nunca recordar que cientos de miles de palestinos debieron emigrar debido a las milicias terroristas sionistas Irgun.
Corazón del dilema
Esta ha sido la secuencia de una historia marcada con altibajos, a tal punto que el pueblo palestino muchas veces se ha sentido dejado a su suerte, debido a los movimientos geopolíticos del mundo árabe, que, progresivamente, disminuyeron la presión sobre Israel para contribuir a una solución política. Algo, sin embargo cambió: el 7 de octubre de 2023, los patriotas gazatíes e islámicos hicieron notar mediante las armas que su causa no estaba acabada, ni olvidada, al aglutinar en un mismo eje a fuerzas extendidas (en el futuro se sabrá si están articuladas; de momento no lo parece), que incluyen a Hezbolá, en el Líbano, el movimiento yemení Ansar Alá, grupos chiitas iraquíes próximos a Teherán y milicias chiitas afganas –los fatimíes–, además de otros desplegados en el este y el centro de Siria.
Resistencia que ahora actúa para limitar la convergencia que se venía dando en su entorno geográfico. Los sucesos de octubre han servido de catalizador, al forzar a los gobiernos islámicos y árabes a decantarse –¿de una vez?– por la autodeterminación y el establecimiento de un Estado Palestino de pleno derecho. En reiteradas ocasiones hemos subrayado que el comprometimiento con la vida de los civiles debe ser la línea que no debe cruzarse, sean quienes sean. El conocido apotegma “el fin justifica los medios” no legitima la muerte de inocentes y mucho menos alcanza a vendar los ojos ante el genocidio contra los palestinos, más de 29 000 víctimas mortales.
Nunca es ocioso reiterar que desde antes de 1947 los árabes han estado enfrentados a una ideología racista, cuya fuerza propulsora sigue siendo el robo de tierras, la extensión de fronteras, la esquilmación de recursos naturales, la segregación. Aun con todo ello, esa nación ha llegado a razonar que es mejor la armonía que la guerra. Próximos están a cumplirse 22 años de que, en el seno de la Liga Árabe, en la Cumbre de Beirut, el príncipe saudita Abdullah propuso un plan para poner punto final al conflicto árabe-israelí. Tuvo amplia aprobación, aunque al hacérselo saber a Israel este lo rechazó. ¿Por qué? La entidad ocupante debía retroceder a las fronteras anteriores a 1967, acceder al regreso de los refugiados (ya cerca de siete millones de personas) y ceder Jerusalén como capital de una Palestina soberana.
Cronología favorable a la paz
Por eso es un insulto la labor de zapa de los grandes conglomerados de la prensa internacional que repiten como un mantra: “los árabes son beligerantes, cerrados y terroristas”, cuando la verdad histórica ha sido otra. Como desmentidos se levantan los controvertidos Acuerdos de Oslo (1993), la traicionera Cumbre de Camp David (2000), o las Iniciativas de Paz Árabe (2002, 2007 y 2017). También es válido mencionar al Acuerdo de Abraham, que en 2020 dio luz verde a negociaciones bilaterales de Israel con los Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Marruecos y Sudán (país africano de habla árabe y confesión islámica).
Igual camino debía haber seguido Arabia Saudita, pero a raíz de la actual matanza de palestinos a manos sionistas, Riad ha dicho se mantendrá “en pausa” hasta un cese del fuego. Asimismo, ha criticado el desplazamiento forzoso de un millón de palestinos indefensos.
Median más de dos décadas de la postura árabe en Beirut, que dio pie a que el periódico israelí Yediot Ahronot se complaciera con lo que en su opinión podría ser “una posibilidad real de que en un plazo de cinco años Israel sea capaz de llegar a un acuerdo de paz inclusiva con sus enemigos”. Tras hacer concesiones básicas, los pueblos del Levante han sido burlados, porque solo se logró frenar la Segunda Intifada (guerra palestina de las piedras), mientras Tel Aviv siguió arremetiendo contra los territorios ocupados. A ese tenor, en agosto de 2023, la ONU identificó más de 645 obstáculos repartidos a lo largo de Cisjordania que impiden el libre movimiento de los habitantes palestinos de la zona. Esto incluye también el este de Jerusalén, el cual no es reconocido internacionalmente como parte de Israel. (2)
Tampoco debe dejarse a un lado el hecho de que decir colonos judíos es decir paramilitares viviendo dentro de un esquema militar-productivo, dizque “socialista”, con el cual más de un intelectual de izquierda se ha “confundido”. Entonces está la rebelde Gaza, bloqueada y bombardeada cada vez que le viene en ganas a Israel, año tras año, por la “simpleza” de no querer someterse a una vida domesticada sin libertad, ni decoro.
Con proverbial paciencia, y ¿hasta cierto idealismo?, los gobiernos mesorientales han visto desaparecer la vía diplomática como solución a las diferencias. Mientras desde las altas esferas todavía se aferran a una solución negociada, pueblos como el palestino, el libanés, el iraquí, el yemenita han optado por las armas como vía de reivindicación, habida cuenta que Israel es remiso a entender otro lenguaje, envalentonado por la incondicionalidad de EE.UU. De todas formas, la comunidad de las Naciones Unidas intenta un alto al fuego y la consecución de un alucinante Estado palestino, que a estas alturas estaría inconexo y muy fragmentado territorialmente.
Razones de la sinrazón
Empero, de nuevo emergen las negativas, en este caso de los Estados Unidos, que hasta el momento ha vetado toda iniciativa de paz dentro del Consejo de Seguridad de la ONU, allanando el camino para que Israel siga dando la espalda al derecho internacional. Es preciso apuntar que Benjamín Netanyahu, al frente de un gabinete ultraderechista, no hace mucho se atrevió a mostrar en la ONU un mapa de Israel sin la presencia de Palestina. Lenguaje claro para aquellos que necesitan de mensajes rotundos: “los palestinos no existen”.
Sin ir más lejos, este 22 de febrero la ministra de Asentamientos y Misiones Nacionales de Israel, Orit Strook, en un rapto de amnesia, enfatizó en el Parlamento de su país que “nunca habrá un Estado palestino en la tierra de Israel”. (3)
Con tales declaraciones se hace cuesta arriba cualquier aproximación justiciera y plausible para la otra población semita desplazada sin miramientos desde hace 70 años. No se trata de mayor o menor apasionamiento de una causa: los tercos hechos hablan por nosotros, del mismo modo que lo han hecho numerosas resoluciones internacionales, o pronunciamientos de líderes y amigos del pueblo palestino. Recientemente, el presidente brasileño, Luis Lula da Silva, fue calificado por Israel como “persona non grata” al decir que en Gaza no había una guerra, sino un genocidio, comparando la ofensiva israelí con la campaña de Adolf Hitler para exterminar judíos. En su momento, Fidel Castro Ruz ya lo había sentenciado. Un botón de muestra: el 6 de agosto de 2014 publicó en el diario Granma una “Reflexión” bajo el título “Holocausto palestino en Gaza”, en la que se preguntaba cómo si el genocidio de los nazis contra los judíos cosechó el odio de todos los pueblos de la Tierra, podría esperar Israel que el mundo fuera insensible al macabro genocidio que comete contra el pueblo palestino. (4)
2 comentarios
Gracias muy buen escrito que pone luz a lo que está viviendo, en la actualidad, el pueblo Palestino.
Argumentos precisos e ireblatibles, lastima que no haya explicación o
convincente esclarecimiento de la matanza de civiles el 8 de agosto que empaña el valiente ataque y pretende justificar la cruel y desproporcional represalia
l
valiente ataque